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Día de la libertad de prensa y covid-19: balance y desafíos

México es considerada una de las naciones más peligrosas para ejercer el periodismo. | Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

Hace 27 años, en 1993, la comunidad de países representada en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) determinó proclamar el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa, un ejercicio que alienta a sociedades y Estados de todo el planeta a reflexionar sobre la necesidad de "fomentar la libertad de prensa (y) reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática", según establece la declaración original.

Año tras año, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), entidad proponente de esta proclamación, define una agenda para identificar los principales desafíos que encara la tarea de los medios de comunicación, que muestran una gama amplia, desde los llamados medios tradicionales (prensa, radio y televisión), las iniciativas nativas digitales como los portales de noticias, o las redes sociales en constante expansión, con múltiples denominaciones, formas de desempeño e impacto en los usuarios.

En cada oportunidad, el acento de estos balances incluye un inquietante registro sobre los periodistas que ponen en peligro su vida en la tarea de mantener informadas a las comunidades a las que sirven, que de esta manera pueden ejercer la libertad de recibir y difundir información, consagrada en las diversas declaraciones internacionales de derechos humanos. 

México es considerada una de las naciones más peligrosas para ejercer el periodismo. Desde el año 2000, más de 100 comunicadores han sido asesinados a causa de su oficio. Ello encuentra explicación en tres factores adversos: los graves niveles de violencia, los elevados índices de impunidad y las condiciones deterioradas (laborales, sociales y profesionales) bajo las que se desempeñan los informadores.

Al obstáculo brutal para la libertad de prensa que suponen los ataques contra periodistas y medios de comunicación, se suman desafíos que la propia UNESCO subraya regularmente a fin de enfatizar el papel que desempeñan la libertad de expresión, el acceso a la información, los medios de comunicación independientes y una internet libre.

Igualmente, el organismo ha reiterado su preocupación ante amenazas, ataques violentos y campañas de desprestigio contra periodistas, especialmente en el marco de coberturas electorales, haciendo un especial llamado a los gobiernos a evitar usar su posición para sesgar la cobertura que brindan los medios de comunicación.

En México, estos enfoques han alimentado por años la agenda de la relación entre gobierno, medios de comunicación y el nivel de los estándares existentes para dar sustento a la libertad de prensa. 

Ningún periodo gubernamental, al menos en las últimas tres décadas, ha estado exento de controversias y polémicas en este campo. Así ocurre también bajo la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde el inicio de su gestión -como lo hizo cuando se desempeñó como jefe de gobierno de la capital del país (2000-2005)-, decidió ofrecer conferencias de prensa diarias que suponen prácticas novedosas, algunas positivas y otras preocupantes.

Entre estas últimas debe citarse una frecuente desautorización presidencial sobre los medios de comunicación e incluso, sobre periodistas y analistas en particular, lo que el presidente López Obrador describe como un “derecho de réplica” que se aleja de recomendaciones de organismos nacionales e internacionales especializados en libertad de prensa y libertad de expresión. 

Ello tuvo como precedente un recorte calculado en 60% de la publicidad que en los años previos gastó el gobierno federal en medios de comunicación, con algunas excepciones que no han dejado de llamar la atención. Esto ocurre en momentos en que la industria periodística se halla en una crisis profunda de su modelo de negocio, lo que pone en riesgo su viabilidad y su rol en democracia.

Lo anterior atrae una atmósfera que incluye la falta de política clara de comunicación gubernamental hacia los medios, y el intercambio de descalificaciones gobierno-medios. Y en general, una debilidad en el principio de tolerancia-contención que caracteriza en democracia a todas las partes involucradas. 

Estos antecedentes constituyen un inevitable telón de fondo en el ecosistema mediático y político ante la emergencia sanitaria que hoy domina al planeta completo, México incluido. 

Este 2020 la conmemoración del 3 de mayo encuentra a la humanidad entera frente a una pandemia por covid-19, que a esta fecha marca registros de más de tres millones de personas contagiadas, y decenas de miles fallecidas a causa de los males que provoca este coronavirus. Se trata de una crisis con características sin precedentes en sus efectos nocivos, pero también con la virtud de una comunicación global que ha permitido a la humanidad protegerse mejor, compartir información en tiempo real y trabajar de la mano, desde diversas latitudes, en la búsqueda de medicamentos eficaces y de una vacuna. 

Es por ello que la UNESCO determinó expresar en esta conmemoración del 3 de mayo sus inquietudes ante el hecho de que la pandemia que se extiende por todo el mundo tambien representa un desafío para la prensa, cuya lucha contra la desinformación y las noticias falsas ya venía de antes. 

Tras el fenómeno de las llamadas “fake news” es probable encontrar a periodistas, medios o a ciudadanos mal informados o mal intencionados, que difunden contenidos sin la debida verificación. Pero en la epidemia de desinformación (“infodemia”, la bautizó ya la Organización Mundial de la Salud) es posible identificar con mayor claridad voluntades premeditadamente estructuradas, de origen no claro, para usar la tecnología de los algoritmos y la inteligencia artificial a fin de lanzar, a través de miles o cientos de miles de cuentas falsas en redes sociales, ataques implacables contra instituciones, gobiernos o sociedades, como ha quedado demostrado en campañas electorales en diversas naciones o en procesos de consulta pública. 

“Hoy gran parte de la ciudadanía está confinada y necesita más que nunca comprender lo que sucede a su alrededor. Por eso, es fundamental que en estos momentos las noticias estén respaldadas por una información veraz. Hechos y datos para evitar que se contagie el miedo a través de noticias falsas que pueden producir pánico.La desinformación se propaga casi tan rápida como el virus en sí, y los periodistas son los que están en primera línea para que no haya una distorsión de la verdad”, establece la campaña de UNESCO de este año. 

Frente a estos escenarios de enorme urgencia, es necesario retomar sin embargo el pronunciamiento realizado por la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien alertó que incluso en plena pandemia, "es imperativo respetar los derechos civiles y políticos". Y denunció que las "restricciones a la libertad de expresión", tales como "acciones formuladas vagamente para combatir la supuesta desinformación que podrían aplicarse a cualquier crítica". Subrayó que "criticar no es un crimen", e instó a "todos los gobiernos a aumentar significativamente el acceso a información precisa" porque en situaciones con la actual "la transparencia no solo es esencial, sino que puede salvar vidas".