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Corrupción: El cáncer de Latinoamérica

La corrupción limita el desarrollo y progreso económico, político y social de los países del mundo.

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Escrito en OPINIÓN el

Cada año el Fondo Monetario Internacional da a conocer un ranking que califica en mayor o menor grado el índice de corrupción de un país. El ranking revela que los actos de corrupción el año pasado fueron equivalentes al 2% del PIB mundial, algo así como 2,000 millones de dólares.

 

Lo lamentable es que este endémico mal de la sociedad moderna, no es potestad de una sola nación y en particular considero, que aparecer en el sitio 10 o en el 50 del ranking de corrupción al final del día pierde relevancia, puesto que lo cierto es que todos los países ahí listados son corruptos.

 

Durante un viaje el año pasado a la ciudad de Sao Paulo en Brasil, converse con mucha gente entorno a la crisis política y económica que ya se avecinaba en el gigante sudamericano; el principal responsable de la recesión económica que ya se avizoraba, coincidían las voces, era la corrupción.

 

El taxista que me trasladó del aeropuerto de la capital brasileña hacia el hotel en el que me hospedaría en pleno corazón financiero del país, me hizo saber su enojo e indignación por todos los actos de corrupción que a su entender había cometido el gobierno de Lula Da Silva durante su mandato.

 

La visión de mi interlocutor, decía que en su opinión, la percepción de la mayoría de los brasileños en todo el país, apuntaba a que la presidenta Dilma Rousseff representaba más de lo mismo. Y por aquel entonces agosto de 2015, me vaticinaba que buscarían por todos los medios legales destituirla de su cargo.

 

El pasado jueves 12 de mayo, el congreso brasileño, dictaminó la destitución de su cargo a la ahora ex presidenta Dilma Rousseff. El hecho es relevante porque más allá de las disputas políticas entre partidos en Brasil, el origen de esa destitución, se fraguó en la comprobación de distintos actos de corrupción por parte del gobierno de Lula, sus funcionarios, y grandes corporaciones multinacionales que corrompieron el sistema legal de ese país.

 

Casi a la par de que iniciaba la tarea que terminó con la destitución de Dilma Rousseff, en Guatemala, estaba siendo sentenciado y destituido Otto Pérez Molina de su cargo como presidente de la República por un acto de corrupción en el sistema de aduanas del país centroamericano. El escándalo estalló a principio de 2015 cuando una de las personas más allegadas al todavía presidente estaba vinculada a un gran fraude y desvió de fondos públicos, que terminó con el encarcelamiento y destitución del presidente de Guatemala.

 

Dice el dicho que “consuelo de muchos, es consuelo de tontos”, pero lo que es cierto es que en general, todos los países de Latinoamérica, padecen este cáncer social que representa la corrupción. Sólo hace falta levantar una piedra, y encontraremos cientos de casos de corrupción en cualquier país del continente.

 

En Argentina, por ejemplo: Cristina Kirchner terminó su gobierno bajo un manto de corrupción y desvió de fondos a favor de diversos proyectos personales. En Perú, parece que las lecciones aún no han sido aprendidas y la casi virtual ganadora de las elecciones presidenciales que tendrán segunda vuelta el 5 de junio, Keiko Fujimori, llegará al poder bajo la sombra de fraude y corrupción a la que se enfrentó su padre cuando fue presidente de ese país y que lo obligó a huir y refugiarse en Japón para evitar la cárcel.

 

Pero para que haya corrupción dicen los especialistas, se necesitan dos. Y efectivamente, en muchos casos y países de Latinoamérica, la tentación de enriquecimiento ilícito parece ser una constante; sin embargo, en la mayoría de los casos, detrás de esos actos, están los nombres de grandes corporaciones que en función de acceder a los mercados y de obtener concesiones para llevar inversión a los países de la región, han cooptado a las autoridades y funcionarios para obtener beneficios económicos.

