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Esta crisis no es pasajera

Pareciera que se está cayendo en un falso dilema al tener que sacrificar a algunos para apoyar a otros. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

El número de contagiados por covid-19 empieza a aumentar a un ritmo acelerado en tanto que el porcentaje de letalidad ronda el 5%, por lo que estamos a unos días de entrar a la fase 3 de la pandemia -se caracteriza por brotes regionales y dispersión nacional e implicaría intensificar las medidas de aislamiento social-, y los efectos del paro de actividades cada vez se resienten con mayor fuerza en el sector económico así como en la población, al tiempo que crece la preocupación y las dudas respecto a las decisiones y capacidad del gobierno para enfrentar la crisis.

Ante esto, el presidente se muestra optimista e insiste que se trata de una crisis transitoria que vamos a remontar pronto. Ojalá así sea, pero los datos con los que se cuenta actualmente y los pronósticos que arrojan la abrumadora mayoría de los análisis dicen otra cosa y aconsejan prepararnos para lo que puede ser la crisis más severa en los últimos 100 años. No se trata de ser catastrofistas pero el optimismo excesivo y sin ningún sustento puede resultar hasta peligroso. Tan sólo en el periodo que va del 13 de marzo al 6 de abril se han perdido alrededor de 350 mil empleos y algunos cálculos apuntan a que el impacto de la pandemia puede llegar a ser de una caída del 10% del PIB con una pérdida de 1 millón de empleos.

Por su parte, la Secretaría de Salud ha estimado que el número de personas infectadas por el virus podría ser de 250 mil, de las cuales 10 mil 500 requerirían de cuidados intensivos, por lo que en este momento enfrentaríamos un déficit de aproximadamente 6 mil 500 camas de terapia intensiva y de un número mucho mayor de ventiladores en caso de que se necesitaran al mismo tiempo. Esto explica la apuesta del gobierno para que el periodo de duración del periodo de contagio sea más prolongado y por tanto la necesidad de atención sea también más espaciada, pero ello implica que el paro de actividades se alargue.

En realidad, no sabemos cuándo podremos retomar nuestras actividades y mucho menos cuánto tiempo habrá de pasar para recuperarnos de los efectos de la pandemia, pero es un hecho que no será en el corto plazo. Sin embargo, el presidente ha decidido mantener inalterado su proyecto político desestimando los llamados y propuestas que han presentado organizaciones y personalidades de distintos ámbitos y signos ideológicos.

López Obrador ha dejado pasar una gran oportunidad para convocar a la unidad y encabezar los esfuerzos de la sociedad, continúa responsabilizando al pasado, al neoliberalismo y a la corrupción de todos nuestros males -no hay que olvidar que lleva ya 16 meses de gobierno con una enorme concentración de poder-, y considera que con las transferencias directas a los más necesitados, así como con algunos apoyos adicionales como créditos, será suficiente para reactivar la economía.

No es cuestionable que se priorice a los pobres, pero pareciera que se está cayendo en un falso dilema al tener que sacrificar a algunos para apoyar a otros como es el caso de las 4 millones 200 mil micro, pequeñas y medianas empresas que generan alrededor del 80% de los empleos en el país, su margen para resistir el paro económico es limitado y se sienten abandonadas por el gobierno. Cuidar la salud de la población -también de quienes están dando la batalla en los hospitales muchas veces sin los elementos necesarios- y generar incentivos para preservar los empleos debe ser también prioridad para gobierno y sociedad. Las obsesiones ideológicas, fobias y apuestas políticas deben guardarse para otro momento que el camino es aún largo y sinuoso y demanda el compromiso de todas y todos.