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Construir la paz desde la infancia

En los últimos 20 años se ha desatado la violencia, cada vez con mayor fuerza, y lo más grave quizá es que ya la hemos normalizado. | Jaime Rochín

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Escrito en OPINIÓN el

En estos días no hay reunión social en la que no se hable de la tragedia del Colegio Cervantes en Torreón Coahuila. Hemos visto a los medios de comunicación y a diversas autoridades sacar conclusiones apresuradas, señalando “culpables” a diestra y siniestra: el colegio, los padres, los abuelos, la CNDH, los videojuegos, etc.

Se proponen “soluciones” cosméticas, como el programa “Mochila segura”, asegurando que de haberse aplicado en este colegio, la tragedia no se hubiera suscitado.

Quizá no queremos darnos cuenta de la espiral de violencia que vivimos y los efectos que ésta tiene en las niñas, niños y adolescentes, y preferimos buscar “culpables”, para no asumir nuestra responsabilidad; en este juego dialéctico se están violando derechos fundamentales de la infancia y de las víctimas en general: se exponen imágenes, nombres, se revictimiza y se criminaliza: La tragedia nos retrata como sociedad.

En los últimos 20 años se ha desatado la violencia, cada vez con mayor fuerza, y lo más grave quizá es que ya la hemos normalizado. Hemos dejado de sorprendernos. Las estadísticas son escandalosas para cualquier país: más de 60,000 desaparecidos y al menos un cuarto de millón de personas asesinadas, dejando en el camino una cantidad ingente de niñas y niños huérfanos, sin hogar. Una crisis humanitaria que explotó con la institucionalización de la violencia desde el Estado a partir de 2006, reproduciendo y fomentando la masculinidad tóxica que tiene hondas raíces en nuestro país: el machismo.

Como lo ha señalado recientemente Karina García en El País : la violencia se aprende: el macho, para ser hombre de verdad, debe ser violento: “A diferencia de las mujeres, el hombre de verdad no puede mostrar sus miedos, sus emociones y debilidades, y la mejor manera de hacerlo es demostrar fuerza y dominio en todos los territorios: en la pandilla, en las peleas con pandillas rivales y en sus casas, con sus familias”. Es esta lógica machista, la que resuena en la violencia del Estado, y permea en todos los ámbitos de la sociedad.

Las construcciones de género en el contexto mexicano están íntimamente relacionadas con la construcción del Estado. Sayak Valencia así lo escribió: “es necesario visibilizar las conexiones entre el Estado y la clase criminal, en tanto que ambos detentan el mantenimiento de una masculinidad violenta emparentada a la construcción de lo nacional. Lo cual tiene implicaciones políticas, económicas y sociales que están cobrando en la actualidad un alto número de vidas humanas dada la lógica masculinista del desafío y de la lucha por el poder”.

Esta violencia institucional machista se transmite desde la infancia, y es por eso que nos encontramos hoy, casos como el del colegio Cervantes en Torreón. Si no la combatimos de inmediato corremos el riesgo de que estos hechos se repitan en otros lugares.

Construyamos un modelo de paz. Empecemos la transformación por las niñas, niños y adolescentes, enseñándoles a romper intencionalmente los estereotipos de género, no les asignemos funciones sociales, juegos o vestimenta determinada solo por su sexo. Enseñémosles a jugar sin juzgar, que aprendan a mostrar sus afectos, a rechazar la violencia de donde venga, promovamos en ellas y en ellos la solidaridad: que les duela la pobreza, la injusticia, la desigualdad y la discriminación, y finalmente, aprendamos a escucharles con atención sin juzgarles, ni minusvalorar sus puntos de vista, que ninguno de ellos se sienta desechable. Recordemos que no son minipersonas con mini derechos, son personas completas con derechos completos. #HagamosComunidad.