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El caso Cienfuegos: ¿dónde está la verdad?

Es sumamente difícil aceptar y vivir con la ambigüedad. | Stephen D. Morris*

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Escrito en OPINIÓN el

El caso del exsecretario de defensa, el General Salvador Cienfuegos Zepeda, ha provocado una gran polémica dentro y fuera del país. El asunto tiene un impacto transcendente en la credibilidad de la lucha contra la corrupción del gobierno, la autonomía de la Fiscalía General de la República (FGR), las relaciones entre México y Estados Unidos y a la violación de pactos internacionales, la seguridad, entre otros tantos temas trastocados.

Si bien ya se ha escrito sobre los detalles y matices del caso, quiero destacar el caso como otro ejemplo del dilema epistemológico.

La epistemología trata la cuestión de ¿cómo sabemos lo que sabemos? ¿Dónde y cómo se encuentra la verdad? Es decir, el dilema epistemológico se refiere a lo difícil de saber la verdad; la ambigüedad cognitiva frente a versiones distintas de la verdad; versiones opuestas que tienen cierto sentido ¿Cuál creer? ¿A quién creer en casos emblemáticos como lo de Raúl Salinas o la maestra Elba Esther Gordillo? Dicho de otra manera, quién dice la verdad: ¿La DEA o la FGR?

Supongamos que la verdad sí existe. Sin embargo, esta suposición no quiere decir que la podamos descubrir por una investigación exhaustiva o que la podamos reconocer al encontrarla.

En el caso Cienfuegos, tenemos dos versiones encontradas. Por un lado, hay una investigación de varios años por parte de la DEA de Estados Unidos – la operación “Padrino” – que indica que el general conspiró con un líder del grupo de los Beltrán Leyva para el trasiego de drogas y lavado de dinero. Esta versión de eventos está apoyada, además de la DEA, por la Fiscalía Federal, un gran jurado y el juez estadunidense quien giró la orden de captura del general. A consecuencia de este largo proceso legal en el vecino país, detuvieron al general Cienfuegos en Los Ángeles en octubre del año pasado.

Por otro lado, tenemos una investigación profunda de un poco más que dos meses por parte de la FGR en México, analizando toda la información y pruebas que compartieron sus contrapartes gringos más el testimonio y defensa del general. La interpretación de las pruebas de la FGR, sin embargo, a diferencia de las autoridades en Estados Unidos, los llevó a la conclusión de que no hay pruebas suficientes para culpar al exsecretario de la defensa. Según la FGR, el expediente de la DEA y la fiscalía norteamericana están llenas de irregularidades y hay bastantes dudas de que Cienfuegos era el llamado “Padrino”.

¿A quién creer? ¿Cómo vamos a saber la verdad? Por un lado, supongo que es posible revisar las 751 hojas que hizo públicas la Secretaría de Relaciones Internacionales para legitimar la decisión de la FGR y todos los reportajes periodísticos, aunque sigue la duda de si llegarían a la verdad después de horas de estudiar estos documentos. Al final de cuentas, son las mismas 751 páginas y pruebas que revisaron los gringos para llegar a otra verdad.

Sustento que, en la mayoría de los casos, resolvemos el problema epistemológico de forma personal; en gran parte por medio de la confianza que uno tiene en las fuentes de información, las instituciones, sus procesos y su personal. Aquí, entonces, enfrentamos la pregunta: ¿a quién más creemos: a los gringos (DEA, el gran jurado, la Fiscalía, el juez) o la FGR mexicana? Por supuesto, cabe decir, hasta el momento no ha existido ningún juicio en este caso; no ha llegado a ninguna corte judicial y – según el principio jurídico – uno no es culpable, ni en el sistema estadunidense ni en el mexicano, sin un juicio.

Si tomamos como referencia la confianza que tenemos de los dos actores que se contradicen, entonces, solemos tomar en cuenta aspectos más allá del caso específico como la experiencia, la historia, nuestro conocimiento de los procesos, entre otros. Por ejemplo, muchos consideran que el estado de derecho es más fuerte en Estados Unidos que en México; que México tiene un nivel de impunidad mayor que allá y una mayor experiencia en fabricar culpables. Esa historia y las perspectivas que tenemos de ello, tal vez, hace más difícil aceptar una versión de la verdad que la otra.

