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Destrucción institucional y acumulación de poder

El presidente se afana en acumular poder para sí en beneficio de su proyecto político, en detrimento de los gobernados. Adolfo Gómez Vives

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Escrito en OPINIÓN el

Andrés Manuel López Obrador ha tenido la inmensa virtud de exhibir las debilidades de las instituciones del Estado mexicano. Sin embargo, lejos de promover su fortalecimiento, como correspondería, las ha ahondado y utilizado en beneficio de su proyecto político.

El poder Legislativo, que en teoría representa a los gobernados y al pacto federal, también ha mostrado su impúdica subordinación al jefe del Ejecutivo federal. Excepcionalmente, Porfirio Muñoz Ledo ha alzado la voz para denunciar el burdo sometimiento de quienes integran al partido en el gobierno, pero también de las agrupaciones políticas que se han mantenido en el poder, gracias a sus dotes acomodaticias, como es el caso del Partido Verde.

A la destrucción de instituciones como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, se suma el ataque sistemático al Instituto Nacional Electoral. El presidente sabe que la continuidad de su proyecto depende en buena medida de la percepción que el electorado tenga de su gobierno, no de sus resultados reales y tangibles, pero también del control que pueda tener sobre el árbitro de una contienda que será difícil.

Las instituciones del Estado mexicano tienen en la manipulación de sus finanzas una de sus mayores debilidades, pero también en la nula resistencia de sus funcionarios, más interesados en evitar la confrontación con el Ejecutivo, que en defender los preceptos, objetivos y valores para los cuales fueron creadas.

Si la labor de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) se limitaba a la emisión de recomendaciones no vinculantes, con más efectos políticos y mediáticos que relativos a la prevención y a la reparación del daño de las víctimas, la designación de una titular a modo ha exhibido ahora su desinterés por intervenir y analizar los posibles casos de violaciones a los derechos humanos.

Las familiares de víctimas que integran a los colectivos feministas que tomaron las instalaciones de la CNDH, exhibieron la naturaleza hambreada de Rosario Piedra Ibarra, más proclive a acumular cortes de carne, que a enarbolar la defensa y protección de los derechos humanos, como lo mandata el artículo segundo de su ley.

“Al diablo con sus instituciones” dejó de ser retórica de campaña, para convertirse en la guía para la destrucción de las instituciones diseñadas, justamente, para actuar como contrapesos del poder del Ejecutivo, que hoy más que nunca se afana en acumular poder para sí en beneficio de su proyecto personal, en detrimento de los intereses de los gobernados.