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El tercer Estado

El Tercer Estado son países en la órbita de naciones, con una amplia demanda de personas que desean ingresar a ellas para establecerse, | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

El olor a mango inunda la carretera. Entre los bordes de Oaxaca y Chiapas se cultivan toneladas del fruto carnoso amarillo que año con año, entre abril y junio, llegan a miles de hogares en México y el mundo.

La zona es conocida como la capital mundial del mango, y por decenas de años, era un espacio habitual por donde transitaban miles de personas en situación de migración. La situación era común. La mayoría de ellos optaba por continuar su camino hacia la frontera con Estados Unidos, pero algunos otros decidían quedarse en la zona y sumarse a la industria del mango.

De esta zona del país, al próximo poblado grande, Juchitán de Zaragoza, al camión le toma alrededor de dos horas arribar al destino. Sin embargo, desde hace alrededor de tres o cuatro años, el recorrido de puede ampliar a más de tres horas debido a la gran cantidad de retenes existentes en la zona.

El ritual es el mismo. El autobús se orilla en la carretera. Tres o cuatro agentes del Instituto Nacional de Migración suben y comienzan a iluminar con sus lámparas los rostros de las y los pasajeros. Cuando identifican a alguien “que parece guatemalteco, hondureño o salvadoreño”, comienzan a realizarle preguntas, y si es necesario, lo bajan del autobús. Dicha inspección se realiza sin solicitar identificaciones, por lo que únicamente se basa en el “ojo de buen cubero” del agente migratorio.

Zygmunt Bauman ejemplifica en su explicación sobre la modernidad líquida en la que vivimos que existe una propagación de las formas de vida moderna en todos los rincones del planeta y no hay manera de poder contener a todos aquellos que no caben dentro de esa “modernidad”. Por el contrario, las fronteras se diluyeron, en el sentido de que el centro y la periferia se fueron acercando cada vez más, al grado de que se desdibujaron y ahora hay un fuerte impulso por detener lo que es imparable, en el sentido de que, muchas personas en tránsito buscan ya no sólo migrar sino refugiarse en otros países, huyendo de la pobreza, la violencia y una vida en condiciones paupérrimas.

El sociólogo polaco retoma a México como un ejemplo sobre lo que ha ocurrido en los últimos años en materia de inmigración internacional, con el denominado Tercer Estado. Estos son países en la órbita de naciones, con una amplia demanda de personas que desean ingresar a ellas para establecerse, que han servido de freno para estos grupos de gentes.

Desde principios del siglo XXI, las autoridades mexicanas se han encargado de detener a miles de personas provenientes de Centroamérica a lo largo y ancho del territorio, para evitar que lleguen a la frontera con Estados Unidos.

Por esa razón, desde hace más de una década, los retenes en el sureste del país se han incrementado de manera considerable; después de un desastre natural se determinó no rehabilitar las vías del tren fronterizo entre México y Guatemala con destino al norte de la república; en algunos tramos del camino de dicho tren, colocar mobiliario para evitar que la gente se suba, o si lo hace, pueda sufrir un accidente de magnitudes considerables; caminos repletos de policías y hostigamiento institucional hacia quienes ayudan a personas migrantes.

Sin embargo, cada vez es más negativo el imaginario colectivo con respecto al migrante proveniente del Centro y Sur de América, cuestionándose su estancia en el país y la validez de la misma, a pesar de que la cultura mexicana se había caracterizado por una hospitalidad hacia el extranjero. O tal vez no todo el extranjero, ocurriendo lo señalado por la filósofa española Adela Cortina, quien argumenta que en los últimos años, en diversos países, surge la aporafobia, o ese miedo hacia quienes visibilizan esa pobreza y marginalidad económica de la que vienen huyendo.

Por lo tanto, el tercer Estado no sólo consiste en aplicar políticas migratorias en beneficio de una nación que a toda costa desea evitar el ingresar a inmigrantes de países pobres y cuyo modo de vida es muy lejano al de sus ciudadanos, sino también en introyectar en la propia sociedad el miedo al otro, al extraño, al extranjero, y administrar dicho miedo para justificar la conversión de un país soberano en un departamento de inmigración de otro país.