Por lo tanto, para muchos va a ser difícil descartar la versión de los oficiales de Estados Unidos. Aceptar que la DEA, el ministerio público, el gran jurado y el juez eran parte de una confabulación para la fabricación de pruebas en contra de Cienfuegos, va en contra de la experiencia y perspectiva que se tienen. Junto a ello están los opositores de AMLO, la gente que no confía ni en el presidente, ni en la 4T. Para los opositores, a pesar de la “evidencia” o el argumento de parte del Fiscal Gertz Manero, es un deber el dudar cabalmente de la conclusión del Fiscal mexicano. A raíz de la falta de confianza en el gobierno obradorista, pues ellos ven el caso como un escándalo; como un (y otro) ejemplo de la impunidad del gobierno federal, particularmente frente a las fuerzas armadas.

Otros, sin embargo, quienes tienen más confianza en el gobierno de AMLO y menos en Estados Unidos, son más propensos a aceptar la versión del Fiscal y creer que por cualquier razón los Estados Unidos sí son capaces de fabricar las pruebas. Hay una larga historia en Estados Unidos, ligados al famoso “Innocence Project,” de las fallas del sistema de justicia criminal norteamericano, culpando a gente inocente. Ante ello, habría que recordar que es el país que invadió Iraq con pruebas falsas. Aunado a ello, por supuesto los obradoristas, quienes creen en el presidente y su gobierno, van a aceptar la versión de la Fiscalía. Pues reconocen que los gobiernos mexicanos anteriores no merecían esta confianza, pero el gobierno actual sí porque las cosas han cambiado.

En suma, a raíz de la gran discusión y escándalo sobre la decisión del Fiscal Alejandro Gertz, una decisión respaldada por el presidente, asoma entonces la cuestión de la confianza en las instituciones. Tal vez, el gran dilema de las democracias.

En este sentido, supongamos, amable lector, como experimento de pensamiento, que el caso puede tener variables, veamos la primera que propongo:

A qué conclusiones llegaríamos si el caso Cienfuegos hubiera llegado al juicio en Estados Unidos, y el jurado encontrara al general culpable, y luego al regresarlo a México, la FGR determinara cerrar el caso por falta de pruebas. ¿Qué impacto tendría esto? ¿Sería más convincente el hecho de que Estados Unidos encontró la verdad y la Fiscalía mexicana la ocultó por razones políticas?

Otra situación sería que, el caso hubiera llegado al juicio en Estados Unidos, y el jurado encontrara al general como no culpable. Confiando en el sistema judicial de Estados Unidos. ¿Éste hubiera exigido la investigación por parte de los oficiales mexicanos? ¿Aceptaría sin escándalo que las pruebas de parte de la DEA no eran suficientes?

Ahora regresemos al escenario que prevalece, demos por hecho que pasó todo como pasó, pero esta vez la FGR consigna al general en vez de cerrar el caso y luego un juez mexicano, al examinar la evidencia en el sistema judicial, tomando en cuenta la defensa de Cienfuegos, lo declarara no culpable. En tal caso, ¿tendríamos más o menos confianza en que el sistema llegó a la verdad? ¿Seguiríamos pensando que hay impunidad en México? ¿Seguiríamos dirigiendo el enojo al gobierno de AMLO o la FGR? ¿Qué condiciones se requieren para creer en la inocencia? ¿Quedamos convencidos de la inocencia de Raúl Salinas o la maestra Gordillo?

Al final de este ejercicio, lo que busco es hacer ver cómo nuestras interpretaciones de la verdad dependen en gran parte de las instituciones que nos presentan “la verdad” y la confianza que tenemos en ellas: sus procesos y su gente. Por lo tanto, este ejercicio nos ayuda a reflexionar sobre el gran debate y divisiones políticas y, además, predecir los puntos de vista de la polémica que el caso (y escándalo) Cienfuegos generó. Por supuesto, hay argumentos muy elaborados y detallados con credibilidad por ambos lados.

El caso Cienfuegos, sin duda alguna, ofrece un ejemplo claro de los dilemas epistemológicos a los cuales nos enfrentamos en los espacios públicos politizados. Por un lado, es parte de nuestra naturaleza humana no sólo creer que la verdad existe, sino luchar internamente para resolver este dilema y llegar a una opinión personal sobre la verdad. Al mismo tiempo, es sumamente difícil aceptar y vivir con la ambigüedad; de reconocer lo imposible de determinar la verdad y reconocer que el debate y la lucha por la verdad constituyen es sí mismos parte de la política.

*Dr. Stephen D. Morris. Investigador y Coordinador del Laboratorio de la Documentación y Análisis de la Corrupción y la Transparencia, UNAM, y Colaborador de Integridad Ciudadana A.C.