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Tirar al niño… sin el agua sucia

Ahora los enemigos, los que siempre lo han combatido, se alinean y se frotan las manos porque sienten ha llegado su revancha. | Teresa Incháustegui

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Escrito en OPINIÓN el

A partir de las reacciones que provocó en simpatizantes y opositores, el mensaje dominical donde el presidente delineó su perspectiva de salida a la crisis económica pospandemia, el escenario político del país ha entrado, de la mano de los grandes actores sociales: cúpulas empresariales, medios, influencers y partidos políticos opositores a la 4T, en una cuenta regresiva rumbo a las elecciones intermedias de 2021 y sobre todo un posible escenario de revocación de mandato en el 2022. 

El gobierno de la 4T tomó el mando en una situación crítica desde diferentes perspectivas. Primero en materia de seguridad, sin duda la asignatura más grave donde el gobierno de EPN lega una crisis sin precedente en homicidios, desapariciones, fosas clandestinas, trata, violaciones a derechos humanos, asesinatos a periodistas y, sobretodo pérdida de soberanía o control territorial y político del Estado en al menos 25% de los municipios del país dominados por organizaciones del crimen organizado. Una fragmentación del poder político sin precedente en manos de gobernadores, autoridades municipales y partidos políticos que jalan por su cuenta, abusando de decisiones y recursos públicos. 

En lo social al cierre de 2018 el país mostraba ya una crisis sin precedente en materia de salud por el saqueo de recursos de parte de los gobiernos estatales, que sólo entre 2008 a 2018 (según señala la ASF a partir de 174 indagaorias) se ha calculado en 77 mil 606 millones 110 mil 168 pesos, que hubieran podido permitir ampliar la capacidad de atención para 4 millones 498 mil personas más, de acuerdo al gasto promedio per cápita de México calculado en 1,150 dlls (OCDE, 2019). 

Por otro lado, estancamiento y deterioro del sistema educativo, mostrado por las evaluaciones PISA entre 2000 a 2018, marcados por el permanente conflicto magisterial, rezagos en la infraestuctura y la equidad educativa en el país, donde a la gente más pobre se le da la educación más pobre.  

Socialmente el país llega a manos de la 4T, arrastrando treinta años desastrosos en materia salarial y de condiciones de vida con rezago en cuanto a su poder adquisitivo de más de 20% en cuanto a la inflación. Además de la quiebra en el sistema de pensiones para trabajadores jubilados y en retiro. Al cierre de 2018 más de 38% de los trabajadores mexicanos se encontraban en pobreza salarial; es decir que sus ingresos como producto del trabajo no les alcanzaban para cubrir sus necesidades básicas (CONEVAL).

En términos financieros, el gobierno de la 4T hereda una situación con muy poco margen de maniobra en términos prespuestales con una deuda pública equivalente a 45.1% del PIB debido al incremento anual de 41% de 2013 a 2017, comprometiendo 66 centavos de cada peso del gasto público. De acuerdo a México Evalúa durante el sexenio de EPN, el Gobierno federal aumentó el gasto público en 20% real, el ingreso en 24% real y la deuda en 46% real. 

Políticamente, hacia mediados del quinto año del último gobierno del PRI, la debacle moral no podría ser peor. La corrupción considerada uno de los mayores males que aquejan al país por más del 50%, era estimada equivalente en un máximo del 10 por ciento del PIB por organismos internacionales, empresarios e inversionistas del país (Banco Mundial, la OEA y el CEESP).

Frente a ese panorama, López Obrador elabora un discurso simple, accesible y tremendamente coincidente con el ánimo nacional: los gobiernos anteriores han cimentado un poder abusivo, oneroso, favorecedor de unos cuantos, basado en la corrupción, requiriéndose una renovación nacional que revierta esos privilegios y mire por el bienestar de las mayorías. Su hazaña no tiene precedente, pues logra remontar el ostracismo y descrédito que se le echa encima por todos los medios de comunicación, desde su debatible derrota en 2006 y construye en una docena de años casi en solitario (arropado por unos cuantos leales entre ellos sus propios hijos) contra viento y marea, y a golpe de recorrer sin descanso caminos polvosos y escarpados, un movimiento social que arrasó como tsunami en la elección presidencial de 2018.  

En esta hazaña, salvo honrosas excepciones, ninguna de las figuras políticas de renombre le acompañó. Los ilustres abajo firmantes de cartas y llamados a la realización de pactos que ahora lo convocan no estuvieron ahí, aunque muchos otros se le subieron al carro apenas se le vió franquear las puertas del triunfo. Es explicable aunque no justificable que forjado en los golpes y sorteado las olas en solitario durante tanto tiempo, el presidente no escuche ahora sus voces. Es explicable también que no los haya convocado a formar parte de su gobierno y en su lugar haya colocado a gente en la que confiaba aunque no tuviera experiencia. Se entiende también su desconfianza ante la experticia de una tecnocracia acomodaticia a cualquier signo político de gobierno, siempre y cuando sus canonjías y privilegios se mantengan y sus formas de saber-hacer prevalezcan.  

Si todo hubiera seguido como venía, aún sin el castigo efectivo a los funcionarios y políticos delincuentes, los réditos de la exhibición de corruptelas hubiera podido dar el aire necesario para consolidar los cambios y afianzar su poder en 2021.  Pero se atravesó la crisis sanitaria más grande de la historia moderna en el peor momento del sistema de salud, con sus consecuencias económicas en el marco de una crisis global tal vez sin precedente en los mercados, y todo se complicó. Si el gabinete no acaba de pasar su curva de aprendizaje, si ya tenía problemas operativos, ahora todo es más cuesta arriba.

El asedio de sus enemigos en medios y en redes ha sido incesante, cotidiano, mentiroso, mezquino. La retórica del enfrentamiento tampoco ha abandonado el dia a dia de la comunicación política. Hoy si el desencanto por la falta de empatía presidencial con demandas sociales como las del feminismo y sus coqueteos con grupos confesionales, su simpleza para comunicar y sus declaraciones desafortunadas ha herido la sensibilidad de muchas y muchos de sus simpatizantes, los enemigos se aprestan a ensanchar la brecha. 

Ahora los enemigos, los que siempre lo han combatido, los que no gustan de sus políticas ni avalan su propuesta de separar el poder político del económico; los que detestan sus formas de vestir,comer, hablar, caminar; a los que ofende su piel morena y su desgarbo, porque que no se ajustan a los modelos y usos de poder, se alinean y se frotan las manos porque sienten ha llegado su revancha. Han fijado ya el horizonte en la revocación de mandato que de acuerdo a la reforma constitucional se podría llevar a cabo recabando las firmas del 3% de la Lista Nominal de Electores, en al menos 17 entidades del país; en palabras del dirigente de la llamada cúpula de cúpulas del empresariado mexicano, tienen que conseguir tres millones de firmas para que el procedimiento sea implementado por el INE y el día de la elección lograr que 36 millones de mexicanos y mexicanas participen. Una gran hazaña que requerirá mucho dinero y mucho esfuerzo, pero todo sea por tirar al niño y quedarse con el agua sucia, por cuanto buena parte de estos actores fueron beneficiarios del sistema corruptocrático encastado en las políticas y decisiones de los gobiernos desde hace más de treinta años.