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Las tres muertes de Marisela Escobedo

Marisela Escobedo cayó y se levantó muchas veces, hasta que la ajusticiaron. Hasta que un feminicida ya no le permitió levantarse más. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

"Las tres muertes de Marisela Escobedo", el excelente documental dirigido por Carlos Pérez Osorio, con Karla Casilla Bermúdez como jefa del equipo de investigación, ya está en Netflix. Una reconstrucción minuciosa de las batallas de Marisela (contra viento y marea), en la búsqueda de justicia para su hija Rubí Marisol. Hasta esa noche en la que Marisela también fue asesinada. El documental es una denuncia implacable de la impunidad y sus constantes violencias, pero es también un entrañable homenaje a la vida de una madre, a quien el dolor convirtió en un ejemplo de luchadora social.  A sus palabras, a su valentía, su  valor imparable. Su amor por su hija y por su familia. Un homenaje "a un símbolo de la lucha por la justicia".  A Marisela tenemos que seguirla escuchando: "Buenas tardes mi nombre es Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí Marisol Fraire Escobedo, y le he perdido el miedo a todo... Le he perdido el miedo a la muerte... quiero que mi hija donde quiera que esté sepa que la amo y que no voy a dejar de luchar hasta que se le haga justicia". 

La madre cubre su cuerpo con cartulinas grandes con la foto y el nombre de su hija asesinada a los 16 años. Convoca. Pide justicia. Marcha. Por horas, días, meses, la madre marcha rodeada de su familia, amigos, activistas. Cuando Juan Manuel Fraire fue a buscar a su hermana a la casa en la que vivía con Sergio Rafael Barraza y su niña, no había nadie. Cuando encontró  a  Sergio en la casa de su madre y le preguntó por su hermana, su "cuñado" le dijo: "aquí no está, se fue con otro vato". Sabían que no era verdad. Pasó un mes antes de que Marisela lograra hacer la denuncia por la desaparición de su hija. 

"Ahora mi hija no está, pero estoy yo señores para hablar por ella y defender sus derechos... Los hombres que acostumbran a violentar a las mujeres van a saber, que las penas, no nada más están plasmadas en un papel". Fue Marisela, apoyada por sus hijos y familiares,  quien llevó a cabo la investigación que les permitió hallar a un testigo del horror de aquella noche. El joven respondió a los llamados públicos de Marisela, necesitaba decir lo que sabía: "A mí ya me mataron a un hermano, mi mamá me dijo que tuviera el valor y que dijera". Aceptó, además, testificar durante el juicio en contra de Sergio Rafael Barraza, al que primero, claro, había que encontrar.  

"Es que es muy feo lo que le voy a decir... llegó  Rafael muy alterado, que quién lo podía acompañar a traer unos muebles ... dos personas se fueron acompañándolo". Regresó el hermano de Sergio Rafael Barraza y les dijo: 'Mi carnal, se quebró a su ruca, a Rubí... Detrasito de ellos llegó Sergio Rafael. Le preguntaron ellos: 'sí, dijo, la maté, fuimos a tirarla a las marraneras, la metí en un tambo de basura y la quemé'". Marisela sabe quién es el  feminicida de su hija. Rafael,  su ex pareja, el padre de su nieta. Sabe cómo la mató. Como arrojó su cuerpo quemado en un área donde se arrojan los desechos. Pero el feminicida "se dio a la fuga" y la policía es incapaz de dar con él.  La desesperación y el horror, pero también los videos familiares en el mar.  La fiesta de cumpleaños de Rubí que mira a la cámara con su vestido y su moño rosas. Las memorias cotidianas de "una familia de siete".

"Éramos una familia muy unida, si yo tenía que salir a trabajar mi hijo mayor se hacía cargo de la comida, el otro se hacía cargo de ellas, porque yo trabajaba en la noche como enfermera", dice Marisela. Las declaraciones de los hermanos mayores: Juan Manuel y Alejandro Fraire Escobedo. "Era la más chiquita, la chiflada de la casa". El director construye el documental en el vaivén de tiempos: la belleza de la vida, la brutalidad del feminicidio impune. Toda guapa Marisela el día del matrimonio de su hijo. Rubí agita su manita sentada en la arena. Marisela en el mar. Cuando todos estaban vivos, cuando todos estaban juntos.

