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Las buenas y las malas feministas

Columna: Desde mi espacio

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Escrito en VERACRUZ el

Estimadas lectoras y lectores de La Silla Rota Veracruz, esta cuarentena he pasado más tiempo de lo habitual en redes sociales, específicamente en Twitter, y he podido percatarme de las peleas que siguen existiendo entre “las buenas y las malas feministas”.

Estas etiquetas no son nuevas. Históricamente las mujeres hemos sido segregadas, perseguidas, castigadas y condenadas. Recordemos que “a las brujas no las quemaron por malas: las quemaron por inteligentes, rebeldes, por ser mujeres libres”. Esto es algo que en la actualidad continúa reflejándose. Las mujeres que no entran dentro de la norma de “sumisa y devota” son vistas como “malas mujeres”.

Cuando los hombres describen a la mujer ideal, sólo sacan a relucir que quisieran tener una empleada doméstica que les limpie la casa, les cocine y les lave la ropa. Una mamá que termine de criarlos y una niñera que tolere sus berrinches. Pocas veces describen a una compañera de vida. 

De la misma forma en la que el patriarcado ha etiquetado a las mujeres, también lo ha hecho con las feministas. Incluso, los hombres han creado una fantasía utópica: “la buena feminista”. Una mujer trabajadora que sigue sin salirse de la norma.

El feminismo siempre ha sido por y para mujeres. En las primeras olas de este movimiento podíamos observar a mujeres luchar por el derecho a votar, a estudiar, a divorciarse, etcétera. Sin embargo, pareciera que no conocemos o hemos olvidado la historia. Estas mujeres jamás se manifestaron de forma pacífica, ellas fueron encarceladas y asesinadas por luchar a favor de sus derechos humanos. 

En la actualidad existe el debate eterno de las “buenas maneras para manifestarnos”, “de las formas educadas”, “de los discursos políticamente correctos”; en resumen nosotras tenemos prohibido expresar nuestra rabia, enojo, coraje y tristeza. Cuando quisimos visibilizar la violencia que vivimos, a través del arte, del baile, de la poesía, de la pintura, de la música y del canto, nadie nos escuchó.

Los hombres se desgastan en querer explicarnos cuándo, cómo y de qué forma manifestarnos. A ellos no les importa si nos siguen asesinando. Lo más valioso es cuidar los monumentos y las calles; no importa si a unas cuadras aún quedan rastros y sangre de mujeres asesinadas, mientras  no afecten los patrimonios de la nación esto continuará siendo algo cotidiano y normalizado. 

Ya lo decían las mujeres zapatistas “los malos gobiernos no van a hacer nada, sólo van a hacer declaraciones y a decir que van a perseguir, pero no a los asesinos, a los violadores, a los secuestradores, sino a las mujeres que con rabia rompieron vidrios o pintarrajearon una piedra. Así está el sistema capitalista patriarcal, hermana y compañera. Así está la cosa que vale más un vidrio o una pared rayoneada, que la vida de una mujer”.

Por eso es tan criticado el feminismo que busca la liberación de la mujer dentro de este sistema patriarcal que nos oprime a través de la prostitución, los vientres de alquiler, la pornografía y todo lo que se ha vendido como propaganda empoderante para el consumo de los hombres. 

A las mujeres feministas ya no nos preocupa lo que piensen de nosotras, de todas maneras seremos criticadas, señaladas, acosadas y expuestas. No podemos seguir  perdiendo tiempo y energía en temas que sólo nos intentan separar. Nosotras tenemos mucho trabajo en la agenda feminista. Muchas redes que tejer, muchas mujeres que apoyar y muchas bocas que alimentar. Por eso enfrascarnos en discusiones en redes sociales que sólo siguen alimentando los discursos de odio no es una alternativa para nosotras. 

Incluso para discutir por redes sociales sobre quién es mejor o peor feminista,  necesitamos estar vivas y esto, en este país feminicida, es un privilegio.