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Salvando al Godín de más malas experiencias

O cómo pedir ayuda a tiempo. | Aniela Cordero

Por
Escrito en OPINIÓN el

A algunos de nosotros nos han tocado épocas en las que en nuestra vida laboral todo es incertidumbre y solamente vamos dando tumbos de trabajo en trabajo sin entender qué podríamos estar haciendo mal y culpando a las empresas de las que salimos (en algunos casos, con justa razón). Y poco a poco vamos cayendo en la desesperación y en el no saber qué hacer y mucho menos cómo mejorar.

Y nos resulta extraño, porque no es que tengamos un perfil de ventas y nos aventuremos a una posición en contabilidad. O que seamos químicos y empecemos a trabajar en sistemas sólo por ser ingenieros. Pero seguimos trabajando en nuestra área y esperando que el siguiente empleo sea el bueno, y no nos detenemos a pensar realmente en qué pasó en los anteriores para que no funcionara.

Llegados a este punto, muchas veces lo que falla es que no sabemos pedir ayuda. Al empezar un nuevo trabajo, siempre hay un periodo de ajuste. Entre que conocemos a nuestros compañeros del área, de la compañía, nuestro jefe, quién conoce los mejores chilaquiles, quién maneja el mercado negro, con quién hay que tener cuidado, y quiénes van a ser nuestros amigos incondicionales, pasa un tiempo. A eso, hay que agregarle los retos de la posición, la cultura, burocracia y procesos de la empresa, y la operación del diario que no puede detenerse.

Algunas veces es tal nuestro afán de hacerlo todo bien a la primera (por ser un trabajo nuevo y por querer demostrar que tenemos todo para quedarnos) que decimos que sí a todo y de repente nos encontramos con una montaña de pendientes, proyectos, correos y demás, que no sabemos cómo atacar, cómo priorizar y nos da miedo preguntar porque: “Van a pensar que no se hacer mi trabajo” “¿Y si me equivoco y me corren?” “Mejor veo cómo lo resuelve alguien más en lo que aprendo”. Y mientras, se siguen acumulando y acumulando las cosas por hacer y tenemos cada vez menos claridad porque cuando nos preguntan que cómo vamos, decimos que bien a todo.

No digo que haya que preguntar hasta cómo se le jala al baño, o cuántas veces hay que ver al director a los ojos sin que nos coma vivos. Pero hay que preguntar y alzar la mano si no estamos entendiendo algo y vemos que nos va a repercutir más pronto que tarde. Hay que quitarnos el miedo y el estigma de que preguntar es malo, de que tenemos que saberlo todo para hacer bien nuestro trabajo. Y por parte nuestra, hay que tener la flexibilidad de cambiar algunas mañanas que puede que no nos estén ayudando a mejorar o a aprender.

Pregunten, siempre pregunten. Total, lo peor que les pueden decir es que no saben y entonces todos aprenden.

Salvando al Godín en las Ferias de Empleo

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