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Teatro y feminismo

La oferta teatral capitalina actual ofrece alternativas en las que se reflejan los microcosmos en los que las violencias de género son una realidad. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

Desde la Antigüedad, la representación de ciertos hechos dentro de un espacio adaptado para ello ha sido motivo de desarrollo creativo, escritura, reflexión social y filosófica, y pasión. El filósofo griego Aristóteles fue uno de los grandes teóricos del tema, al establecer que el teatro era parte de la poética, o la mimesis, es decir, la imitación de la realidad de una manera verosímil.

Al paso de los años, esta concepción se ha modificado, pero no ha perdido del todo su esencia, dando pie a magníficos trabajos como “Hedda Gabler” de Henrik Ibsen, en el que se cuestionan las reglas impuestas a las mujeres de las sociedades decimonónicas, y lo que ocurre cuando estas las desafían. O la apropiación del espacio escénico por parte de la dramaturga norteamericana, Lilian Helman, para adaptarlo, en la mayoría de sus creaciones, al microcosmos del interior de los hogares, para denunciar la relegación de las mujeres a espacios privados, fuera de la opinión pública, mostrando que aún en esos microespacios, las realidades se pueden modificar, siempre utilizando la voz de una mujer como la flecha que vulnera las costumbres, percepciones y visiones de su época, predominantemente masculinas.

Esta apropiación del escenario por parte de mujeres dramaturgas se ha ido incrementando al paso del tiempo, aunque aún persisten brechas de género como en otras artes, por ejemplo, el cine, donde se ha denunciado la falta de apoyo y de espacios para que las mujeres directoras puedan mostrar su talento y externar sus ideas, sin enfrentarse a tantas barreras y obstáculos, y la falta de reconocimiento a su trabajo. La polémica más reciente se suscitó con la directora Greta Gerwig, cuyo más reciente trabajo filmográfico, “Mujercitas, fue nominado al Oscar como mejor película, pero, extrañamente, a ella no se le consideró para poder obtener el galardón a mejor directora.

Hay centros culturales y artísticos que están revirtiendo esta tendencia como la Universidad Nacional Autónoma de México, donde esta semana, como parte de los recientes montajes escénicos que se presentan en sus diferentes recintos se llevó a cabo la mesa “Teatro actual desde una mirada feminista”, en la que participaron las directoras de tres obras en cartelera, cuyo tema principal es la violencia de género.

En sus participaciones, Mariana Gándara, directora de “Straight, un montaje en el que retoma la historia de cuatro mujeres de Sudáfrica que sufren de una “violación correctiva” por parte de un grupo de hombres, quienes lo hacen bajo la justificación de querer cambiarles su orientación sexual, consideró que el feminismo no sólo consiste en pensarlo como un mecanismo de defensa sino en una posibilidad para que todas las voces sean escuchadas y en una herramienta para cambiar paradigmas.

Por su parte, Mari Carmen Ruíz, del proyecto “Mujeres, una creación colectiva en la que 13 mujeres exponen, desde sus experiencias, lo que significa ser mujer en un país como el nuestro, la visión feminista permite que en el teatro se hable de y desde la vulnerabilidad, propiciando generar conexiones, desde un punto de vista basado en la honestidad.

O generar mensajes para las mujeres a fin de construir comunidad y hacerles saber que no están solas, como señaló Isabel Toledo, directora de “Un beso en la frente”, relato en el que se cuenta la historia de Ana en su proceso de reconstruir el estado de violencia que vivió con su esposo.

Fuera de la UNAM, en Teatro Bar El Vicio, se presenta el monólogo cabaretero documental “Lucy. La historia cabareteada” de las mujeres, en el cual, a partir de una serie de sketches, se reflexiona y se cuestiona dónde han estado las mujeres en la historia desde hace 3 millones de años, partiendo de Lucy, australopiteco que se encontró en Etiopía, hasta el presente; e incluso el futuro.

En un país, donde cada día se cometen nueve feminicidios, la oferta teatral capitalina actual ofrece alternativas en las que se refleja, no sólo de manera verosímil, sino verdadera, microcosmos en los que las violencias de género son una realidad, pero apuestan a que a través de la catarsis, ese sentir y experimentar, en carne propia, lo que ocurre frente a los ojos, dentro el escenario, se genere una reflexión, una conciencia, una sororidad y una acción social.