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En contra de la polarización (y la corrupción de la democracia)

Atacar al mensajero desvía el enfoque y siembra la división. | Dr. Stephen D. Morris*

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Escrito en OPINIÓN el

Desde antes del inicio del actual gobierno he estado muy de acuerdo con las ideas, programas y esfuerzo del primer presidente mexicano de la izquierda. Sin embargo, me preocupa la evidente polarización política que avanza en el país, la cual debilita al actual gobierno y corrompe a la democracia.

Aunque la polarización actual se debe a varios factores, como el impacto que están generando algunos programas del gobierno sobre ciertos intereses antes privilegiados, así como el auge de las fake news y las teorías conspiratorias, entre otros, también es cierto que en parte se debe al discurso de López Obrador sobre sus adversarios. No hay duda de que el presidente está bajo constante ataque mediático con críticas fuertes, exageradas e inventadas sobre él y su gobierno (esto no sorprende a nadie, nunca ha sido diferente). Y, en réplica, él suele ocupar sus espacios informativos para hostigar y denunciar a sus adversarios, cuestionando desde sus motivos (los corruptos de antes) hasta su moralidad (bancarrota moral).

Ejemplos sobresalen. Por ejemplo, el discurso de AMLO del 9 de junio donde habló sobre la existencia de la BOA (Bloque Amplio Opositor) y la estrategia de sus adversarios para derrotar a su gobierno e –incluso– identificó a los actores centrales (aquí). Días después, el presidente recomendó públicamente que México debería tener un sistema de sólo dos partidos políticos: conservadores y liberales (aquí). En tal momento, presentó un discurso de una división maniquea simple: o estás conmigo o en mi contra. Hablar sobre sus adversarios así y promover una división maniquea, en mi opinión, tiene un efecto negativo porque contribuye a la polarización política.

Primero, porque tal discurso da cierta identidad y coherencia a la oposición mientras otorga legitimidad a su causa. Si BOA no existe como especulan muchos, entonces AMLO le dio vida y legitimidad. Sin duda, este discurso genera una tendencia para que las opiniones tomen partida pro o contra, dejando fuera cualquier posibilidad de matices. Y justamente, una de las particularidades más importantes de la democracia es su pluralidad. Al mismo tiempo, arroja a la ciudadanía de forma imperativa a elegir entre un bando y otro. En otras palabras, es una tendencia que promueve procesos cognitivos selectivos sobre las fuentes de información. Los ciudadanos tienden a aceptar opiniones de acuerdo con su lado y rechazan todo lo contrario. Así, se construye y contribuye a la polarización política, dando cuerda a la oposición y complicando o incluso mermando la gobernabilidad. Porque al final de cuentas, no creo que la polarización facilite los cambios de la 4T que exige México, sino todo lo contrario, los complica.

Segundo, un discurso centrado sobre los adversarios merma o distrae de las ideas o el análisis crítico. En vez de atacar, intimidar o rechazar a los adversarios, existe la opción de un discurso diferente donde uno habla principalmente sobre las ideas que ellos expresan y sus preocupaciones. Así, por ejemplo, si la oposición critica una política del gobierno, un discurso alternativo sugiere que el gobierno actual considere y destaque ideas que pueden o no mejorar o corregir las políticas sumando mayores éxitos de impacto, dejando de ver o juzgar quiénes las ofrecen o, peor, señalar qué hicieron ellos durante los gobiernos anteriores. Atacar al mensajero desvía el enfoque y siembra la división.

Por último, un discurso centrado sobre adversarios, el cual genera la división entre “ellos” y “nosotros”, rechaza un discurso de inclusión. Un discurso inclusivo requiere que uno reconozca y considere las ideas diferentes de los “otros”. Es admitir y aceptar de antemano que todos estamos preocupados por cierto problema y que debemos de trabajar juntos para llegar a una solución. De alguna manera, es invitarles a ser parte de la solución, al diálogo, en vez de señalarlos en diferencias tachándoles como adversarios siniestros. Por supuesto, ello significa respetar las ideas y las personas y presuponer su buena voluntad como ciudadanos, todo bajo el espíritu de la democracia, sin que con ello se deba ceder a chantajes o prebendas. Al final de cuentas, hacerles ver que sus ideas se escuchan y que forman parte del debate sobre la solución representa un paso importantísimo en la gobernabilidad del país.

Destaco, como ejemplo, el gran contraste entre el trato de López Obrador hacia Donald Trump en la política internacional y sus adversarios aquí en México. Como gringo (soy más gringo que el Taco Bell), estoy totalmente en contra del presidente actual de mi país de nacimiento. Como dicen en Inglés, I would not give him the fucking time of day! Sin embargo, a pesar de que es un idiota, racista, anti-mexicanista, sexista, arrogante, derechista, fascista, ad nausea; López Obrador trata al bully con respeto y, por ende, ha logrado, tal vez en dosis pequeñas, que Trump muestre cierto respecto a él y hacía México. Tal vez ello pueda explicar en algo por qué durante la visita de AMLO a Washington, Trump habló bien de México y su presidente (además no llevó su corbata icónica de color rojo, símbolo de poder, sino una corbata azul, la cual muestra cooperación y respeto). Con Trump, López Obrador lleva una estrategia y un discurso de respeto y de inclusión (a pesar de sus críticas, y a pesar de las diferencias ideológicas con Trump); todo para desarmar y suavizar su trato con México. Por supuesto, esto no es el estilo ni el discurso que utiliza López Obrador con sus adversarios en México. Pero, imagínense, por un lado, qué pasaría si López Obrador empleara el mismo discurso –de hostigar, de intimidar, de burlarse– con Trump, su impacto en la relación bilateral sería de gran calado. Ahora, imagínense, por el otro lado, lo opuesto y qué pasaría si López Obrador tratara a los adversarios en México como trata a Trump.

Tal vez un estilo inclusivo frente a los adversarios suena ingenuo, pero no lo es. Pues esta idea no implica la fantasía de que todos puedan ponerse de acuerdo o deban de aceptar las ideas de los adversarios. De acuerdo con la teoría de política agonística por Chantel Mouffe, (aquí), no  existe la posibilidad de llegar a un acuerdo feliz por medio de la racionalidad, como prevé el pluralismo. Pero el conflicto democrático –el cual siempre existirá– se centra entre las ideas contradictorias de la democracia (“la paradoja de la democracia”, según Mouffe), no de las personas. Por lo tanto, no sólo creo que un presidente debe de estar por encima de la política y las críticas cotidianas, sino que también debería promover una política de despolarización. Porque al final de cuentas, en mi opinión, la polarización no facilita los cambios de la 4T que México necesita, sino lo contrario, los complica.

*Dr. Stephen D. Morris

Investigador y Coordinador del Laboratorio de la Documentación y Análisis de la Corrupción y la Transparencia, UNAM, y Colaborador de Integridad Ciudadana A.C.

Integridad Ciudadana

Es una asociación no lucrativa, independiente, sin afiliación partidista, que se creó en 2008 por un conjunto de profesionistas provenientes de diferentes disciplinas. Poco a poco, Integridad Ciudadana fue involucrándose en proyectos relacionados con el análisis y el diseño de las políticas públicas de los gobiernos locales; su planeación, evaluación y fiscalización, así como con su desarrollo urbano regional y el impacto que todo ello genera en el hábitat y por tanto en la calidad de vida. Nuestro objetivo principal, es impulsar la participación ciudadana, la investigación, la docencia, la elaboración de propuestas de políticas públicas, así como fomentar la cultura de la legalidad, mediante la divulgación de opiniones informadas y responsable

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