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“Grandulones, abusivos y ventajosos”

La defensa de AMLO a Claudia Sheinbaum es un acto de mezquindad. | Adolfo Gómez Vives

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Escrito en OPINIÓN el

Ningún gobernado en su sano juicio puede desear que al país le vaya mal. Sería tanto como pretender el fracaso y el dolor para uno mismo, para la familia, los amigos y afectos.

Tampoco se le desea que le vaya mal al gobierno, pues del éxito o del fracaso de sus políticas en ámbitos como la seguridad o la economía, depende el desarrollo o el estancamiento del país, la reducción de los índices de delincuencia o su crecimiento exponencial.

Desde luego que en la idiosincrasia mexicana existe la crítica burlesca, aquella que convierte los ridículos producidos por los gobernantes en piezas para la ironía o la befa.

Allí están, para los anales de la estupidez el “defenderé el peso como un perro”, de José López Portillo, el “comes y te vas”, de Vicente Fox o el “haiga sido como haiga sido” de Felipe Calderón.

La crítica generada en el ámbito periodístico no implica el deseo de que a México le vaya mal. Por el contrario; señalar los yerros de los gobernantes constituye un mecanismo inherente a la democracia, que los gobiernos deben respetar con especial cuidado.

La crítica de la opinión pública, vertida en cualquier foro, forma parte del derecho a la libertad de expresión. Es un derecho humano entreverado a otros como el de petición o el de acceso a la información.

La crítica es también una forma de recordarle a los gobernantes que el Soberano es el pueblo —todo el pueblo— no una parte de él. El artículo 39 constitucional lo señala con toda precisión. Por eso, el Soberano tiene “en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”, que es como decirles de manera suave: “si no pueden, renuncien”.

Quienes nos gobiernan únicamente nos representan y, por tanto, están obligados a cumplir nuestro mandato, que no se agota en las urnas. Por eso deben rendir cuentas, actuar con transparencia y apego a la legalidad.

El gobierno debe velar por los intereses de los grupos vulnerables. Por eso la constitución refiere el interés superior de la niñez. Y por lo mismo son bienvenidas las políticas de apoyo a las personas mayores. Pero también se gobierna para quienes ideológicamente no concuerdan con ellos y están obligados a escuchar sus voces y sus razones.

La defensa del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum resulta, por ello, mezquina.

Ante la demanda ciudadana de mayor seguridad y ante las inocultables cifras del incremento de la violencia y la delincuencia, el presidente debería sumarse a la exigencia de un mejor desempeño.

No hay “grandulones”, ni “abusivos”, ni “ventajosos” que atenten contra la “endeble” jefa de Gobierno. El abuso y la ventaja provienen de quienes cuentan con la fuerza para hacerlo y no es el caso.

El Estado, a través de sus instituciones, debe ejercer la coerción legítima ante las amenazas a la integridad y la seguridad de los gobernados, con apego a la ley. No hacerlo, implica no entender para qué fueron elegidos ni la razón por la cual existe el Estado, como forma de organización social, política, soberana y coercitiva.

Asignaciones directas, procedimientos de corrupción

@gomezvives | @OpinionLSR | @lasillarota