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Grandes retos, grandes oportunidades, grandes retrocesos

Las demandas, compromisos y programas para impulsar la igualdad entre los géneros, han quedado olvidados y superados por lo urgente de la crisis. l Ma. Elena Estavillo

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Escrito en OPINIÓN el

“No olvides jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debes permanecer atenta durante toda tu vida”. -Simone de Beauvoir

Desde las primeras semanas de confinamiento en el mundo, circularon imágenes de distintas especies de animales paseándose por las ciudades, invadiendo jardines, subiendo a los muebles, comiendo las plantas a su paso, ocupando el territorio que rápida e instintivamente sintieron libre.

Prácticamente al mismo tiempo, comenzamos a ver imágenes de foros, grupos de discusión, publicaciones colectivas, reuniones gubernamentales o empresariales de alto nivel, exclusiva o abrumadoramente masculinas.

No es algo nuevo, pero poco a poco habíamos ido ganando en igualdad, abriendo puertas para las mujeres. Y de pronto, damos un salto al pasado. No puedo evitar pensar en los zorros, cabras y pumas tomando las ciudades, cuando veo los espacios públicos colonizados por varones. 

Lo grave es que estas imágenes son sólo un reflejo de lo que está ocurriendo en lo público y lo privado. Las demandas, compromisos y programas para impulsar la igualdad entre los géneros, para muchas personas han quedado olvidados y superados por lo urgente de la crisis de salud y la económica.

Hago una acotación para aclarar que esta reflexión está enfocada en la pandemia, pero consciente de que la agenda de igualdad de género ya se venía vulnerando notoriamente desde antes de la crisis de salud, lo cual merece su propio análisis. 

El confinamiento, junto al cierre de las escuelas, guarderías y otros centros de cuidados, han generado una carga para las familias que mayoritariamente ha sido absorbida por las mujeres, rivalizando con sus responsabilidades laborales. Algunos estudios ya muestran los efectos de esta injusta distribución, como por ejemplo en el caso de las revistas académicas, donde hay un descenso en los artículos realizados por mujeres, frente a un incremento en las investigaciones de autores hombres (https://www.theguardian.com/education/2020/may/12/womens-research-plummets-during-lockdown-but-articles-from-men-increase). Se infiere aquí no sólo que el encierro ha disminuido el tiempo o la atención que las académicas pueden dedicar a sus investigaciones, sino que la misma circunstancia ha permitido que los académicos sean más productivos o bien dediquen más tiempo a su labor profesional. En todo caso, se observa que los beneficios en productividad que se derivan del teletrabajo están siendo apropiados por los hombres, aunque esos resultados se deriven de las enormes contribuciones de las mujeres frente a esta circunstancia excepcional.

En tiempos difíciles como los que estamos viviendo, puede entenderse como una respuesta emocional el regreso a la familiaridad de los lugares comunes, del terreno conocido, en este caso el rescate de los roles de género donde la voz cantante de la autoridad es masculina, en vez de asimilar las evidencias, cuestionar nuestros patrones de conducta y explorar caminos nuevos. 

De hecho, la perseverancia en las creencias, también llamada conservadurismo intelectual es un sesgo cognitivo que lleva a las personas a mantener una convicción a pesar de contar con evidencia sólida que la contradice.  

Y vaya que tenemos pruebas de que la participación de las mujeres mejora la toma de decisiones con soluciones innovadoras, incluyentes y pacíficas, y resultados de largo plazo. Frente a ello, pareciera un balazo en el pie cerrar el paso al talento y la experiencia de las mujeres para encontrar vías de salida de la crisis.

No sólo tenemos la evidencia de años de que la receta sexista, vertical y excluyente no ha servido, sino que ahora también se nos muestra un camino de lo que sí puede funcionar.

Estamos atestiguando cómo los países más exitosos para enfrentar la pandemia, en términos de salud y también económicos, mayoritariamente son los liderados por mujeres, a pesar de que todavía hay una mínima proporción de presidentas y primeras ministras en el mundo.

Sin embargo, en un entorno de miedo y bajo una carga psicológica considerable, parece que nos estamos refugiando en el sistema 1 del que nos habla el Premio Nóbel en Economía Daniel Kahneman (Thinking, Fast and Slow, 2012) donde el pensamiento es rápido, automático, emocional, estereotipado y subconsciente, lo que frecuentemente resulta útil. 

El punto es que el sistema 1 es adecuado para situaciones rutinarias y repetitivas, donde los errores no son tan costosos y por lo tanto sería excesivo dedicar tiempo y esfuerzo a la reflexión consciente.

Pero ahora no estamos en esa circunstancia, sino en una excepcional para la cual no tenemos respuestas automáticas aplicables y donde nos movemos dentro de una enorme incertidumbre. Deberíamos estar usando el sistema 2 de Kahneman, que sirve para tomar decisiones conscientes después de haber detectado y controlado las intuiciones del sistema 1. Esta forma de razonar es más lenta, requiere esfuerzo, lógica y cálculo. Recaba y analiza información y se esmera en hacer contrastes objetivos contra la inercia del sistema 1.  

Esta forma de razonar nos llevaría a concluir que se requiere de todo el talento con el que contamos en el país y principalmente el de las mujeres, para poder superar esta crisis. Que las estrategias en todos los ámbitos deben tener perspectiva de género y que, para entender los fenómenos y diseñar las soluciones, es fundamental la visión feminista. 

Nuestra sociedad ha estado asumiendo consecuencias graves por la exclusión de género, en términos evidentemente de justicia y paz, pero también en innovación, creatividad, crecimiento y desarrollo.

Hagamos una pausa conveniente y necesaria para reflexionar. Los grandes retos que tenemos por delante no serán superados con las estrategias del pasado. Aprendamos de quienes lo están haciendo mejor. Excluir a las mujeres es un lujo que saldrá muy caro.