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¿Vivir con miedo?

El miedo de la sociedad es uno de los instrumentos de control más importantes que tiene la clase política. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

El homicidio de dos israelíes en la plaza comercial Artz Pedregal sentó un precedente preocupante en la #CDMX. La forma, el momento y el lugar en que se llevaron a cabo las ejecuciones aumentaron el miedo que tiene la gente al visitar o transitar por los distintos lugares de la ciudad, incluso en los que considerábamos como los más seguros.

Por si no lo leíste: Identifican a grupo criminal mexicano ligado a homicidios en Plaza Artz.

El sentimiento de inseguridad sigue siendo tema de conversación cotidiana. Pero lo más delicado es que la intranquilidad se mantiene como la preocupación principal de la población que vive en zonas urbanas. De acuerdo con datos del #INEGI, la capital del país alcanzó en 2018 un máximo histórico de 88.3% de la población, de 18 años y más, que se sentía inseguro en su ciudad.

El miedo a la delincuencia está presente en todo momento: dentro de nuestras casas, en la calle, al utilizar el transporte público o al realizar cualquier tipo de transacciones en Internet. Los comerciantes también tienen miedo: al robo, a los asaltos, al fraude o a la extorsión. Y cómo olvidar el miedo al secuestro y a la muerte luego de un secuestro, que dejó de ser un delito que solo afectaba a los más ricos.

Lee también: Nunca había tenido tanto miedo como ahora, Especiales La Silla Rota, 8 abril 2019.

Salir de las ciudades tampoco es garantía de tranquilidad. El crimen organizado está presente en muchas de las carreteras principales del país, en las zonas donde están instalados los ductos de Pemex. Pero lo más grave es que en la #CDMX, a partir de la semana pasada, el temor de convertirse en una víctima colateral se ha convertido en una más de nuestras preocupaciones cotidianas.

La idea de que la inseguridad es una amenaza que puede causar daño a cualquiera de nosotros, y que la violencia del crimen organizado afecta solo a los delincuentes, se ha transformado. La delgada línea que las separaba se desvanece, al tiempo que los medios de comunicación y las redes sociales difunden, con mayor intensidad, las noticias que dan cuenta del clima de impunidad que prevalece en el país.

Al mismo tiempo, el paisaje urbano muestra ya un nuevo rostro. Las cámaras de videovigilancia; las bardas y cercas más altas en casas, oficinas y comercios; las rejas, concerpúas, cercas electrificadas y alarmas de todo tipo se han convertido en parte indispensable de las fachadas de los inmuebles. En algunos casos, las medidas que se han tomado son extremas, ya sea por el miedo que provoca haber sido víctima de algún delito o simplemente para prevenirse.

Lee la encuesta de Consulta Mitofsky: Este es el miedo más grande de los mexicanos.

El miedo a la inseguridad nunca se manifiesta solo. Casi siempre va acompañado de emociones intensas como el nerviosismo, la decepción, la desesperanza, la impotencia, el enojo o incluso la ira. Por eso, cuando no se logra identificar o castigar al delincuente, la reacción suele canalizarse hacia las autoridades gubernamentales. Y, entonces, se convierte en una poderosa arma política de doble filo.

Cuando la gente tiene miedo, la clase política puede tener una gran ventaja: la emoción sirve para controlar, ejercer un mayor poder y obtener mayores recursos. La razón es obvia. Cuando no somos capaces de controlarlo, el miedo nos inmoviliza, confunde, debilita, somete, reduce nuestra capacidad de análisis y de crítica, o nos hace bajar la guardia

Por fortuna, no todos los gobiernos democráticos se aprovechan de situaciones así. Sin embargo, la historia ha registrado algunos regímenes y partidos políticos —en distintos países y épocas— que incluso lo han promovido con acciones y campañas de comunicación bien orquestadas para acceder al poder o para mantenerse en él.

Recomendación editorial: Gabriel Kessler. El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito, Argentina, Siglo XXI Editores, 2009.

En contraste, el “miedo político” también puede ser un instrumento de presión de la sociedad y una poderosa arma de comunicación política en su favor, sobre todo si va acompañada de movilizaciones y una intensa participación en las redes sociales. Corey Robin, especialista del Brooklyn College y colaborador del New York Times, lo explica así:

“Solo frente al miedo despertamos a la acción y creemos que hay algo en el mundo que justifica nuestros esfuerzos para permanecer en él. Para que el miedo político nos despierte, el objeto del miedo debe formar parte del reino de la política, y aún así, en cierta forma, en la mente de los miedosos, estar alejado de él. Si el miedo hace que nos comprometamos con valores políticos como el imperio de la ley o la democracia liberal, habremos de hacer frente a alguna amenaza política a dichos valores”.

En México ha habido algunos intentos de proceder en la línea que sugiere Robin pero, desafortunadamente, no han dado los resultados que el país necesita.

Lee más: Corey Robin. El miedo. Historia de una idea política, México, Fondo de Cultura Económica (FCE), Colección Política y Derecho, 2009.