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¿Cuántos somos? ¿Cómo somos? ¿Qué onda?

Pronto sabremos cuántos somos, cómo vivimos, de qué pie cojeamos en eso de subsistir y relacionarnos. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Pues nada, que ya comenzó a levantarse el Censo de Población y Vivienda 2020 por parte del INEGI. Esto es, que dentro de unos días alguien, o alguienes, tocarán a la puerta de la casa y nos harán preguntas incómodas, pero ciertamente necesarias...

Al momento como que la mayoría de la población desconoce que este recuento se llevará a cabo, a pesar de la reiterada puesta en escena de unos mensajes insulsos, incoloros e insaboros exhibidos en distintos medios de comunicación:

“¡Pregúntame!” es la frase que quieren hacer célebre, siguiendo el dicho de un actor-cómico de la televisión que, según el INEGI es muy popular y, por lo mismo su expresión se haría muy popular y calaría en el ánimo nacional. (¿Le pidieron permiso para usarla? ¿Se pagó algo? ¿Cuánto costó?). Pero lo cierto es que los mexicanos estamos mirando para otro lado y el mensaje pasó como si nada para la gran mayoría de los habitantes de este país.

Llega esta consulta ciudadana, que no es a mano levantada o a dedo índice dispuesto, en momentos en los que el ambiente nacional está ‘como agua para chocolate’, comenzando con el tema de la violencia criminal y delincuencia que salta por todos lados como frijoles saltarines en comal caliente.

Y el tema del desabasto de medicamentos y precariedad en el sistema público de salud; está aquello el tema de las mujeres agraviadas y, que por lo mismo, con toda la razón a cuestas, han comenzado un movimiento anti-violencia, anti-agobio, anti-agravios que culminará el domingo 8 de marzo en una marcha monumental por la Ciudad de México y en otras capitales de los estados de la República.

Luego al día siguiente está el Paro Nacional, durante el cual las mujeres dirán “no” a seguir en condición de sometimiento y de muerte; no a que se les siga viendo como individuos de segunda clase, sin voz ni voto, aunque acudan a las urnas cada proceso electoral.

Así que como manda la ley, cada diez años se habrá de levantar un Censo por el cual se verá cuántos mexicanos al grito de guerra estamos vivitos y coleando en este país; cómo vivimos; cómo es nuestra humilde morada; de qué está hecha la casa que habitamos; cuántos somos en el hogar, dulce hogar; nuestras edades; el sexo; cuántas personas tienen dificultades para moverse; si hay servicios de salud; cuántos hablan en indígena, escolaridad; ‘¿estudias o trabajas?, cuántos somos indígenas, negritos sandía o blanco o mestizos... Y todo eso que muestre cómo vivimos y cómo hacemos para subsistir en este valle de lágrimas. Pero sobre todo: ¿cuántos somos?

Y es que eso es lo que todos nuestros gobiernos –y nosotros mismos- queremos saber para conocernos y vernos en el espejo de Tezcatlipoca y así saber que tan bien estamos o qué tan mal la pasamos los que aquí vivimos. De antemano se sabe que por estos días las cosas no están como para cantar victoria y sí para pedir “¡auxilio!”

Quién lo iba a decir. En 1876 se hizo el cálculo de los habitantes en México. Había terminado el gobierno de Benito Juárez y gobernaría a partir de ese año Sebastián Lerdo de Tejada. Por entonces éramos, ni más ni menos que 9.5 millones de habitantes en lo que quedaba del territorio nacional luego de la pérdida de Texas y más tarde de la mutilación de más de medio territorio...

Pero don Porfirio Díaz, que fue un gran presidente de México, aunque se engolosinó con el poder, mandó a hacer un censo de población en 1895, que es el primer censo oficial en México. Esto hizo que para 1900 se tuviera la certeza de que aquí vivían, comían, trabajaban, luchaban, se reproducían y cantaban rancheras 13.6 millones de mexicanos que todavía entonaban “La Paloma”.

Para 1910 ya eran 15.2 millones de habitantes y de ahí en adelante creció la población como palomitas de maíz. Para 2015, según encueta del INEGI, éramos 119 millones 530 mil 753 habitantes en el mismo territorio, la gran mayoría descendientes de aquellos 9.5 millones de 1876... ¡Qué tal!

Por supuesto a lo largo de los años también ha habido hechos que disminuyeron a la población nacional, como la Revolución Mexicana armada, pues en menos de diez años –de 1913 a 1921--, murieron aquí algo así como un millón de habitantes, en tanto que en el mismo lapso salió de México otro milloncito que se fue a vivir a tierras lejanas y ajenas, principalmente Estados Unidos.

Y a lo largo de los años, entre revueltas y dimes y diretes también disminuyó la población, como ocurrió de 1926 a 1929 con la Guerra Cristera, o en 1968 con nuestros jóvenes y siempre honorables jóvenes que murieron porque querían ver otro país en donde nadie tuviera que guardar silencio...

Y está la cifra trágica de muertos durante los quince años recientes: miles. Y tan sólo el año pasado, por homicidios dolosos hubo la cifra más alta: 34,500 muertos que se suman a los fallecidos por ‘daños colaterales’, agravios de partes o por razones de salud y naturales. Pero nada, que también la multiplicación de los panes se dio a más no poder.

Y hubo campañas de “control de la natalidad” en las que se pedía a la población en edad de reproducción que le bajaran un poco a la pasión: que “la familia pequeña vive mejor”. Así que se terminarían las familias interminables de seis, siete o más hijos: “los que Dios nos mande”.

Y así. Todavía en 2019 los cálculos de habitantes en México eran de 126 millones de seres humanos en 1 millón 964,375 km², divididos en treinta y un estados y la Ciudad de México.

Pero ya. Pronto sabremos cuántos somos, cómo vivimos, de qué pie cojeamos en eso de subsistir y relacionarnos y qué habrá de hacer el gobierno de la 4-T para favorecer que todos tengamos casa-comida-sustento-solaz-trabajo-salud-educación y armonía social. Ojalá que para esto sirva el Censo que ya comienza y del que en noviembre tendremos la fotografía.