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El arte de perder (el amor)

Nescimus quid loquitur

Por
Escrito en VERACRUZ el

¿Cuánto hemos perdido hasta este momento?, en todos los sentidos hemos perdido y seguiremos perdiendo algo cada día.

A cuentagotas se nos va la vida; pasan las horas, días y años, y se llevan consigo un puñado de sueños que tuvimos que dejar ir. Hemos perdido lugares que considerábamos nuestro hogar y con ello, retratos familiares que se volvieron poco a poco en extrañas pertenencias.

Hemos perdido el sueño en algunas noches de insomnio, recordando lo que ya no tenemos, o personas que ya no están; hemos perdido el hambre y la sed al aferrarnos a fantasmas, que de vez en cuando, se sientan con nosotros a tomar café o una cerveza que no nos sabe, hundiéndonos en nosotros mismos por días, semanas y a veces años.

Soltamos lugares favoritos y momentos que no volverán.

Perdimos al amor de nuestras vidas, y no sólo aquel que vuela como gorrión o querubín en el mundo del cliché romántico, sino aquel amor que se ha escapado de nuestras vidas, que es más profundo aún.

Hemos perdido entrañables amigos, que se habían vuelto parte fundamental de nosotros, y seguimos cuestionándonos al día de hoy, el por qué; a familiares y seres queridos, que no hemos tenido la fuerza de soltar aún; hemos perdido el amor por nosotros mismos, entre las dudas que enceguecen nuestra capacidad de valorarnos.

Trabajos que no volverán, oportunidades que se ahogaron de la nada; amores que creímos que durarían toda la vida, y acabaron contabilizando únicamente un suspiro. Hemos perdido tanto y seguiremos perdiendo.

No podría estar más de acuerdo con aquella interpretación de la pérdida que, en letras de Elizabeth Bishop, encarna como “Un Arte”.

El Arte de perder, que nos enseña lo fácil que se vuelve hacerlo, y cómo es que la vida, aunque parezca en algún momento un completo desastre, hace cada vez más sencillo soltar. Y no significa que no duela, pero aprendemos a vivir con ello.

Vaya que en estos últimos años la pérdida se ha vuelto más visible entre nosotros los humanos, que tuvimos que soltar tanto, hasta la libertad de salir de casa. Unos más que otros pero todos hemos perdido y seguimos perdiendo.

A esto nos tenemos que acostumbrar, a no ganar siempre, a pensar que no todo tiene por qué salir como queremos; y aun así, aunque consideremos en la cúspide de los escenarios fatídicos que, con esa nueva tragedia todo termina, la vida sigue, mientras estemos.

En realidad, el COVID-19 sólo nos ha mostrado lo que ya teníamos enfrente desde siempre. Esas luchas encarnizadas por aceptar o no la pérdida; los grandes duelos que representa de vez en cuando nuestro pensamiento, y que duran lo que tienen que durar.

Perdimos de un momento a otro parte de nuestra libertad, obligados a encerrarnos en casa; pero no todos pudieron darse ese lujo en la carrera cotidiana por llevar el pan a la mesa, y arriesgaron sus vidas.

Muchos fueron atacados en su salud, siendo obligados a enfrentar el duelo de no poder respirar adecuadamente; prescindir de algunos sentidos por tiempo indefinido; observar cómo poco a poco, la vida se escapaba de las manos, como el agua.

Algunos, lamentablemente perdieron la vida; otros, lograron sobrevivir y cargan con los recuerdos y promesas de aquellos que ya no están.

La pérdida en sí, conlleva una guerra que tenemos que enfrentar en algún momento; una lucha que no es cíclica ni lineal, sino a una especie de juego que se parece más a la Rayuela.

Saltamos desde la crisis a la negación, de la negación al enfado, del enfado a la depresión, de la depresión a la aceptación, y de ahí al aprendizaje; o no, no necesariamente así, porque podemos pisar mal una raya, y volver, sin que nosotros lo esperemos, volver y nuevamente estar en principio de todo.

La mente para nada es una ciencia exacta, y varía de forma abismal entre unos y otros la reacción que se tenga. Un reencuentro puede reactivarlo todo; un mensaje, canción, un lugar; o simplemente, escuchar la voz de aquella persona que perdimos.

Desde este punto, afirmo cuánto nos encanta torturarnos con el recuerdo; y cómo vuela la mente, creando escenarios frente a nosotros, bosquejos en el tablero de lo que ya no pasará, pero que, de alguna forma, trazamos como método para no soltar, todavía.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos perdido algo o a alguien, y cada pérdida conlleva un duelo que tendremos que enfrentar.

Resulta que las personas que más pérdidas han tenido, suelen ser las que con más amabilidad tratan a las demás, las más sensibles respecto a los problemas que aquejan el espíritu.

Al final, todo radica en entender que el arte de perder, empieza por asimilar que hay mucho que no podemos controlar, y aun así, tenemos que vivir con ello.

Entender que siempre llegará a nosotros una guerra con la que tendremos que lidiar, no necesariamente solos; y que esas pesadas cargas, cuando menos lo esperemos, se volverán más ligeras de lo que jamás pensamos.

Perder, es un arte, sin duda alguna; y aunque parezca en ciertos momentos, un completo desastre, no es difícil de dominar, y cuando realmente estemos listos para hacerlo, vamos a poder seguir, como siempre lo hemos hecho.

Datos del autor:

Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana

Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.

Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés