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Un primero de mayo en videoconferencia

Se puede resquebrajar todo, menos la esperanza. | Manuel Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Nunca imaginaron los organizadores de la primera conmemoración de protesta del primero de mayo en México de 1913, que 107 años después se seguiría realizando, pero ahora por medio de videoconferencias y en medio de la mayor crisis económica del país.

Los integrantes de la Casa del Obrero Mundial que levantaban mantas por primera vez en esa fecha conmemorativa exigiendo la reivindicación obrera nunca supondrían la llegada de un dos mil veinte con una pandemia incontrolable, que haría imposible la manifestación callejera.

Hace casi un año, después de la marcha obrera del primero de mayo de 2019, el presidente López Obrador con su equipo de funcionarios recibió en Palacio Nacional a líderes obreros de todas las tendencias para dar a conocer la promulgación de la reforma laboral más trascendental de los últimos 100 años. Su propósito fue colocar como actores principales en las negociaciones colectivas a los trabajadores y a la libertad sindical como base de ese cambio.

Fue una importante reunión que demostró la visión de pluralidad del nuevo gobierno y que como dato relevante ni un solo empresario se encontraba presente, era la fiesta obrera. Parecía que era una manera de aminorar las críticas de haber abierto las puertas del Palacio Nacional al día siguiente del inicio de gobierno a los empresarios y no a los trabajadores.

Ese primero de mayo de 2019 era el anuncio del arranque de la reforma laboral, con algunos puntos controvertidos que le quitaron el encanto protector en favor del trabajador, pero que en esencia reivindicaba el voto secreto para definir las negociaciones sindicales, elegir a sus dirigentes y decidir al sindicato de su preferencia.

Hoy a unos días de la llegada del primero de mayo de 2020 en medio de esta pandemia de proporciones crecientes las relaciones obreras se encuentran en enorme tensión. A pesar de que el Consejo General de Salud resolvió declarar una emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor el 30 de marzo pasado y al día siguiente la Secretaría de Salud ordenara la suspensión de labores del 30 de marzo al 30 de abril, salvo las actividades esenciales, a fin de que se pagara a los trabajadores su salario íntegro por treinta días, una buena parte de los empresarios no hizo caso de tal medida.

Se inició la baja en el IMSS, del 13 de marzo al 7 de abril, de 346 mil 878 trabajadores, cifra que a la fecha sigue creciendo, sin considerar la afectación de los trabajadores informales que representan un 60% más.

Antes y durante esa declaratoria de emergencia ya caía una cascada de convenios, para reducir salarios, horarios, bajar prestaciones y separar personal ante una baja en la producción y ventas en las empresas ante la suspensión forzada de labores, en las que imperaron acuerdos en la cúpula (líderes sindicales y empresarios) sin considerar a los trabajadores para validar convenios. No necesitaban de su parecer, ni de asambleas, ni de voto secreto, porque se argumenta, la reforma laboral aún no está vigente. 

Las autoridades laborales tuvieron que reabrir de manera física las áreas de convenios individuales y colectivos porque la avalancha no se podía detener. El acuerdo de pagar salarios íntegros unas empresas lo acataron, pero la mayor parte lo ignoró, la realidad superó los buenos deseos de los funcionarios del actual gobierno.

No se habilitó la celebración de convenios por videoconferencia o de algún otro mecanismo a distancia para evitar exponer a los trabajadores de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, a los despedidos o apoderados legales obligados a concurrir.

Los efectos de la pandemia obligan a reflexionar que el mundo laboral antes de este fenómeno no tendrá parecido con el que se viene en los próximos meses y años. Se avizora una mayor flexibilización de la fuerza y condiciones de trabajo, así como del salario y un debilitamiento mayor de las organizaciones sindicales.

No conviene un rompimiento del diálogo en los centros de trabajo, ni de los acuerdos que se puedan impulsar en todos los sectores para evitar que los trabajadores pierdan sus ingresos en estos momentos en que se requiere la mayor unidad de todos los sectores. No es problema de aplicación de normas jurídicas sino de la subsistencia de millones de personas que han visto perder sus empleos sin que ninguna autoridad lo pueda evitar.

La pérdida de ingresos económicos y el contagio masivo del covid-19 que crece en forma exponencial obliga a implementar políticas económicas urgentes para evitar estalle la violencia ante la desesperación de los grupos vulnerables para hacer frente a sus necesidades.

Estas horas que se viven en el país y en el mundo entero ponen al movimiento obrero ante un enorme reto, lograr que las fuentes de trabajo sólo cierren de manera temporal y que su reapertura sea gradual pero constante y permita recuperar los puestos perdidos.

La incertidumbre crece por el anuncio la Fase 3 con la prolongación de la suspensión de labores durante el mes de mayo, hecho que pone en un predicamento a las autoridades para justificar legalmente los ingresos laborales de los trabajadores que están en receso forzado.

Aquellos que tienen trabajos informales, como los campesinos, las trabajadoras del hogar, comerciantes, limpiadores, cargadores, albañiles, lavacoches, ayudantes de ayudantes, auxiliares de auxiliares, son millones que representan a la mayoría de los trabajadores con ingresos miserables, que los economistas llaman de subsistencia.

Ellos y ellas salen a la calle, no por gusto, sino para tratar de ganarse algo de dinero, pero se encuentran con lugares vacíos, con personas que transitan rápido y no se detienen como antes, porque su miedo no lo pueden ocultar; ya no hay ventas, ya no hay trabajo, ellos dicen: ¿Qué vamos a hacer?

Mientras tanto hay otros trabajadores que no se detienen al ser esencial su trabajo, como el personal médico que se enfrenta de manera inusitada a una agresión constante.  Trabajadores del transporte, bomberos, personal de servicios básicos como el agua, basura, de carreteras, de alimentos, teléfono, electricidad. Ellos no paran, son quienes evitan que esta crisis se acreciente.

Son momentos de la historia en que la máquina del tiempo pareciera perder velocidad para hacernos estremecer, para aparecer lo invisible, lo importante; que la vida es efímera, como un instante, que se puede resquebrajar todo, menos la esperanza.