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Que no se hable de la tragedia

Parece que el otrora implacable opositor se ha vuelto de piel muy sensible. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Es muy conocida la habilidad del presidente para fijar los temas de la agenda y dominar la conversación pública, ese es quizá el principal propósito de las conferencias de prensa “mañaneras” que hasta el momento han mostrado ser efectivas. También es notorio que López Obrador evita cualquier tema que se salga de la narrativa oficial y, conforme pasa el tiempo, se percibe menos tolerante ante cualquier señalamiento sobre los errores, inconsistencias o falta de resultados de su administración como en el caso de los feminicidios o el desabasto de medicamentos para niños con cáncer. Parece que el otrora implacable opositor se ha vuelto de piel muy sensible.

Es común que descalifique y arremeta contra los medios de comunicación que publican información que considera crítica, pero el pasado lunes llegó al extremo de manifestar su enojo acusándolos de andar “zopiloteando” por el seguimiento diario al número de contagios y defunciones por la pandemia -a partir de las cifras oficiales que todos los días a las 19 horas da a conocer el vocero gubernamental-, como sucede en todo el mundo por tratarse de un asunto de evidente interés noticioso.

Aunque al presidente le moleste que se hable de las más de 53 mil personas que lamentablemente han perdido la vida -de acuerdo a algunas investigaciones podrían ser hasta tres veces más y, en todo caso, estamos a punto de llegar al escenario “muy catastrófico” al que se refirió López Gatell, de los cerca de medio millón de contagios, de los 12 millones de desempleados o de los 10 millones de nuevos pobres según estimaciones de Coneval, y probablemente prefiera que la atención se centre en Lozoya o la rifa del avión presidencial, en estos momentos la prioridad no puede estar en sus niveles de aprobación o en las elecciones del próximo año. Estamos ante una tragedia inocultable en la que cada defunción representa un drama personal y familiar que también nos duele como sociedad y no podemos permitir que se normalice.

Es cierto que la pandemia no fue provocada por el gobierno de López Obrador, y tampoco es responsable de los factores de riesgo que enfrenta gran parte de la población como obesidad, hipertensión, diabetes, o de la irresponsabilidad y falta de solidaridad de quienes lo han tomado a la ligera haciendo caso omiso de las más elementales medidas de higiene y sana distancia, organizando reuniones, asistiendo a fiestas, exponiendo a sus empleados etc., pero desde luego están sujetos al escrutinio público y deben dar cuentas de sus decisiones.

Las cifras alcanzadas hasta ahora, y que seguramente continuarán creciendo en las próximas semanas, acreditan que la estrategia gubernamental basada en alargar la curva de contagios y contar con suficientes camas de hospital disponibles ha sido notoriamente fallida. A cinco meses de que se reportó el primer caso en nuestro país no se advierte una disminución significativa en la cadena de contagio, todas las proyecciones de López Gatell han sido ampliamente rebasadas, y si bien el programa de reconversión hospitalaria fue exitoso, aproximadamente 7 de cada 10 personas fallecen antes de llegar al hospital y se dejaron de atender a miles de pacientes con otros padecimientos poniendo en riesgo su salud.

También se puede cuestionar la falta de aplicación masiva de pruebas, que no se haya aprovechado la experiencia previa en otros países para prepararnos mejor y por supuesto su resistencia a promover el uso de cubrebocas. Sin embargo, quizá su mayor responsabilidad está en haber restado importancia y subestimado los efectos de la pandemia, así como en la confusión que generan los mensajes que han transmitido como se demuestra haciendo un breve repaso de las declaraciones del presidente. El 28 de febrero afirmó “no es algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza, tenemos la capacidad para hacerle frente”, 4 de marzo “hay que abrazarse, no pasa nada”, 22 de marzo “no dejen de salir”, 29 de abril “se redujo el contagio, se volvió horizontal, se aplastó la curva”, 19 de mayo “para nosotros ha sido muy exitosa la estrategia que se ha aplicado”, 14 de junio “no es echar las campanas al vuelo, no es cantar victoria, pero considero que ya pasó lo más riesgoso”, 16 de junio “ya sabemos como nos debemos cuidar, ahora vamos a poder salir  a la calle, vamos a realizar nuestras actividades como siempre y a sentirnos seguros”.