Main logo

Lecciones de las elecciones

Este gran ejercicio de participación ciudadana nos ha dejado muchas lecciones que apenas vamos desmenuzando. | Elena Estavillo Flores

Por
Escrito en OPINIÓN el

Pasaron las elecciones y una buena parte de la discusión pública sigue tratando de declarar ganadores y perdedores, vencedores y vencidos. Como siempre, hay una parte de razón en cada narrativa, pero en donde falla ese enfoque es en ver el árbol y no el bosque. Las elecciones no son una pelea de box donde el único objetivo es declarar un campeón. 

Estoy convencida de que este gran ejercicio de participación ciudadana nos ha dejado muchas lecciones que apenas vamos desmenuzando.

La primera y más visible: que nuestra incipiente democracia sigue dando señales de vida.  

Elegimos el camino de las instituciones, el de las reglas que nos hemos dado: el llamado al voto, la participación ciudadana, la confianza en las autoridades electorales, los acuerdos entre los partidos que decidieron sumar fuerzas. El México civilizado se levantó sobre el México bronco.

Sin duda el INE se fortaleció, al mismo tiempo que nuestra conciencia ciudadana. Seguramente fuimos muchas las personas que acudimos a votar con optimismo sabiendo que nuevamente nuestras vecinas estaban a cargo de recibir y contar los votos, confiando en esta movilización portentosa que se echa a andar en cada elección, garantizada por una autoridad independiente.

A dos semanas de las elecciones tenemos un país en paz, con resultados aceptados –salvo pocas excepciones que, además, se impugnan por cauces legales–, lo que patentiza también que la alternancia se ha normalizado, además de que confiamos en el árbitro y en las reglas.

Sin embargo, no debemos olvidar que llevamos décadas de partidos y candidates cuya mayor oferta política ha sido sacar a los anteriores del poder. Se trata de una película que hemos visto muchas veces donde cambian los actores, pero no la trama, y que no tiene un final feliz. La alternancia es un medio, no un propósito en sí mismo. Escuchar las demandas diversas de la sociedad expresadas en el voto es fundamental para que los gobernantes electos puedan tejer una nueva historia. 

Por otro lado, gracias a una larga lucha por los derechos políticos de las mujeres, con 6 nuevas gobernadoras electas, por primera vez tendremos 7 mujeres a la cabeza de gobiernos estatales en México al mismo tiempo. Es un número todavía muy bajo, pues no llega al 20% de los estados, pero en toda nuestra historia, habíamos alcanzado apenas a tener 3 gobernadoras simultáneamente. Con este precedente, cuando se renueve el resto de los gobiernos estatales en las siguientes elecciones, podremos esperar otro salto significativo rumbo a la paridad. 

En la Ciudad de México, donde se renovaron al mismo tiempo las 16 alcaldías, tendremos 8 alcaldesas, es decir, una representación paritaria.

Ahora bien, debemos ir entendiendo que los objetivos de la paridad de género y la agenda feminista no van de la mano necesariamente. Los dos son importantes, pero hay que promoverlos por separado. No es responsabilidad exclusiva de las mujeres tener una agenda de inclusión, lo que pareciera desprenderse de los reclamos que se hacen específicamente a las candidatas. La inclusión y la perspectiva de género es responsabilidad de todos y nos han quedado a deber tanto partidos como candidatos en estos temas. 

Esta es una agenda pendiente y aunque haya estado fuera de la mayor parte de las campañas, es y será responsabilidad de las candidatas y candidatos electos. Estaremos vigilando.

Una última lección que quiero mencionar, sabiendo que quedan muchas más en el tintero, tiene que ver con la pluralidad.

Insistir en calzarse la corona del ganador lleva a pensar equivocadamente que existe una especie de legitimidad para imponer una sola visión del mundo sobre otras. Sin embargo, lo que nos dicen las elecciones es algo totalmente distinto. Las contiendas cerradas, así como los estados, municipios y alcaldías donde se dio la alternancia entre partidos nos hablan de un país diverso, en el que conviven distintas opiniones y aspiraciones; pero también exigente y presto a depositar su voto en nuevas alternativas al sentirse defraudado.

Incluso quienes resultaron elegidos deben estar conscientes de que los votos recibidos obedecen a razonamientos muy diversos: está el voto de castigo y desencanto, junto al de ratificación y esperanza; la confianza en una persona más que en un partido o en una propuesta; el voto útil por la opción menos mala, que no entraña convencimiento; el rechazo a más de lo mismo y a los impresentables; y también el ruido de las campañas de desinformación y las acciones locales de presión.

Muchos de estos votos no expresan apoyo ni coincidencia plena, sino que son apenas una puesta a prueba por parte de la ciudadanía. Es indispensable que gobernantes y partidos así lo entiendan, porque tienen que responder de forma incluyente a todas esas demandas y expectativas.

Cuando comenzaban a conocerse los resultados electorales de la Ciudad de México surgió una ola de memes y mensajes clasistas y polarizantes, que rápidamente fue superada por llamados a la conciliación. Creo que esa es una rica manifestación dialéctica de la sociedad. 

La diversidad de nuestro país está allí y es una de nuestras mayores riquezas. Depende de la madurez política vivirla como pluralidad, tolerancia e inclusión o como confrontación. Es obvio el camino que necesitamos y que a gritos demanda la sociedad.