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Política exterior: no intervenir

Ojalá que, en materia de política exterior, México defina cuál habrá de ser su participación en la problemática internacional. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

La primera prueba del México de la Cuarta Transformación, en materia de política exterior, está ya a la vista. Fue el caso de la Declaración de Lima del 4 de enero en la que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se abstuvo de firmar porque se insta al presidente venezolano, Nicolás Maduro, para que entregue el poder político de su país y no asuma la presidencia el 10 de enero, toda vez que, según el documento avalado por 14 países de América –con la sola abstención de México–, afirma que las elecciones de mayo pasado en Venezuela fueron irregulares…

De inmediato la ola de críticas al gobierno mexicano fue extraordinario, tanto dentro, como fuera. Esto es, durante mucho tiempo el gobierno de México –entonces encabezado por Enrique Peña Nieto (PRI)– había expresado su inconformidad por la situación política y social venezolana y, por lo mismo, había expresado que se estableciera allá un proceso democrático y en base a los derechos humanos de sus habitantes, según su punto de vista.

El 5 de enero el presidente López Obrador dijo, a punto de regresar de Ciudad Juárez, Chihuahua, que “la política exterior de México se basará en el principio de la no intervención y de autodeterminación de los pueblos en materia de política exterior. Nosotros no nos inmiscuiremos en asuntos internos de otros países porque no queremos que otros gobiernos, otros países, se entrometan en los asuntos que sólo corresponden a los mexicanos”, dijo.

Esto es: “La doctrina Estrada” que por muchos años enarboló el gobierno mexicano priista, la de no meter la cuchara donde no le llaman a uno y no opinar de lo que pasa en casa ajena.

[‘La doctrina Estrada fue declarada el 27 de septiembre de 1930 por el secretario de relaciones exteriores Genaro Estrada hacia los representantes diplomáticos de México en Sudamérica. Esto con la intención de servir de guía ante los cambios políticos que en esa región se estaban generando, pero también sirvió como respuesta de México hacia la negativa de las naciones extranjeras a reconocer a los gobiernos mexicanos post revolucionarios.

‘En todo caso, su uso más extendido se dio en la década de 1970 (Luis Echeverría…) cuando, por ejemplo, México no otorgó reconocimiento de Estado a los países sudamericanos que sufrieron golpes de estado y se limitó a mantener o retirar sus misiones diplomáticas. Casualmente, la última vez que se aplicó fue por el gobierno de Vicente Fox ante el golpe de Estado en Venezuela contra Hugo Chávez del 11 de abril de 2002.’]

De cualquier manera los tiempos son distintos y los intereses o se fortalecen o terminan. Hoy mismo el país enfrenta la embestida del gobierno de Donald J. Trump, y frente a la construcción del muro que podría dividir a EUA de México y América Latina, en esto no pocos países latinoamericanos manifestaron su solidaridad con nuestro país… ¿lo harán ahora?

…¿Y qué hay de los agravios permanentes y amenazas de Trump hacia México? ¿Amor y paz en materia de trabajadores mexicanos allá? ¿Se habrá de defender solos porque lo de allá es política interna de otro país?

México y la Declaración de Lima

Al final de cuentas esta decisión del presidente López Obrador se ha entendido en distintos países latinoamericanos y centroamericanos como el de desvincularse de los intereses de la región en los que también hay diversidad de posiciones para el caso venezolano: los que están con Maduro y los que no están con Maduro…

Al abstenerse en la votación del 4 de enero, el gobierno de México toma posición, aunque no lo exprese; y esa posición está en favor del presidente Maduro y su gobierno. Y ya se sabe que AMLO no ve con malos ojos al presidente de Venezuela, al que invitó y defendió por su asistencia a su toma de posesión el primero de diciembre pasado…

Pero también hay otra señal: México en este caso no va con Estados Unidos y su política crítica al régimen venezolano. Mike Pompeo felicitó a distancia la Carta de Lima porque es parte de la política exterior estadounidense y en esto, lo de México, también es forma y es fondo.

Ojalá que, en materia de política exterior, México defina cuál habrá de ser su participación en la problemática internacional: la de dejar pasar-dejar hacer, o la de participar para instar a la solución de los conflictos de otros países o entre países, de la misma manera que en caso necesario México reciba la ayuda de quienes correspondan a las señales mexicanas.

Y está el tema de la fuerza regional. De 1994 a la fecha –luego del Tratado de Libre Comercio de América del Norte- los países latinoamericanos vieron con enojo la decisión preferencial de México hacia los países del norte. Y desde entonces México dejó de ser referencia para Centroamérica y Sudamérica. Y este clavo está ahí, porque existen más afinidades con Latinoamérica que con la América sajona. Aunque en lo comercial los gobiernos mexicanos han empeñado su alma con el país del norte.

Y para seguir en línea de la ‘no intervención y la autodeterminación’, el 7 de enero, durante la XXX Reunión de Embajadores y Cónsules de México en el mundo, el canciller Marcelo Ebrard les precisó que habrá un rediseño de la política exterior a partir de lo que marca la Constitución…

Lo dijo así: “Cooperación para el desarrollo, solución pacífica de los conflictos y no intervención; aunque –dijo- no intervención no significa pasividad, pero sí significa respeto a los países…

“Habrá que fortalecer la relación con América del Norte, pero también con Centro América y con las diversas regiones del mundo como Europa y Asia…”.

Ojalá que en todo esto, se escuche la opinión de los expertos ahí presentes, muchos de los cuales conocen la letra chiquita de lo que ocurre en el mundo y cuáles son las debilidades y fortalezas de la participación del gobierno mexicano en política exterior. Él parece que no, y sólo sigue impulsos.

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