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Covid-19: pensar a la muerte en soledad como un problema público

El estado creciente de la muerte por covid-19, indica la necesidad de discutir la muerte aislada como un problema de interés público. | Angelica Davila Landa*

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Escrito en OPINIÓN el

Abel estuvo 21 días hospitalizado en Jalisco por covid-19 (Olvera, 4 agosto 2020). Se recuperaría, pero en su internación hospitalaria vería morir por coronavirus a las cinco personas con las que compartía la sala médica. Y no sólo morirían repentinamente, como narra Abel. Además, fallecerían sin tener la compañía familiar ni el sostén de los adioses conocidos. Es que allí, donde el covid-19 se vuelve mortífero, se recentraliza la soledad del aislamiento como el mecanismo médico, social y político para gestionar y enfrentarse a la muerte. 

Soledad para quienes se van y soledad para quienes se quedan

En efecto, por un lado, la muerte por Sars-Cov-2 ha implicado, la mayoría de las veces, la separación y el encierro hospitalario de las personas contagiadas en estado grave, con su imposibilidad de padecer entre presencias familiares para atravesar el final de su vida. Por el otro, la pandemia también ha contraído la suspensión de los rituales mortuorios, sustituidos por funerales rápidos y desterrados del acompañamiento social, de los rezos solidarios, de los abrazos de amigos que testimonian colectivamente que la persona fallecida nos falta. Nos falta. Y, para cumplir con los cuidados de esta pandemia, no nos quedan maneras de mirarnos a la cara y de llorarlo en conjunto.

Con el paso del tiempo, en México y en el mundo los fallecimientos por coronavirus han ido en aumento. Una muerte en soledad es igual de importante y de grave que un millón de ellas, por covid-19 o por cualquier otra causa biológica, social o política. Pero este incremento mortífero nos narra dolorosamente que la muerte en aislamiento por este virus se va extendiendo como hecho y como riesgo por el entramado social, en este país y en otros. Es decir: nos da cuenta de que la manera solitaria de morir a causa de esta pandemia nos va siendo común. 

En ese sentido, en México, como se ha hecho o se podría hacer en otras latitudes, “la soledad de los moribundos” (Elias, 2008) reclama discutirse no sólo como una experiencia que trastoca nuestras nociones y prácticas habituales sobre la muerte. Y no sólo como un problema donde cada quién deba buscar cómo reponerse a los sin-sentidos de la finitud, aumentados por la actual imposibilidad de despedidas.

Por el contrario, el estado creciente de la muerte por covid-19, en nuestro país y en el mundo, indicaría una oportunidad y una responsabilidad para pensar, discutir y dirimir el daño social de la muerte aislada como un problema de interés público. Es decir, como una situación problemática que afecta al colectivo social y que precisa que las instancias públicas de la sociedad y del Estado mexicano “hagan algo” para atenderlo (Gusfield, J., (2014 [1981]). Asimismo, anunciaría que dicho problema puede y precisa ser discutido y atendido en relación con el derecho a una muerte digna y sin sufrimiento, entendida como una muerte con limitación terapéutica y que cuenta con atención médica paliativa. Un derecho que, por lo demás, ha sido reconocido en México con las Leyes de Voluntades Anticipadas desde 2008 y con La Ley de Cuidados Paliativos desde 2009, inscrita en la Ley General de Salud; y que actualmente se encuentra a la espera para discutir en la Cámara de Diputados su incorporación al artículo cuarto de la Constitución Política Mexicana (Infobae, 5 de febrero de 2020).

De esta manera, la forma actual de morir por coronavirus plantea dos cuestionamientos principales que podrían ayudarnos a consolidar una discusión y una atención pública al respecto. Una, ¿cómo cuidar y acompañar a la persona con posibilidad o próxima a morir en un contexto donde el distanciamiento social es la norma necesaria de salubridad y de higiene? Y dos, ¿cómo hacer para comprender a este cuidado y acompañamiento como acciones públicas inscritas en el derecho a una muerte digna? 

En consecuencia, el reconocimiento, el debate y la atención desde lo público hacia este problema sugieren una forma de comenzar a valorar y a resarcir el daño social producido en miles de vidas y de muertes por la experiencia de una soledad fatal sin retorno. También, permitirían preguntarnos sobre las maneras y las responsabilidades sociales y políticas que podrían y deberían erigirse para atender esta problemática como un asunto de derechos y de protección social. 

En ese sentido, la consideración, la discusión y la atención de la muerte en soledad por covid-19 como un problema de interés público podría marcar uno de los caminos para restituir el lazo social roto por un distanciamiento necesario pero doloroso. Y sin lugar a duda, podría significar la oportunidad de reincorporar en la comunidad social y política a las personas que han sido o serán desgarradas y desarraigadas de su mundo y de nuestro mundo por una muerte en aislamiento. Una soledad y un dolor que, en diversas medidas, es probable que nos ocurra a cualquiera. Una recuperación y una reincorporación que nos gustaría que, en esa situación, también nos sucediera.



*Angélica Dávila Landa

Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestrante en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Bibliografía



Elias, N. (2008). La soledad de los moribundos. México: Fondo de Cultura Económica.

Gusfield, J. (2014 [1981]) La cultura de los problemas públicos. El mito del conductor alcoholizado versus la sociedad inocente. Buenos Aires: Siglo XXI.

Infobae, (5 de febrero de 2020). Muerte digna y cuidados paliativos para enfermos terminales fueron aprobados por el Senado en México. Recuperado de: https://www.infobae.com/america/mexico/2020/02/05/muerte-digna-y-cuidados-paliativos-para-enfermos-terminales-fueron-aprobados-por-el-senado-en-mexico/

Olvera, E. (4 de agosto de 2020). Hospitalizado por coronavirus ve morir a 5 contagiados. Informador. Recuperado de: https://www.informador.mx/