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Salvando Al Godín del Autosabotaje

O cómo afectan los estilos de apego a nuestro trabajo. | Aniela Cordero

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Escrito en OPINIÓN el

Lupe está concentrada haciendo números para poder entregar el reporte que les pidió el cliente lo antes posible, tiene los históricos, los correos y ya se puso sus audífonos en señal de “no me toquen, ando chida”. Mientras, el Yorch está (según él) dándole seguimiento a un contrato con un cliente, pero no deja de revisar su correo cada 3 o 5 minutos; no quiere sorpresas en el proyecto y si el cliente se va a quejar, quiere ser el primero en saberlo.

Carlos, por su lado acaba de llegar y se pone a ayudarle a Lupe con los números, en lugar de hacer una presentación que se supone debió de entregar hace 3 días, pero está seguro que los números de Lupe están todos mal. En eso, entra corriendo Clau con 3 folders y papeles en las manos diciendo que no sabe cómo va a terminar todo el trabajo que tiene para hoy, más los pendientes que tiene atrasados. Se sienta en su escritorio y… quiere saber qué tipo de posada organizar según su estado de ánimo. Gracias, Buzzfeed.

Al final del día, tenemos a Lupe con el reporte terminado y en una junta con el jefe para ver cómo van con el proyecto. Yorch está de malas porque encima de todas las quejas del cliente, ahora tiene que terminar un reporte que le pidieron y ni siquiera le tocaba hacerlo. Carlos está pensando en renunciar por enésima vez porque ya le tronaron un cuete en el fundillo por no entregar las cosas a tiempo, y Clau sigue con montañas de pendientes, pero está ordenando por tercera vez su escritorio mientras publica fotos del “antes y después” en Facebook.

Si nadie tiene a una Lupe, un Yorch, Carlos o Clau en su oficina, o no se identificó hasta ahorita con ninguno de ellos, que arroje la primera piedra (yo no, porque vergonzosamente sé exactamente con quién me identifico).

¿Qué tenemos ante nosotros? Tenemos, mis queridos Godínez, los diferentes estilos de apego hacia el trabajo. Vamos a desmenuzarlos, y tal vez sepamos a quién nos parecemos, y qué podemos hacer al respecto.

Como primer sujeto de estudio, tenemos al buen Yorch (a Lupe la vamos a dejar al final, pero no le digan, sigue con los números). Yorch representa el estilo ansioso-preocupado, y está revisando su correo a cada rato, el celular, y se asoma a la oficina de su jefe para ver si sigue sonriendo o ya puso cara de “bailó Berta”. ¿Por qué? Porque tiene miedo de que los demás estén molestos, ya sea con él, con algo que hizo él, o con algo que no tiene nada que ver con él. No puede hacer lo que le toca ni concentrarse en su trabajo por estar más preocupado en lo que pueda llegar a pasar y en darle una rápida contención, que en lo que sí puede hacer. Además de no poder decirle que no a nadie por el bien de tener a todo el mundo contento.

Pobre Yorch. Sus nervios no lo dejan dormir, la gastritis no lo deja comer, y están a punto de divorciarlo porque no sabe decir que no y se queda a deshoras en la oficina haciendo chamba que no es suya. Cree que todos los correos son quejas, reclamos, o acusaciones.

Lo primero que tiene que hacer, es tomarse un tecito, respirar profundamente y decir frente al espejo: “No todos los correos son malos, y no todo va a salir mal. No hay necesidad de revisar mi bandeja de entrada cada 2 minutos”. También puede ir con Lupe y preguntarle discretamente si todo va bien con los números, o pedirle que cada que lo vea ansioso, le diga que no pasa nada y que todo va a salir bien, aunque termine poniéndolo en un post-it y pidiéndole que lo lea en lugar de preguntarle. Cualquiera de las dos funciona. También tiene que aprender a decir no. “No voy a hacer el reporte que le toca a Carlos, no voy a revisar mi correo después de llegar a casa, y no voy a dejar que me divorcien”.

Sigue Carlos. Ay Carlitos, Carlangas, Charlie… Carlos representa el estilo evitativo-arrogante. Evitativo porque hace todo menos lo que le toca, y arrogante porque a nadie lo baja de Peregrino Guadalupano. Le vale 3 kilos de pepino la fecha de entrega y cree que todo lo puede hacer mejor que los demás. ¿Qué gana con esto? Micromanagement de cómo contesta los correos, el contenido en las presentaciones y hasta de cómo saluda a los clientes. ¿Y qué hace Carlos? Se pone más rejego todavía.

