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Venezuela después de las parlamentarias: entre fracasos y oportunidade

En 2021 habrá seguro una recomposición de actores políticos y se detonará un proceso de reconstrucción de la oposición. | Carlos Torrealba

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Escrito en OPINIÓN el

Venezuela cerró políticamente el 2020 con las elecciones legislativas del 6D. Estos comicios no contaron con garantías mínimas como observación internacional independiente y sus resultados fueron abiertamente manipulados mediante la asignación de escaños con base en alianzas no establecidas previamente, es decir, arregladas postelectoralmente. El chavismo (con el polo patriótico) logró 67.7% de los votos pero con una participación oficialmente reportada de solo el 31% del padrón electoral, lo que significó un importante descenso respecto a las parlamentarias 2015 que contaron con un 71% de participación.

Las mencionadas elecciones tuvieron varios objetivos: 1) terminar de sacar a Guaidó del juego e impulsar leyes para seguir reprimiendo a la oposición y asfixiando a ONG’s que denuncian atropellos a los derechos humanos o que impulsan soluciones comunitarias, 2) recuperar la hegemonía sobre los poderes públicos (tras varios intentos como el parlamento nacional comunal, la asamblea constituyente y la movida de Luis Parra), 3) brindar legitimidad internacional a Maduro (por eso hasta se confeccionó a una oposición para que “compita”), 4) investir también de legitimidad a quienes Maduro está postulando como su “oposición”, y 5) impulsar leyes que sigan fomentando los cambios económicos que Maduro viene haciendo desde 2018: dolarización, apertura del control cambiario, eliminación del control de precios, privatizaciones de empresas previamente nacionalizadas, flexibilizaciones a empresas transnacionales, etc.

Por lo que se presentó como oposición participaron: a) “La fuerza del cambio” de Capriles. La movida de Capriles fue polémica, logró la liberación de presos políticos y a cambio se le pidió la participación electoral (aunque él está inhabilitado), b) “Alianza Democrática”. Incluyó partidos y dirigentes que participaron en la Mesa del Diálogo Nacional alternativa propuesta por Maduro, con el liderazgo de Henri Falcón y Timoteo Zambrano, c) “Alianza Venezuela”. La oposición más abiertamente cooptada o comprada, es decir, el grupo de Luis Parra con vínculos con Alex Saab, d) Soluciones para Venezuela (Claudio Fermín) y Redes (Juan Barreto) y e) AD y COPEI (intervenidos por el TSJ para obligarlos a participar). 

Por el lado del chavismo participó el gran polo patriótico del PSUV y la Alianza Popular Revolucionaria (APR), conformada por el Partido Comunista, Tupamaro y PPT. No es poca cosa la conformación de esta alianza: los movimientos más hacia la izquierda que siempre han acompañado al chavismo se están replanteando su apoyo debido a que Maduro viene impulsando medidas económicas más hacia la derecha, de hecho, el gobierno unos meses atrás llegó a intervenir las sedes de estos partidos en cuanto se supo que querían ir separados del PSUV, aunque al final se les permitió participar. Estas divisiones pueden aflorar en los próximos meses debido a que los tiempos débiles del conflicto con la oposición tienden a ser tiempos fuertes de manifestaciones de descontento dentro del chavismo.

La del 6D fue una elección diseñada para que ganara el PSUV, por eso se procuró la participación de una oposición cooptada, comprada o intervenida vía TSJ, en otras palabras, el chavismo pasó de crear alcaldías paralelas, gobiernos estatales paralelos, congresos paralelos y mesas de diálogo paralelas, a construir una oposición paralela. Sin embargo, también participó una oposición que está apostando a cohabitar con el gobierno, jugar al juego no democrático para conquistar al menos logros mínimos (como liberación de presos políticos o colaboración sobre ayuda humanitaria). El problema es que esta oposición que apuesta por la cohabitación, de la que Capriles se puede convertir de nuevo en figura, será legitimada por el chavismo hasta que no lo sea y pase a ser también perseguida y reprimida. Por otro lado, entre la pérdida de apoyo popular, el cuestionamiento internacional acerca de si seguir respaldándolo, y con la estocada de perder la asamblea, el futuro de Guaidó no es prometedor.

Como afirma Maryhen Jiménez, la oposición se ha centrado en la supuesta debilidad y aislamiento de Maduro y fracasando en la elaboración de un plan realista a medio y largo plazo. En una búsqueda de ganar de nuevo la legitimidad perdida, Guaidó le hizo más caso al ala rupturista de la oposición; sus últimas decisiones estuvieron más motivadas por recuperar la unidad en los líderes opositores, centrándose en la presión externa, abandonando la política interna y esta estrategia excesivamente centrada en lo externo tuvo efectos contraproducentes. No obstante, aunque en este momento es fácil centrarse en los errores de la oposición, los mismos fueron incentivados también por jugadas del gobierno: la coyuntura se trasladó a la arena internacional por la clausura de las opciones domésticas de resolución de conflictos.

La mencionada autora también señala que “lo peor que le puede ocurrir a un país ya arruinado por la élite gobernante es una oposición cubanizada, que aumente los costes de una negociación desde el exilio”. En ese sentido, se avizora un conflicto de oposiciones: la leal cooptada, la que apuesta por la cohabitación, la del exilio rupturista y la que pueda surgir a partir de ahora, mucho más moderada, y que incluya de mejor forma al chavismo descontento. 

Después de la comprobación de que no existen soluciones mágicas externas, y superando las contradicciones de Trump respecto a la posibilidad de una acción militar en el país, es algo bueno el que esté comenzando a reinar en cierta academia y opinión pública la petición de enfocarse en una democratización de abajo hacia arriba, es decir, que no plantee el “cese de la usurpación” como un primer paso obligado. En 2021 habrá seguro una recomposición de actores políticos y se detonará un proceso de reconstrucción de la oposición tal como ocurrió tras la fallida estrategia abstencionista de 2005. En el plano internacional, Biden no será amigo de Maduro pero seguro abandonará la estrategia de sanciones focalizadas enfocándose en la negociación, lo anterior puede ser un caldo de cultivo idóneo para desarrollar estrategias más de mediano y largo plazo que puedan ser más útiles para la golpeada población venezolana (golpes que han venido, sobre todo, del gobierno, nunca hay que olvidar eso).

*Carlos G. Torrealba Méndez

Licenciado en Filosofía, por la Universidad Central de Venezuela; Maestro en Sociología Política, por el Instituto Mora y Doctor en Investigación en Ciencias Sociales, por la FLACSO México.