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Culiacán indignó al Ejército

Una molestia y una preocupación bastante inquietantes. | Jorge Ramos Pérez

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Escrito en OPINIÓN el

Culiacán molestó a generales en activo y en retiro, y a otros miembros del Ejército. Las mil versiones, desde la del secretario Alfonso Durazo hasta las del propio presidente Andrés Manuel López Obrador han cavado un profundo socavón. El informe minuto a minuto ofrecido por el jefe del Ejecutivo hundirá más o salvará el honor hoy agraviado.

El martes 22 de octubre el general Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, desayunó con casi 500 generales y generales en retiro. La reunión se había pactado semanas antes, pero los sucesos de Culiacán empañaron el encuentro.

Versiones confirmadas a este espacio señalan que los militares consideran que en el actual gobierno se vienen tomando decisiones estratégicas que no han convencido a todos. “Nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa”, afirman.

Hay militares que piensan que la “ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon un gran resentimiento. Hoy tenemos un gobierno que representa a aproximadamente 30 millones de mexicanos cuya esperanza es el cambio”.

Las versiones recogidas y publicadas en La Silla Rota hablan de una preocupación por lo que ocurre en el país y enojo por la humillación a la que sometieron al Ejército, y el poder que se le dio al Cártel de Sinaloa.

Si el Cártel de Sinaloa, supuestamente tundido con El Chapo en una prisión de Estados Unidos, pudo doblegar al Estado, qué no será capaz de lograr otro como el Cártel de Jalisco Nueva Generación o el escurridizo Marro.

El pasado 16 de mayo, LA SILLA ROTA informó el sentir que tenían los mandos militares sobre la operación de la Guardia Nacional. Había ya molestia.

En el Ejército siempre ha habido lealtad al país y al comandante supremo, que es el Presidente de la República.

Hay muchos pasajes en la historia que reflejan la actuación de los militares. Muchos de ellos son sombríos.

Por ejemplo, en 1974 la Secretaría de la Defensa Nacional ordenó a militares “capturar o exterminar” al grupo guerrillero que secuestró a Rubén Figueroa Figueroa, entonces senador del PRI e influyente político de Guerrero. El secuestro ocurrido en julio de ese año de quien era candidato a gobernador fue detonante para acabar con la guerrilla encabezada por Lucio Cabañas.

Documentos de la SEDENA, disponibles en el Archivo General de la Nación, muestran que el 10 de septiembre de 1974, dos días después de que Figueroa fue liberado, Hermenegildo Cuenca Díaz, entonces secretario de la Defensa, envió a Luis Echeverría una misiva en la cual le reportó las acciones posteriores al rescate de Figueroa:

“Ordené al Mando Territorial continúe las operaciones hasta lograr la captura o exterminio del resto de los gavilleros, informando a esta secretaría sobre el particular”, explicó Cuenca.

Una tarjeta elaborada por la subjefatura de servicios, fechada el 7 de septiembre de 1974, un día antes de liberar a Figueroa, señala: “Las patrullas Martín y Vicente al mando del comandante del 27/o B.I. se destacaron hacia el área del objetivo con la misión de buscar y destruir al grupo de gavilleros y rescatar a las personas secuestradas”.

En estos tiempos en los que se ha revivido la polémica por los abusos del Ejército en la guerra sucia, sobre todo porque funcionarios de la 4T denominaron “valientes” a los guerrilleros a los que combatió el Ejército hasta el “exterminio y destrucción” es pertinente recordar cómo actuaba el Ejército: siempre con lealtad al comandante supremo y, sobre todo, obedeciendo sus órdenes.

“Destruir” y “exterminar” eran palabras del léxico militar en aquellos aciagos años.

Hoy, metidos en la guerra contra el narcotráfico por órdenes de su comandante supremo -desde hace varios sexenios, no sólo el actual- los militares ahora se sienten molestos e indignados.

Una molestia y una preocupación bastante inquietantes.

Pd. Ya publicada la columna confirmé que quien alerta de polarización y de las malas decisiones del presidente López Obrador fue el general Gaytán, el orador del desayuno del martes de la semana pasada.

Punto y aparte. Roy Campos algo sabe de encuestas. En su reporte semanal encontró que el tema predominante y prácticamente monotemático fue la inseguridad, por el desaguisado de Culiacán y la entrega de Ovidio, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, con el argumento verosímil -pero dudosamente verdadero de que haya sido la única razón- de que fue para proteger la vida de inocentes. Pero esa circunstancia no le conviene nunca a un presidente, y por ello, agrega, es que la aprobación de López Obrador lleva días cayendo…

Punto final. Omar García Harfuch llegó hacia las dos de la madrugada al predio de Peralvillo 33. El operativo armado con la Fiscalía General de la República, la Marina y la Procuraduría Capitalina, no podía salir mal. El número de detenidos oscilaba peligrosamente entre los 4 y los 36 a esas horas de la madrugada, mientras la ciudad dormía. Pero no todos habían sido detenidos en Peralvillo 33, sino en una vivienda contigua donde había una fiesta. En un video al que tuvo acceso esta columna se alcanza a ver cómo entran los policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en medio del baile. Y de pronto todo es confusión. La noche del jueves el mediático juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna -en el apellido lleva la penitencia- liberó a 27 de los 31 detenidos. Ni siquiera eran 32, porque uno más era un vulgar raterillo de la zona. Pero algo pasó en el primer operativo que todo mundo aplaudió a García Harfuch. Hubo errores. ¿Quién los cometió? Quizá el enemigo esté adentro. Más adentro de lo que se imaginan. ¿Rodarán algunas cabezas?