Ay Carlitos. Según tú, trabajas tarde perfeccionando los reportes cuando ni datos tienen, y prefieres discutir con el jefe si la calidad de la presentación vale la pena haberla entregado 3 días tarde, que aceptar que los demás tienen razón y que también tienen buenas ideas.

Lo primerito, es cerrar el pico y escuchar a los demás, para que Carlos se dé cuenta de que también tienen puntos de vista, y que si bien son diferentes, también son buenos y se puede trabajar sobre ellos, los puntos de vista, no los miembros del equipo. Y, por amor de Dios, alguien regálele el libro de “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman para que empiece a trabajarla.

Ahora tenemos a Clau. Siguen acumulándose los pendientes y los correos en su bandeja, pero ya sabe qué taco es según su gusto en música, cómo decorar su cuarto según su signo, y qué pan de dulce es según su personalidad. Una vez más, gracias, Buzzfeed. Clau representa el apego evitativo-temeroso. Evitativo porque procrastina hasta decir basta, y temeroso porque tiene tanto miedo de hacer las cosas mal, o de molestar a los demás, que procrastina. ¿Ven a dónde quiero llegar?

Clau, se siente atascada, sobrepasada, cansada y harta, no sólo de la cantidad de trabajo y de pendientes que tiene, sino de no sentirse capaz de hacer hasta las tareas más sencillas como contestar un correo. No es de extrañar que tenga mil y tantos correos no leídos en su bandeja de entrada, cada uno con un título más urgente que el anterior ante la falta de respuesta.

Al contrario que Yorch, que apenas llega un correo y ya lo está contestando mientras siente la taquicardia y la adrenalina. Clau ve que llegó un correo, y se pone a ordenar los folders alfabéticamente. Prefiere no abrirlo, para no sufrir con lo que dice, aún si el contenido del correo era una felicitación, un FYI o un “pongo en copia a la corte celestial”, y Dios los agarre confesados.

Clau procrastina. Sus mejores amigos son Buzzfeed, el caralibro, Instagram, Snapchat, Pinterest y Twitter. Le encanta reorganizar y redecorar su escritorio para encontrarle lugar a la montaña creciente de trabajo, que pronto se convertirá en elefante, y es experta en buscar pretextos de por qué no está el trabajo hecho cada vez que su jefe le pregunta.

Clau, ve con Yorch a tomarte un tecito y sácale copia al post-it que le dio Lupe. No sólo te digas cosas como “Lo estás haciendo bien, es sólo un correo de estatus.”, haz una lista de 3 cosas que tengas que hacer SÍ O SÍ, ese día. Y no, hacer el nuevo test de BF no puede ser una de ellas, pero en su lugar puede ser abrir un correo que sabes que te da miedo (porque en el asunto no sólo viene “URGENTE”, también viene “RESPONDER ASAP”), y puedes trabajar 15 minutos en el reporte que llevas atrasando 3 semanas. Y repite esos pasos de bebé hasta que los hagas en automático, poco a poco se reducirá el elefante a montaña, y de montaña a lista de “por hacer HOY”.

Ahora que Lupe terminó el reporte, sigue ella. Lupe es a lo que aspiramos tener en el trabajo: un apego seguro. Tenía que hacer el reporte para hoy, y ya lo terminó. Ya hasta lo revisó con el jefe y está adelantando las correcciones. Checó su correo en la mañana, vio qué era importante, qué no, y se puso manos a la obra. Pablo le pidió ayudarle a revisar unos números para los de conta, pero Lupe le dijo que no (Oh.Por.Dios.), que podía ayudarlo mañana o en la tarde, pero no en ese momento. Y cuando se atoró con un par de números, le pidió ayuda a su jefe, y ¿qué creen? No se acabó el mundo, al contario, terminó el reporte antes de tiempo.

Lupe se puede tomar los tés que quiera. Pero también tiene que pedir retroalimentación. ¿Hay algo que pueda mejorar? ¿Hay algo que esté dejando de lado en lo que tenga que enfocarse? ¿Hay algo que ella sabe que debería hacer? Si Lupe nota un cambio en el tono de un correo, o en cómo su jefe se comunica con ella, no lo descarta diciendo “seguro es el estrés”, va y lo comunica, para no perder el equilibrio y no perder el ritmo.

Si somos Lupe, bien ahí. Pero si somos Yorch, Clau, o Carlos, tampoco es el fin del mundo. No porque ahorita lo seamos, significa que lo seremos toda la vida. Siempre está el té, los post-its, y cerrar el pico, para aprender de nosotros y de los demás.