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El ascenso de las nuevas juventudes latinas

Ocho países latinoamericanos se convulsionaron socialmente a finales de 2019. Destacó Chile, considerado ejemplo a imitar por su desarrollo económico y social.

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Escrito en OPINIÓN el

El estallido de descontento en América Latina, es reflejo de las deudas y rezagos sociales que los políticos, empresarios y gobiernos, han prolongado durante décadas en los países de la zona.

Lo paradójico es, que hasta hace pocos años, varios de los países hoy agitados, crecían por arriba de la media latinoamericana y en algunos casos, su crecimiento económico, les ganó un lugar destacado en los mercados financieros globales.

El punto es que de la noche a la mañana, los jóvenes de la región comenzaron a protestar por incrementos, en el transporte, acceso a educación gratuita y servicios de salud que garanticen condiciones mínimas de justicia social.

¿Pero qué que detonó el descontento? ¿Por qué algunos países de pronto se convirtieron en polvorines sociales?

La respuesta quizás se encuentre en la desigualdad social que prevalece en los países latinoamericanos. Un estudio reciente de Oxfam, revela que en América Latina, el 10 por ciento de la población más rica, ostenta 70 por ciento de la riqueza total de la región.

Otro factor, fue que en su mayor auge, los países latinoamericanos, captaron volúmenes importantes de inversión extranjera. El tema es que los capitales atraídos, se concentraron primordialmente en la extracción minera, petrolera y de hidrocarburos.

La explicación es simple, las inversiones llegadas desde la mitad de los años noventa y durante la primera década del nuevo siglo, tuvieron como objetivo principal, la explotación de los recursos naturales y materias primas. Esto limitó la generación de proyectos de transferencia tecnológica, que ayudaran a desarrollar las economías de escala que se encuentran fracturadas en la mayoría de los países latinoamericanos.

Es cierto, no faltará quien defienda que los mercados abiertos, permitieron el desarrollo de industrias como la automotriz, electrónica, de aparatos médicos y en algunos casos la aeronáutica.

El punto es que en el plano industrial, desde México hasta Argentina, algunas naciones, se convirtieron en zona de maquiladoras, ofreciendo como principal factor de competitividad, la mano de obra barata.

Los empresarios locales y gobiernos, encontraron en este auge económico de la globalización, una oportunidad de enriquecimiento y corrupción sin importar el desarrollo de la mano de obra calificada y el desarrollo de industrias y cadenas productivas, que permitirán generar riqueza tecnológica local en los países de la región.

La globalización que abrazaron los países latinoamericanos durante poco más de treinta años, no generó desarrollo y sólo explotó los recursos disponibles, como lo marca el más frío pragmatismo del neoliberalismo.

El modelo de apertura a los capitales replicado en toda América Latina, comienza a desgastarse y junto con ello, la exigencia de los jóvenes de la región para tener condiciones igualitarias de desarrollo, están cobrando fuerza en lo que se vislumbra como la nueva generación de la sangre latina.