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Nuestra “comunicación política”

La política no debe estar divorciada de la sociedad. | Fernando Díaz Naranjo

Por
Escrito en OPINIÓN el

Referirnos a la comunicación por sí misma es ya un tema complejo, pero en concordancia con la política resulta todavía más complicado. No obstante, y de acuerdo con varias interpretaciones la que considero más integral es la de la doctora Georgina Sosa Hernández, académica de la UNAM que refiere la comunicación política como:

“…el conjunto de discursos, símbolos y/o contenidos de interés colectivo que se intercambian, confrontan y contrastan en la esfera pública y cuyo impacto se ve reflejado en la toma de decisiones. La interacción que se genera de ese conjunto, mediante la generación de mensajes persuasivos que se articulan y masifican a través de los medios está orientada a obtener, conservar y/o legitimar el poder político. La comunicación política así vista funge como un canal de transmisión de mensajes entre los gobernantes y los gobernados”.

En una sociedad como la nuestra con múltiples dificultades económicas, sociales, culturales y políticas, la comunicación política debería ser el elemento estratégico que advierta, por un lado, las necesidades reales de la población y por el otro lado, las acciones materializadas en política pública del gobierno en turno, a través de dicho intercambio comunicativo.

No obstante, la comunicación como elemento eficiente de intercambio, difusión y contraste de opiniones, ha sido absorbido en gran medida por la política, así la comunicación “política” desde la esfera del poder público se circunscribe a lo que el gobierno en turno interpreta en torno a una ideología, a un proyecto político o inclusive a metas, sean estas colectivas, grupales o personales.

Es decir, la esencia de la comunicación política se ha perdido para colocarla como la estrategia planificada de exponer a la población la sociedad “ideal”, los proyectos que, muchas veces sin consenso, se consideran los más idóneos para desarrollarlos como metas de gobierno. Es decir, la comunicación política mediante mensajes persuasivos, diseñados y analizados pueden hacernos ver una realidad distinta al entorno cotidiano.

La perversidad de este tipo de comunicación no puede ser necesariamente permanente, pero, desde el poder público sí puede ser implementada para diversos fines. Uno de ellos el electoral.  Me explico.

La comunicación desde la política se ha convertido en una herramienta que, en elecciones, puede visualizarse con ciertos tintes que buscan vestir bien al gobierno en turno y exponer a lo que se considera “oposición”, buscando permear en la población o, mejor dicho, en las y los posibles electores un cierto “razonamiento” que lleve a influir en la decisión de su voto el día de la jornada electoral.

También, la comunicación desde la política, ya no es un caso exclusivo de México, es en ocasiones el referente de desinformación, o peor aún, se determinan la exposición de temas que, en apariencia, solo son distractores para desviar la atención de problemáticas reales que se viven en la sociedad.

A estos parámetros la política, desde hace varios años, ha llegado. Esta desvinculación entre la población, sus demandas y la atención del gobierno en turno va erosionando paulatinamente su confianza y la esperanza de la ciudadanía que, cansada, llega a manifestarse en el único espacio que sabe y conoce en el que se hará escuchar: su voto depositado en la urna.

Ejemplos de esta desconfianza se han visto desde las elecciones presidenciales de 2000; 2012 o 2018 en el que ha existido alternancia en el poder; o en elecciones intermedias como la que acabamos de observar el pasado 6 de junio de 2021.

Recompongamos la política, no debe estar divorciada de la sociedad; recompongamos la comunicación para empatar con la población.  La comunicación política debe ser el referente de intercambio y de debate abierto de opiniones en la búsqueda de la mejor toma de decisiones que beneficien a la sociedad.