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El Tío Sam, es el Tío Sam

Muchos piensan que con Biden, habrá cambios sustanciales en la política exterior de EU, en realidad, solo cambiará la forma, pero no el fondo. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

En esta entrega, teníamos presupuestada la tercera parte del corte de caja por la pandemia, pero la definición de las elecciones en Estados Unidos amerita hacer una reflexión sobre el contexto de los resultados.

Es interesante observar, cómo un grupo de advenedizos en México, especialmente políticos y opinadores, celebran el triunfo de Biden como propio. Asumen que con el triunfo demócrata, podrán tener una mejor posición ante los ojos del nuevo presidente y hasta apelar la absolución de los enjuiciados mexicanos en cortes estadounidenses, o que sus nombres sean borrados de las listas de investigación por narcotráfico, en caso de que se encuentren en ellas.

En su delirio por recuperar sus privilegios, suponen que la llegada de Biden, podría cambiar algunas de las cosas que Trump implementó, lo cual es una apreciación no muy acertada. Recordemos que su aversión a López Obrador los llevó a desear que, durante la visita a Washington, el presidente estadounidense, fiel a su estilo, maltratara y vapuleara al presidente mexicano. Al no suceder, tanto oposición, medios y opinadores en México, dedujeron que ambos mandatarios tenían miles de coincidencias, y que hasta lazos fraternales habían establecido. La verdad es que esas conclusiones, además de cándidas, pecaron de simplistas.

Quienes conocen la política exterior estadounidense, saben del pragmatismo de los norteamericanos en política y comercio exterior. Los opositores de López Obrador, desearían enviar a Biden una misiva para volver a revisar el T-MEC, algo que por supuesto no sucederá, pues se les olvida, que ellos fueron los primeros en agachar la cabeza en las negociaciones bajo las condiciones de Trump. 

En este contexto, vale preguntarnos por ejemplo, qué medidas tomará Biden con respecto a la guerra comercial con China. Es posible que se relaje el discurso pero no la esencia. El congreso norteamericano, sabe que hay que mantener límites sobre la ascensión del gigante asiático al escenario mundial, y una forma de hacerlo es mantener la presión comercial. Para eso fue diseñado el T-MEC.

También vale la pena preguntar qué sucederá con el muro. Trump invirtió ya en su construcción y aunque no lo terminó, el dinero ya salió del gasto público. La pregunta es si Biden solo lo olvidará, lo desmontará y tirará literalmente el dinero ya invertido. No quiero decir con esto que lo deba terminar, solo habrá que esperar a ver cuál será su decisión al respecto. Por lo pronto, ya declaró que los recursos destinados a ese proyecto, fueron tomados del gasto de seguridad nacional.

Otro tema será su posición con respecto a la migración; la pregunta aquí es ¿le retirará a México los recursos que Trump le otorgó para que se construyeran de este lado los albergues de migrantes? ¿en verdad habrá quien suponga que Biden le retirará a México esa tarea impuesta por Trump para contener la migración, especialmente la centroamericana? 

Biden ya declaró también al respecto, pero solo se centró en decir que ya no se separará a los hijos de los migrantes de sus padres. No perdamos de vista, que esa política de separación inició o cobró fuerza con Obama y que, bajo su mandato, se incrementaron exponencialmente las deportaciones de migrantes. 

Datos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de Estados Unidos, revelaron que durante la administración Obama, entre 2010 y 2012, más de 200 mil infantes migrantes, habían sido separados de sus familias y deportados a sus países de origen.

Los estadounidenses, son prácticos a la hora de los temas que consideran de importancia nacional. Y la seguridad y la geopolítica, son dos temas en los que generalmente aplican su pragmatismo, y la implementación de sus leyes dentro y fuera de sus fronteras cuando lo consideran necesario. 

Es decir, a diferencia de los países latinos, los congresistas norteamericanos, llegan a acuerdos y consensos entre demócratas y republicanos cuando se trata de temas de importancia nacional, aunque después se den la espalda.

Por supuesto, a nadie le gusta que lo maltraten y lo exhiban, y Trump adolece de la diplomacia que Biden poseé. Pero, ello no significa que habrá cambios fundamentales en la política exterior del nuevo presidente de Estados Unidos.

En todo caso, lo que los advenedizos defienden con su alegría por el triunfo de Biden, es que las exigencias ahora se harán (como ha sucedido antes) de forma amable y sin agresiones verbales (en público). Es decir, les gusta que les hablen bonito, aunque terminen sometidos, algo a lo que se acostumbraron, pues no tardaron en demostrar su servilismo de adhesión incondicional. De ese talante, son nuestros exgobernantes.

No olvidemos que si algo hacen bien los estadounidenses es aplicar su ley, la cual, entienden, tiene alcances planetarios. Pues a la hora infiltrar a la CIA o la DEA, promover un golpe de Estado, realizar una invasión, sancionar comercialmente a las naciones o intervenirlas, lo mismo da si el presidente es demócrata o republicano. 

Pero no se confunda amigo lector, no intentamos decir aquí que Trump es mejor que Biden o viceversa. De lo que hablamos es, que en política, el Tío Sam, es el Tío Sam. Biden es solo un respiro para las naciones en los términos en los que se podría llegar a negociar con el nuevo presidente. Y así lo esperamos.