 

Mi viaje a Brasil fue muy revelador porque entre otras cosas, mi agenda marcaba una conferencia de prensa del CEO global de Siemens, quien había volado desde Alemania para dar su versión sobre los actos de corrupción en los había incurrido la empresa en el gigante sudamericano. El acto se llevó a cabo en un lujoso hotel de Sao Paulo con una convocatoria de distintos medios nacionales e internacionales; en él, Joe Kaesser reconoció y asumió la culpabilidad de la organización que representa en actos de corrupción en Brasil; su compromiso fue tomar cartas en el asunto y hacer todo lo posible para no volver a incurrir en esos actos. Lo relevante es que el CEO global aceptó que su corporación corrompió a las autoridades brasileñas, algo pocas veces visto.

 

En México la sociedad en general ha debido lidiar con gran cantidad de casos de corrupción, los más sonados de los últimos veinte años, son el caso de Carlos Cabal Peniche, quien se encumbro a la fama por sus fraudes y actos de corrupción en el sector bancario por 700 millones de dólares. El otrora presidente de Banco Unión y Banca Cremi, no sólo desviaba fondos y lavaba dinero, también se hacia autoprestamos para financiar la compra de más empresas.

 

Otro caso fue el de Jorge Lankenau, el empresario que fuera dueño de la aseguradora ABA, del grupo financiero Abaco y de Banca Confía, fue encarcelado por fraude, evasión fiscal y diversos delitos calificados por 179 millones de dólares. A la memoria me vienen los más recientes como el caso de Walmart inmiscuido en el soborno a diversos funcionarios del municipio de Teotihuacán en el Estado de México para la compra de varios terrenos por al menos dos millones de pesos.

 

Otro caso reciente fue el de OHL empresa española que fue acusada de sobornar a funcionarios del Estado de México para obtener contratos de construcción a favor de la compañía por 1,100 millones de dólares. Uno más es el de Oceanográfica, quien fue señalada por autoridades de los Estados Unidos de haber incurrido en un fraude hacia Banamex por 7,500 millones de pesos.

 

La corrupción tiró también lo que sería una de las obras más importantes del gobierno de Peña Nieto, pues se pusieron al descubierto actos de corrupción con la empresa China Railwal Construction que estaría a cargo de construir el tren bala que viajaría de la Ciudad de México a Querétaro; el argumento fue un sobre precio de 10 mil millones de pesos de la obra para hacer un total de 58 mil millones de pesos que recibiría el gobierno del estado y una adjudicación directa a la empresa asiática bajo una licitación disfrazada por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

 

Uno de los últimos casos fue el de Tajamar en Cancún en donde se acusaba a las autoridades del estado de haber corrompido a funcionarios de ese municipio para la construcción de un complejo hotelero y comercial que alteraría el entorno ecológico de la zona en la que se pretendía realizar la obra que implicaba al menos una inversión de 244 millones de pesos; mismo corte que tuvo en su momento el proyecto de Dragon Mart que involucraba recursos por 200 millones de dólares.

 

La lista en México es larga como en otros muchos países de Latinoamérica y en muchos casos, los actos no han sido castigados o han quedado archivados en el cajón de los recuerdos. Y es que aunque estudios como el del FMI internacional dicen generar propuestas y recomendaciones para combatir actos de corrupción, lo cierto es que esa práctica parece ser parte del desarrollo y actividad económica de todo el planeta.

 

Empresas como Unilever, Shell, Ford, Volks Wagen, Siemens, Exxon, Bankia, Citi Bank, Toshiba, HSBC, OHL, Avón, FIFA, Commerzbank, China Road, China State, Daimler, Ferrostal, Krauss Maffei Wegmann, Swift, Johnson&Johnson, Bayer, Dupont, HP y una larga lista de empresas de todo el planeta, han sido mencionadas en al menos un caso de corrupción en alguna parte del mundo. El escándalo más reciente de corrupción son los Papers de Panamá.

 

La corrupción es un mal endémico no sólo de los países Latinoamericanos sino en todo el planeta. Las grandes corporaciones globales, cuentan con los recursos económicos para seducir a los funcionarios y empresarios de los países en vías de desarrollo; sin embargo, está claro que la corrupción es un cáncer social que limita el desarrollo y progreso económico, político y social de los países más propensos a ser sobornados.

 

La solución está manos de la sociedad civil latinoamericana, quien deberá exigir mayor transparencia tanto de las empresas como de las autoridades, así como una aplicación de la ley sin contra pujos para castigar a los involucrados en actos de corrupción, bueno, al menos eso sería lo ideal.

 

@ijm14

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