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La culpa no era mía

¡Bien por recordarnos que la violencia nos afecta a todos y que si esta no se atiende la próxima podría ser uno de nuestros seres queridos! | Francisco Rivas

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Escrito en OPINIÓN el

Desde Chile resonó alto y contundente el canto de mujeres que no quieren ser víctimas, que no quieren que haya más víctimas, que exorcizan el dolor de haber sido víctimas o que se solidarizan con quien sufrió el dolor de ser abusada, violada o privada de la vida por el simple hecho de ser mujer.

El grito resonó con tanto poder que en varias partes del mundo mujeres decidieron repetirlo.

A estas alturas, 2019 es el año con la mayor tasa de feminicidio de la historia reciente del país.

Según datos oficiales la tasa nacional es de 0.64 feminicidios por cada 100 mil habitantes, siendo Veracruz, Morelos, Nuevo León, Sinaloa y Sonora los 5 estados con las mayores tasas. En particular la tasa de Veracruz es 200% mayor que la nacional.

En contraste, Baja California Sur, Yucatán, Michoacán, Guanajuato y Tlaxcala son las entidades con menos feminicidios. Baja California Sur por ejemplo no reporta casos para 2019 y la tasa de Yucatán es 5 veces menor que la nacional.

La Ciudad de México se posiciona en el lugar número 15 con una tasa 15% menor que la tasa nacional y el Estado de México en el lugar 18 con una tasa 22% menor que la nacional.

Si en general los datos de incidencia delictiva reflejan una parte proporcional -incluso mínima- de la realidad, debido a subregistros y falta de denuncia por parte de las víctimas, por lo que refiere al feminicidio los datos son aún más débiles.

En 2014 en el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) nos dimos a la tarea de analizar el homicidio doloso en sus varios desagregados, entre ellos el feminicidio.

El trabajo de campo nos permitió confirmar que los ministerios públicos desconocen o desacatan los protocolos en la materia, que la captación de víctimas que acuden a las fiscalías o procuradurías a denunciar violencia de género son revictimizadas y reenviadas a su ambiente de violencia sin algún apoyo y que ante casos de violencia letal dichas instituciones registran el feminicidio bajo otro rubro.

Gracias al trabajo de muchas organizaciones y la donación que desde el ONC hicimos al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) en cuanto al desarrollo de la nueva metodología de registro de delitos (SISDEL), es que a partir de 2015 los datos de feminicidio son públicos.

No obstante, mientras los ministerios públicos, peritos, policía de investigación, médicos legistas no apliquen adecuadamente los protocolos, no se investiguen los homicidios violentos de mujeres bajo la perspectiva de género, se permita a las autoridades de procuración y administración de justicia manejar políticamente los casos y resolver por criterios personales y no por lo que establece la ley, no habrá justicia para las víctimas directas e indirectas y la estadística será una mera fotografía mal tomada.

Por ejemplo, es imperativo conocer el número de feminicidios en grado de tentativa, dato que no es público y que tampoco conocen las autoridades. Esta información se refiere a una parte significativa de casos donde el agresor intentó sin éxito privar de la vida a la mujer, al no ser público desconocemos el alcance de la violencia de género y, por ende, no podemos prevenirla o atenderla a través de los programas sociales.

El feminicidio por lo general inicia con otras formas de violencia, desde los golpes hasta la violencia sexual, psicológica, económica y por lo general, ocurren en el ámbito familiar.

Otra cara de la moneda de la violencia en contra de la mujer, son las malentendidas lealtades familiares donde el mismo núcleo familiar tolera o incluso oculta abusos, violaciones y violencia. Por ello, el fenómeno de la violencia de género debe ser trabajado a la base, desde la salud pública, educación y desarrollo social, sin esperar a que esta ya haya sido ejecutada y se quiera atender sólo desde la parte represora del Estado.

Si queremos erradicar la violencia de género las personas deben importar, las víctimas deben importar.

La revictimización que se vive cuando se quiere denunciar un delito ante la autoridad es común y profunda, es nuestra culpa que nos asalten o secuestren por la ropa que traíamos o el carro que conducimos, a mayor razón cuando se trata de una mujer denunciando maltrato o violencia sexual.

Si una esposa denuncia los golpes del marido, una joven denuncia la violación cometida por un amigo en una fiesta o si una familia sufre la muerte de una madre, de una hermana o de una hija que perdió la vida a manos de un hombre, muchas autoridades buscarán descargar parte de la culpa en la víctima por sus decisiones de vida, por dónde andaba o cómo vestía.

¡Bien por recordarnos que una víctima no es culpable! ¡Bien por recordarnos que la violencia nos afecta a todos y que si esta no se atiende la próxima podría ser uno de nuestros seres queridos!

Un llamado de atención contundente por parte de personas que no quieren ser víctimas, un llamado para un Estado insensible, ineficiente e ineficaz en proteger a toda una sociedad que este año permitió que fuese el peor de su historia en esta materia.