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Dádivas o derechos

¿Despectiva o clasista? la opinión de analistas de la oposición respecto a las dádivas que los gobiernos han implementado ante el desequilibrio social

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Escrito en GUANAJUATO el

Me preocupa la manera tan despectiva y clasista con la que analistas de procedencia universitaria  y militantes de la oposición contrarios a la 4T, califican como dádivas las transferencias monetarias que distintos gobiernos han empleado como una manera de compensar los graves desequilibrios sociales. El modo de cómo se utiliza implica una doble descalificación: para los gobiernos, pues se considera que la implantan como un instrumento de control y como una muestra de incapacidad para impulsar una economía sostenible y para quienes la reciben, porque la interpretan como un acto que inhibe las ganas de trabajar.

Ni una ni otra consideración es cierta sino que forma parte de un modo de pensar poco ajustado a la valoración que las y los pobres de este país hacen de las transferencias monetarias.

El telón de fondo de la discusión se encuentra en las cuatro décadas pasadas.  Hubo una confianza excesiva en la economía de mercado y por vía del aumento de la productividad, se esperaba que los de más abajo fueran escalando en la pirámide social. Hasta ahora esto no ha funcionado, ni funcionará si se siguen aplicando las mismas políticas fallidas, pues el capital y el dinero se han quedado en los estratos más altos. 

El dilema entre optar por una economía que funcione o el piso mínimo provocado por las transferencias, es falso. Se puede y se debe impulsar un esquema productivo rentable y más justo, donde los salarios sean una prioridad en la comunidad de trabajo y al mismo tiempo se avance en una política social integral, con instituciones universales y de calidad en salud y educación, sobre todo, vinculadas a un sistema de transferencias monetarias también universales. 

En este sentido, desde hace más de veinte años se han hecho propuestas viables diseñadas por las instituciones académicas más importantes del país e incluso, el anterior Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), consideró imprescindible la intervención del Estado en materia de trasferencias. En el mismo sentido el Coneval ha detectado las limitaciones de esta política cuando son mal manejadas, el universo poblacional no está bien cubierto o los montos son insuficientes. Se sabe bien que las transferencias no resuelven el problema de la pobreza en el corto plazo, pero ayuda a tener condiciones más dignas que las actuales.

El enfoque adecuado para abordar el problema de la desigualdad es el de derechos, que tiene en su centro el principio de igualdad ciudadana y al estar asentando en el artículo 1º constitucional, el  Estado se obliga a emplear todos los instrumentos a su alcance para avanzar en este propósito. Y aquí no hay coincidencia en las estrategias concretas. 

La parte más conservadora de la sociedad  justifica la desigualdad social con base en una supuesta movilidad basada en el mérito, que se puede resumir en la popular frase, “si tú quieres, puedes” y por tanto el que no ha alcanzado un buen nivel de vida es porque le faltó echarle ganas. No les importa desde donde se parta, las cunas distintas en las que se nace, el tipo de educación recibida,  las redes sociales de apoyo o el capital familiar que posibilita determinadas trayectorias de vida. A esto se le denomina condiciones estructurales. Las anécdotas tan manidas sobre los casos individuales de éxito económico, de personas provenientes de sectores empobrecidos son las honrosas excepciones, no la regla.

Se requiere un mayor cuidado cuando algún individualista liberal o humanitario habla de la gente marginada porque los estereotipos también influyen en obstaculizar los caminos hacia la justicia social, ahora más necesarios que nunca en  este tiempo de Covid. Para el bien de la humanidad primero las y  los pobres, sí, con los que se trabaja para que también tomen consciencia y comprendan que vivir bien es un derecho exigible. 

David Martínez Mendizábal.