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Globalización; una ruta que se cierra

El avance en las capacidades de producción ha ocurrido al mismo tiempo que crece la inequidad. | Jorge Faljo

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Escrito en OPINIÓN el

El contexto económico internacional es cada vez menos favorable a la estrategia de crecimiento fincado en la globalización. Una ruta que no hemos abandonado pero que es cada vez más estrecha. De hecho, ya no parece funcionar para algunas de las más grandes potencias industriales.

Japón, la tercera economía más grande del mundo, después de los Estados Unidos y China, experimenta una contracción de su producción industrial que la retrae a cifras de hace tres años. Esta situación se asocia a dos factores; el primero es que elevó el impuesto a las ventas de ocho a diez por ciento y provocó una contracción del consumo. El segundo, más importante, es que sus exportaciones, fundamentalmente de manufacturas, llevan 10 meses a la baja y han caído en un 5.2 por ciento respecto al año anterior.

De acuerdo a su banco central Alemania podría encontrarse en recesión; su economía se contrajo en 0.1 por ciento de abril a junio y al parecer esta tendencia está a punto de confirmarse para el siguiente trimestre. Muy posiblemente su crecimiento en 2019 no rebasará el 0.3 por ciento. La causa principal de este bajo dinamismo es la caída en sus exportaciones de manufacturas que en agosto se redujo en 3.9 por ciento comparado con el mismo mes del año anterior.

Inglaterra por su parte también redujo su producción en un 0.2 por ciento durante el segundo trimestre y se calcula que habrá crecido en 0.3 por ciento en los siguientes tres meses. Escapa a la definición de recesión, pero son sus peores datos económicos de los últimos siete años. Sin embargo, de acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, su salida de la Unión Europea podría empujarla a la recesión en este y el siguiente año.

Italia tiene una perspectiva ligeramente peor a los anteriores. Un crecimiento de cero por ciento para 2019.

Una excepción dentro de este panorama oscuro beneficia a casi el 20 por ciento de la población mundial. Se trata de la economía de China que, aunque se desacelera, crecerá este año en un 6.1 por ciento. Esto a pesar de que sus exportaciones caerán en alrededor del 3 por ciento. Conviene aquí recordar los tres pilares básicos del notable crecimiento chino en las últimas décadas: uno, una moneda barata y altamente competitiva; dos, una fuerte estrategia de substitución de importaciones y; tres, un decidido fortalecimiento de su mercado interno sustentado sobre todo en alzas salariales que promedian el 8.2 por ciento anual en los últimos diez años.

En suma, de acuerdo a la OCDE este año será el peor desde el 2009. Un referente nefasto en el que la economía mundial retrocedió fuertemente dejando a cientos de millones empobrecidos y sin empleo.

Para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, UNCTAD, no solo 2019 será malo, sino que la situación apunta a que en 2020 pudiera ocurrir una recesión global.

La ruta que se cierra es la del crecimiento exportador en el que los mercados internos fueron despreciados y el esfuerzo se concentró en la conquista de mercados externos bajo un mecanismo esencialmente perverso. Me refiero a los préstamos al tercer mundo con los que múltiples países se endeudaron para obtener un superficial desarrollo importado. Y para pagar subastaron su patrimonio.

Bajo esa lógica México privatizó lo que era patrimonio del Estado y luego vendió al extranjero lo que incluso siendo privado era por lo menos nacional. A cambio consiguió crear un segmento moderno, exportador, que ahora se encuentra en un callejón sin salida.

Hay quienes consideran que las guerras comerciales y el creciente proteccionismo son los factores que ocasionan las dificultades para exportar y por tanto el estancamiento de la economía mundial. Lo que yo creo es que son las tendencias al estancamiento las que provocan las guerras comerciales.

El avance en las capacidades de producción ha ocurrido al mismo tiempo que crece la inequidad y se genera una triada maligna: no crecen los ingresos de la mayoría; el endeudamiento ya no aumenta el consumo y la incertidumbre obliga a la cautela en el gasto.

La recomendación de la OCDE a los gobiernos es que gasten, que generen ingreso. Los gobiernos industrializados reducen las tasas de interés hasta niveles negativos e incluso inyectan dinero fresco a sus economías. Pero no parece ser suficiente. Si algo debió enseñarnos la gran crisis económica de fines de los años veinte del siglo pasado es que la austeridad es venenosa.

No es de extrañar que también en México la producción amenaza con reducirse este año por vez primera desde el 2009. No estamos en condiciones de competir en un mercado mundial donde ni Japón, Alemania o China logran seguir vendiendo como en años anteriores.

Cierto que la economía norteamericana crecerá en cerca del 1.9 por ciento este año; pero ya no “jala” a la economía mexicana como antes. Y lo que era una relación provechosa en el esquema globalizador, ahora se convierte en fuente de incertidumbre y exigencias de cambio. ¿Firmarán el T-MEC este año? Y ¿qué hacer frente a sus exigencias donde pide democracia sindical y aumentos salariales en México?

Presumíamos de ser una de las economías más globalizadas del planeta por número de tratados internacionales y el peso del comercio exterior en la economía nacional. Seguimos siéndolo, pero lo que era ventaja ahora es pesada carga, sobre todo si no nos decidimos al abandono radical de esa inercia.

Que el mundo no crezca no justificará nuestro estancamiento. Es, por el contrario, un llamado a la acción decidida. Lo primero es una reforma fiscal que ponga en manos del Estado los recursos para invertir y dinamizar la economía, lo que implica abandonar la austeridad; lo segundo es una política industrial y agropecuaria que abra espacios a la inversión privada para sobre todo substituir importaciones; lo tercero es fortalecer el ingreso urbano y rural fuertemente reconectado al consumo de productos nacionales, lo que implica regular las importaciones y apoyar, como lo ofrece el Plan Nacional de Desarrollo, una economía social y solidaria.

Hoy existe el apoyo popular que le permitiría a este gobierno convocar a los cambios de gran envergadura. ¿Ese apoyo lo seguirá teniendo en un par de años?