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La pandemia y la planeación urbana

La visión patriarcal de la planeación urbana es responsable del deterioro en la calidad de vida. | Leonardo Martínez Flores

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Escrito en OPINIÓN el

Día a día nos vamos percatando de la acumulación de efectos negativos y graves consecuencias generadas por esta pandemia del Sars-COV-2. En primer lugar, está por supuesto la tragedia representada por la muerte de cientos de miles de personas aquí y en muchos otros países, pero más allá de eso la crisis sanitaria también nos ha movido a la reflexión en muchos temas distintos.

En la entrega anterior reflexionaba yo acerca de los efectos de la contaminación atmosférica sobre la mortalidad por covid-19, aspecto muy preocupante ya que las comorbilidades que han estado incrementando el número de muertes en México coinciden con los padecimientos que se desarrollan en buena parte como consecuencia de los niveles históricos de contaminación atmosférica que padecemos en muchas ciudades del país. Esos efectos no son parte de una hipótesis alarmista, es algo plenamente aceptado y comprobado por la comunidad científica internacional, la cual ha tenido que reconocer recientemente que los daños sobre la salud provocados por la polución del aire han estado históricamente subestimados.   

Otros de los temas que se enfrentan obligadamente a sendas reflexiones son la nueva arquitectura y la planeación urbana. En cuanto al primero, ya han empezado a circular algunos textos que se preguntan qué cambios habrá que hacer en los criterios de diseño para hacer que el uso y reúso de los espacios ofrezcan menores riesgos de contagio, no sólo en lo que se refiere a esta pandemia sino ante las que puedan venir más adelante.

Pero en esta ocasión mi interés es poner sobre la mesa el tema de la planeación urbana, ámbito en el que todavía no se genera una reflexión fresca sobre los efectos que la estructura y la organización de las ciudades han provocado durante esta pandemia y mucho menos sobre los cambios que habría que hacer para reducir los riesgos de las que puedan presentarse en el futuro.

Los aspectos que vale la pena analizar son muchos y se dan en diferentes escalas. En una escala humana están los relacionados, por ejemplo, con las condiciones que se deberían de cumplir para mantener el distanciamiento social y para reducir los riesgos de contagio en situaciones difíciles como en los ascensos, descensos y permanencia dentro de vehículos de transporte público; en los accesos y salidas de todo tipo de edificios en los que viva, trabaje o confluya un cierto mínimo de personas; y en accesos, salidas y permanencia dentro de todo tipo de espacios y baños, tanto públicos como privados. 

En una escala urbana, muchos de los temas llamados a reflexión coinciden con los que se suelen abordar en el permanente debate sobre cómo mejorar el funcionamiento de las ciudades, debate en el que conviven todo tipo de posiciones y confusiones.

En lo personal sigo pensando en mucho de lo que sugerí en una tesis académica presentada en Europa en 1993, para incrementar la eficiencia de los ecosistemas urbanos. En aquel documento el eje de la discusión era la variabilidad espacial de la productividad laboral y la idea era la de identificar los factores espaciales y los mecanismos a través de los cuales dichos factores incidían sobre el desempeño físico y emocional de las personas en la escuela y el trabajo. Las variables cruciales eran las distancias recorridas y el tiempo destinado a los trayectos cotidianos como consecuencias de la distribución prevaleciente de los usos y las intensidades de uso del suelo.

Justamente en esos años se gestó en Europa Occidental un interesante movimiento de mujeres que trabajaban en los ámbitos de la planeación y la administración urbanas y cuyo propósito era llamar la atención acerca de los efectos negativos de la planeación tradicional sobre la calidad de vida de la gente, en particular sobre la calidad de vida de las mujeres.

Ese frente generó una serie de documentos críticos y bien fundamentados que al día de hoy mantiene toda su fuerza y plena vigencia. Se trata del primer esfuerzo coordinado de crítica feminista a la planeación del desarrollo urbano.

Me da gusto decir que, aún persiguiendo objetivos específicos distintos, los argumentos de fondo utilizados por la crítica feminista y por la búsqueda para mejorar la eficiencia de los ecosistemas urbanos en la crítica a la planeación urbana prevaleciente, son exactamente los mismos.

En ese sentido se puede sostener que la visión patriarcal de la planeación urbana es directamente responsable de la baja eficiencia de nuestras ciudades y del deterioro en la calidad de vida de muchos de sus habitantes, pues la definición espaciotemporal de los procesos urbanos se ha basado en criterios que promueven y mantienen la desigualdad y la discriminación sistémicas.

En la práctica, esto no sólo no ayuda sino complica la vida cotidiana de millones de personas y propicia la generación de enormes impactos negativos en aspectos ambientales y sociales.

Habrá que mantener vivo el debate sobre el mejoramiento de nuestras ciudades, pero de ahora en adelante habrá que sumar a los argumentos de la eficiencia urbana los criterios que ante las emergencias como las de esta pandemia faciliten el distanciamiento social y la minimización de los riesgos de contagios. La reflexión apenas comienza.