Main logo

El estilo de AMLO

La administración lopezobradorista lleva dos años y la injusticia es la misma. | Jorge Ramos Pérez

Por
Escrito en OPINIÓN el

En casi todos los ámbitos de la vida pública del país, al vivir un hiperpresidencialismo, lo que haga o deje de hacer el titular del Ejecutivo federal en turno tiene una implicación, para bien o para mal. Pero eso tampoco implica que el ciudadano se trague todo.

1. La sucesión en Morena está en una guerra entre tirios y troyanos. Entre puros e impuros. Hace unas semanas les contaba aquí el enfrentamiento entre dos facciones, principales, que son vistas como ultras y moderadas. Los audios filtrados, las declaraciones y acusaciones entre unos y otros sólo son parte del espectáculo. El presidente se divierte con ello, hasta que dé el manotazo y su grey se amolde al dictado que está por venir. Pero eso va a dejar heridos en el camino, que luego curan sus heridas, pero se quedan con la sed de venganza. En 2005 los dos aspirantes a la candidatura del PRD al gobierno del entonces Distrito Federal eran Marcelo Ebrard y Jesús Ortega. En una entrevista periodística, López Obrador se decantó y lo demás es historia. Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo esperan la señal.

2. En este espacio he documentado la actitud en contra de la prensa y de los periodistas por parte de López Obrador. El presidente es como Enrique Peña Nieto que decía “ya sé que ustedes no aplauden”, teniendo enfrente a los periodistas que cotidianamente cubrían sus actividades. A Andrés Manuel también le gusta que le aplaudan. O se someten al fuego presidencial. La semana pasada presentó un “análisis” bastante pobre de las columnas y editoriales de periódicos impresos. El presidente llegaba a azotar en la mesa la edición de un periódico que le gustaba cómo le cubrían sus actividades como candidato presidencial en 2006, acompañado de la frase “a ver si aprendes algo”. Y así seguirá López Obrador, nada diferente al “no pago para que me peguen”. Al final de cuentas es un político tradicional.

3. Jaime Cárdenas Gracia sacaba canas verdes a los consejeros electorales en el entonces IFE. Su vena iba más distante del PRI y del PAN, por lo que varios de sus colegas que transpiraban sudor tricolor y blanquiazul se indignaban por sus denuncias. Por eso no sorprende que se sume a la lista ya larga de los que salen de la 4T azotando la puerta. Señaló Corrupción, así con mayúsculas, en el Instituto para Robarle al Pueblo lo Robado. Perdón, Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. Y luego le dijo a René Delgado en Reforma que lo que sucede es que en la 4T se requiere una lealtad ciega, lo cual confirmó López Obrador en su conferencia en Palacio Nacional. ¿Es lógico pedir lealtad? No. En cualquier organización se necesita lealtad. Pero no puede ser ciega. Y menos ciega ante las denuncias de corrupción que, como se ha documentado en La Silla Rota, venían desde el gobierno de Peña Nieto, ícono de la corrupción. Pero este hecho hermana a López Obrador con sus antecesores: toleran la corrupción de los suyos, pero de los leales ciegos.

4. López Obrador necea con la consulta para enjuiciar a los expresidentes de México. Metió en el costal a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Se le olvidó Luis Echeverría, nonagenario expresidente cuya responsabilidad en la matanza del 2 de octubre de 1968 sigue en la impunidad. Pero de eso no se acordó López Obrador. Cualquier persona sin ser jurisconsulto sabe que la consulta promovida no tiene ninguna razón. Simplemente con denunciar penalmente o por las ilegalidades que existan es suficiente. Pero no, el presidente quiere show. Y sin defender a Luis María Aguilar Morales, la propuesta del ministro que considera inconstitucional la solicitud presidencial llevó a una senadora de Morena, Lucía Trasviña, a calificar al ministro como “sátrapa”. Seguramente Luis María no es un santo y sólo de recordar que disfrutaba la fiesta de la boda maldita, en la que estuvo Peña Nieto y varios de los presentes ahora están perseguidos o en la cárcel, pues lleva a arquear las cejas, pero sin duda su documento es sólido jurídicamente. Pero las huestes del “pueblo” ya lo quieren quemar en leña verde. Es el estilo obradorista.

5. A López Obrador no le gustan los intelectuales como Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín... le gustan los que le aplauden. Es feliz a lado de caricaturistas afines, pero descalifica a los que de frente le echan en cara sus errores como gobernante. Lo grave es que cada vez escala más su encono presidencial, sin darse cuenta que el hiperpresidencialismo trae una fuerza que pone en riesgo a sus críticos.

6. Ayotzinapa cumplió seis años de impunidad este 26 de septiembre. Cuatro de ellos en el desaseo de Peña Nieto. Sin embargo, la administración lopezobradorista lleva dos años y la injusticia es la misma: se ignora el paradero de los jóvenes, se ignora qué sucedió realmente y aunque anuncian por todo lo alto que sepultaron la “verdad histórica”, en los hechos eso no ha sucedido. En seis años 151 personas han sido detenidas o se entregaron, sin embargo, la mala integración de los expedientes, así como violaciones al debido proceso, han originado que, por lo menos, 54 de las personas capturadas obtuvieran su libertad. En este emblemático caso tampoco ha habido justicia para los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

En cada estampa está el estilo personal de López Obrador, que no lo hace distinto a quienes tanto dice odiar. Al contrario, lo hermana con ellos. Quedan cuatro años y el panorama sigue oscuro.

Punto y aparte. Omar García Harfuch, secretario de Seguridad en la CDMX, se reunió hace unos días con Alfonso Durazo, quien ha dejado ya la operación de la Secretaría de Seguridad federal. El enviado de Durazo a Sonora, como le habíamos anticipado aquí, lleva ya meses en la operación.

Punto final. Héctor Elizalde asumió el control de la Secretaría de Seguridad en la CDMX tras el ataque a García Harfuch. Según cuentan es un miembro del equipo que goza de gran confianza. Por lo que se llegue a necesitar.