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Taxis versus apps

Los taxis no están obligados a ningún tipo de control georreferenciado, pero a las apps se les piden los datos precisos de cada viaje que realicen. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Los taxis prácticamente no han evolucionado, más que de color, en décadas de historia de Ciudad de México. En términos generales son respetuosos del taxímetro, se ha arraigado que éste sea la medida de pago y no el cálculo arbitrario. Sin embargo, siempre hay excepciones.

Podemos remontarnos a los cocodrilos, a los amarillos libres y rojos de sitio, a los ecológicos, a los ironman, y más recientemente a los taxis rosas. Si algo caracteriza al taxi capitalino es que siempre cambia para que nada cambie. Incluido que nadie puede formarse y tramitar una concesión frente a la autoridad: o la compra en el mercado negro porque en teoría las concesiones no son negociables, o se espera a los meses previos a las elecciones para que a través de organizaciones se haga de unas placas a cambio de ciertas obligaciones políticas durante la campaña y el día de la elección.

No puedo decir que esto haya desaparecido con el surgimiento de Cabify, Didi y Uber, pero hoy las placas de taxi resultan menos atractivas que en el pasado. Los líderes están incómodos y además pulverizados: no hay una gran organización que articule a la mayoría de prestadores de servicio y no hay incentivos para corporativizar a los concesionarios. Lo que sí es evidente, es que algunos dirigentes han logrado algún tipo de acuerdo político con la Secretaría de Movilidad: lo demuestran las más de 150 reuniones que la Semovi ha tenido con ellos en solo un semestre. Contrasta con las escasas reuniones con operadores de “apps”: sobran los dedos de las manos para contarlas.

El resultado de estos meses: se aligera la revista vehicular, es decir, la revisión física y mecánica de los taxis; pero se establece para los vehículos registrados con aplicaciones. Los taxis no están obligados a ningún tipo de control georreferenciado, pero a las apps se les piden los datos precisos de cada viaje que realicen, de origen a destino, algo que invade la esfera de los datos personales y carece de un beneficio público, al menos en comparación a lo que ofrecerían los datos agregados y no personalizados.

En aras de buscar un “piso parejo” para que los servicios privados (apps) y los públicos (taxis) compitan, la autoridad busca elevar el nivel de la regulación para unos (apps), aligerarlo para otros (taxis). Sin embargo, lo que está ocurriendo es una tragedia en términos de regulación: en un caso pareciera que la misión es regular por regular; en otro, desregular por desregular, pero en ninguno de los dos casos la misión principal, proteger al usuario, está presente.

En distintos momentos de la historia de los taxis hemos escuchado anécdotas terribles: asaltos, violaciones, secuestros, asesinatos. Los años noventa fueron muy peligrosos. Esto empezó a mejorar hace unos años pero nuevamente se ha deteriorado. La noticia más reciente, el secuestro de una joven empleada de una pizzería que fue secuestrada y asesinada por un taxista del que no tenemos rastro... pero con las políticas de Semovi no hay ninguna garantía de que esta situación cambie de aquí a 2024.

En Puebla, un conductor de la empresa Cabify abusó de una pasajera y la mató en septiembre del año pasado. La existencia de registros electrónicos permitió dar con el asesino. Políticas más estrictas en el reclutamiento, capacitación y control de los choferes deben evitar estos crímenes. El que haya justicia es fundamental. En el caso de la chica que corrió la misma suerte a cargo de un taxista, no sólo no habrá esos mecanismos de control para manejar un taxi, sino que tampoco existirán los mecanismos para rastrear el viaje de la pizzería de Xochimilco al Ajusco, y dar con el homicida.

Nuestras autoridades se están convirtiendo en un problema superior a los problemas mismos que ellos debieran estar atendiendo: se ponen creativos, obedecen a intereses, no entienden el problema de fondo, y para colmo son soberbios y se niegan a aceptar otras alternativas. Hoy nadie puede acusar una responsabilidad de Andrés Lajous, titular de la Semovi, en el homicidio de Daniela Ramírez Ortiz, pero con el paso del tiempo, con decisiones inadecuadas, serán los responsables culposos de crímenes como éste que, lamentablemente no cederán si no establecemos otro tipo de controles.

Al final de cuentas, tanto para ser chofer en una app o en un taxi, se requieren cualidades similares: manejar bien, conocer la ciudad, ser amable y tener un auto en buenas condiciones. Si lo que se quiere es proteger a los taxistas, lo que hace falta es un plan que les permita no sólo mejorar su ingreso presente, sino facilitar la seguridad social, el retiro y el reemplazo de su equipo de trabajo. Por ello sugiero enfocarnos primero a mejorar el servicio al usuario, luego asegurar un plan de carrera para los taxistas, y ya después podemos discutir las ideas geniales de Lajous.