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El mensaje importa, usemos cubrebocas

Sociedad y gobierno estamos obligados a actuar con la mayor responsabilidad. ¡Usemos cubrebocas! | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Uno de los debates más recurrentes en torno a las medidas que se deben aplicar para disminuir los efectos de la pandemia de covid-19 es la del uso de cubrebocas, sobre todo ante la falta de vacuna -que en el mejor de los casos aún habrá que esperar varios meses para que cumpla con todos los protocolos y se encuentre disponible para la población- o de un medicamento efectivo para su tratamiento. 

Aunque a principios de abril, la Organización Mundial de la Salud señaló que no se contaba con evidencia sobre los beneficios de la utilización de la mascarilla o cubrebocas en personas sanas pudiendo incluso resultar contraproducente al generar una falsa sensación de seguridad, y que las de uso médico como la N95 debían reservarse para trabajadores de la salud, desde el mes de junio ha venido modificando su postura emitiendo nuevas orientaciones con base en diversos estudios que apuntan a que en lugares públicos pueden servir como barrera a la propagación del virus disminuyendo el riesgo de contagio.

No se trata de opiniones aisladas, y conforme se adquiere mayor conocimiento sobre las características y comportamiento del virus, la discusión sobre su uso cobra mayor relevancia. En un artículo publicado hace unos días, Ricardo Becerra hace un recuento de la multiplicidad de estudios que coinciden en que la principal fuente de contagio es mediante la transmisión aérea de gotículas que exhalamos al hablar, toser o estornudar y que, al quedar suspendidas pueden ser respiradas por alguien que se encuentre cerca después de unos minutos. Así lo señalaron 239 especialistas de varios países en una carta dirigida a la OMS, un meta-estudio que recopiló los resultados de 172 investigaciones realizadas en 16 países, así como el Instituto de Economía Laboral de Bonn, e investigadores de la Universidad de Texas entre los que se encuentra el premio nobel de química, Mario Molina. Por su parte, científicos de la Universidad de California plantean que aún si algunas partículas del virus logran penetrar el cubrebocas, los efectos de la enfermedad pueden ser más moderados, lo que tendría impacto en la demanda hospitalaria. 

Lo anterior no significa que el cubrebocas sea la solución o que con ello se puedan retomar las actividades sociales e interactuar libremente sin ninguna preocupación, pues también se incurriría en un grave error. Se trata de un elemento adicional, pero muy importante, que se debe sumar a un conjunto de medidas de prevención como la sana distancia, la protección ocular, el lavado frecuente de manos o uso de gel y, en lo posible, permanecer en casa y salir únicamente a lo más necesario.

Sin embargo, la situación económica por la que atraviesa el país, y la realidad de millones de familias que tienen la imperiosa necesidad de buscar el sustento, junto con la alta concentración poblacional en grandes ciudades, dificultan cumplir con todas estas medidas -particularmente con el confinamiento y la sana distancia- por lo que, aunque la efectividad del cubrebocas es relativa, para muchos es incómodo y se debe dar amplia difusión a los cuidados y uso adecuado, se convierte en un factor que puede hacer la diferencia. 

Por ello, es incomprensible la resistencia del presidente para utilizarlo basándose en las recomendaciones del ausente secretario de salud y del doctor López-Gatell. Quizá considere que en su caso no sea necesario pues cuenta con las condiciones para conservar en todo momento la distancia requerida, pero ello no aplica para la gran mayoría de la gente y el mensaje que transmite importa y mucho, pues sus palabras y ejemplo tienen repercusiones en la percepción y conducta social. No es fortuito que, salvo contadas excepciones como Bolsonaro y Trump -quien ya lo ha empezado a usar-, prácticamente en todos los países sus dirigentes políticos aparezcan en público con cubrebocas y hagan llamados constantes a que se generalice su uso, sobre todo en espacios cerrados, como también lo están haciendo los gobernadores e incluso nuestra Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum. 

Hasta el momento, de acuerdo con información oficial -pues todo apunta a que el número real es mucho mayor- alrededor de 45 mil personas han perdido la vida, más de 400 mil se han contagiado y no se advierte que la tendencia se vaya a modificar sustancialmente en el corto plazo. Tan sólo el martes se registraron 854 decesos, 7,208 nuevos casos y apenas la semana pasada se rompió récord al reportarse 8,438 contagios, por lo que no se deben escatimar esfuerzos ni descartar ninguna medida razonable que pueda contribuir a mitigar los efectos de la pandemia. Sociedad y gobierno estamos obligados a actuar con la mayor responsabilidad. ¡Usemos cubrebocas!