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Athié y Sicilia

La disposición, empatía y apoyo que mostraba AMLO como líder opositor ha sufrido un cambio en su carácter de presidente. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

En unos cuantos días el presidente López Obrador ha utilizado el patíbulo en que se han convertido sus conferencias de prensa de cada mañana, para descalificar a dos de los activistas más reconocidos por su lucha a favor de las víctimas en nuestro país, Alberto Athié y Javier Sicilia, debido a sus posiciones críticas ante la actuación del nuevo grupo gobernante tal y como lo han venido haciendo a lo largo de muchos años sin distingo de quien detente el poder.

Una vez más López Obrador exhibe su poca tolerancia ante los cuestionamientos así como su visión reduccionista de las cosas al desestimar trayectorias, méritos, convicciones e incluso posturas y razonamientos sustentados en evidencias o hechos concretos, pues al parecer lo único que importa es el apoyo incondicional a su proyecto político y todo lo que no se ajuste a ello debe ser desacreditado en automático.

En el caso de Alberto Athié, quien durante más de dos décadas se ha destacado por impulsar programas para aliviar la pobreza desde el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana -como nos lo recuerda el especialista en temas religiosos Bernardo Barranco-, y sobre todo por denunciar la pederastia clerical así como el encubrimiento de la jerarquía eclesiástica y apoyar a las víctimas, lo que desató una fuerte campaña en su contra que lo llevó a dejar el sacerdocio y probablemente un futuro promisorio dentro de la iglesia católica, fue objeto del desprecio del presidente por el hecho de manifestar públicamente su inconformidad con el proceso de designación de la titularidad de la CNDH y renunciar a su cargo honorífico como integrante del Consejo Consultivo de dicha Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Lo que indignó a López Obrador no fue el desaseo legislativo en el Senado y mucho menos que su candidata incumpliera con los requisitos de ley para poder convertirse en la ombudsperson, sino la posición crítica de Athié a quien dijo ni siquiera conocer pero a su vez insinuó que era de los que manejaban la CNDH simulando ser defensores de derechos humanos en franca descalificación a su labor a favor de niñas y niños víctimas de violencia sexual infantil.

Por su parte, la molestia con Javier Sicilia, quien fundó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) a partir del asesinato de su hijo en marzo de 2011 convirtiéndose en la voz de miles de víctimas y exigiendo que los gobernantes en turno -Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y ahora Andrés Manuel López Obrador- modifiquen la estrategia de seguridad, se debe a que le envió una carta en la que anunciaba una nueva marcha hacia Palacio Nacional con el propósito de abrir un espacio de diálogo con el gobierno. La disposición, empatía y hasta apoyo que mostraba como líder opositor y candidato ha sufrido un cambio importante en su carácter de presidente, al negarse a reunirse con Sicilia y advertir que no modificará su estrategia de seguridad que a todas luces no ha dado ningún resultado.

Se podrá coincidir o no con los métodos e incluso con la beligerancia empleada por estos dos activistas, pero no se puede estar en contra de la legitimidad de sus causas y tampoco desconocer su compromiso en una lucha que nos debe convocar a todos.