Rubí conoció a Sergio Rafael cuando ella tenía trece años y el 21. La convenció de irse a vivir juntos y poco a poco fue aislándola de su familia. Apropiándose de su vida. Hasta el día de su "desaparición" en el mes de agosto del 2008. Para cuando Marisela logra ubicar dónde se ocultaba el feminicida (ella, porque la policía fue simplemente incapaz de hacerlo), la historia se repetía: Sergio Rafael vivía de nuevo con una joven menor de edad que ya estaba embarazada. Ruth Fierro, abogada de la familia Escobedo denuncia a Sergio Rafael porque se llevó a la hija de Rubí sin su autorización. Cuando lo detienen comienza a gritar "yo no la maté". Después confiesa, les dice dónde arrojó el cuerpo. La asesinó porque iba a dejarlo. Marisela busca los fragmentos del cuerpo de su hija. "Ver ahí a mi mamá buscando huesos", dice Juan Manuel, con esa voz tan entrañable y tan triste. 

Comienza el juicio. El feminicida ya confeso pide perdón. Lo que parecía estar en discusión era la longitud de la sentencia, se pedía la pena máxima. "Este hombre este día, deja de existir para mí, se los dejo a ustedes", dijo Marisela durante el juicio. Ella logró entregarlo,  aún confiaba en la ley. De golpe, la madre, la familia, miles de personas atónitas escuchamos estas frases inimaginables: "El tribunal absuelve por unanimidad a Sergio Rafael Barraza Bocanegra". Por "unanimidad".  Y ese grito desgarrador de Marisela, ese grito de madre herida. Desesperado, feroz. El feminicida confeso de su hija regresaba a las calles. "Ayer me la volvieron a asesinar estos jueces, ayer volvieron a darle muerte con su veredicto".

Se enteraron de que Sergio Rafael se había unido a  los Zetas. Juan Manuel supo que todos estaban en peligro. Era el mes de diciembre, Marisela toma la plaza frente al palacio de gobierno de Chihuahua. Arma su casa de campaña. Anuncia que allí, con quien quiera acompañarla, va a pasar la navidad. El 16 de diciembre de 2010 un carro se detiene, un sujeto baja, Marisela lo ve e intenta cruzar la calle. Es de noche. El sujeto dispara. El cuerpo de Marisela cae sobre el asfalto. Una cámara capta de lejos el segundo feminicidio del que fue víctima la familia Fraire Escobedo. "Junté a mis hermanos y nos fuimos para Chihuahua esa misma noche, a recoger el cuerpo de mi mamá", dice Juan Manuel. Quemaron la maderería de la familia. El cuñado de Marisela fue torturado y asesinado. Los crímenes quedaron impunes. Dos años después del feminicidio de Marisela, Sergio Rafael Barraza murió en un enfrentamiento entre el grupo criminal al que pertenecía y militares. 

La cadena inimaginable de ineficacias, irresponsabilidades, errores, indiferencias. La impunidad más dolorosa e indignante. El documental nos regresa a los videos de familia. La cotidianidad. Los festejos. Los juegos. La vida. "Absuelto por unanimidad", decidieron los jueces. Ni siquiera una/o de ellos se opuso al veredicto. Ni siquiera uno. "Canción sin miedo" de Vivir Quintana cierra el documental. Es estremecedora y ya es un himno contra la violencia feminicida y contra toda forma de violencia contra niñas, adolescentes y mujeres. 

Gracias a Carlos Pérez Osorio, a Karla Casilla Bermúdez, a Amado López por la música, a Axel Pedraza por la fotografía, a Ricardo Poery por la edición, a las productoras Sara Rafsky,  Ivonne Gutiérrez y Laura Woldenberg, Marisela Escobedo cayó y se levantó muchas veces, hasta que la ajusticiaron. Hasta que un feminicida ya no le permitió levantarse más. Sus palabras, su sonrisa y la de su hija Rubí Marisol en los años felices,  son una puñalada en el corazón mismo del sistema de  "justicia" mexicano.