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¿Aferrarse a lo dicho o corregir?

En tiempos de crisis, lo mejor es reconocer los errores y corregir a tiempo. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Los argumentos sólidos de los líderes, en momentos de crisis, son muy importantes para mantener la confianza de la población. Quien sabe explicar con claridad y sencillez lo que está sucediendo, y presenta además planes o acciones concretas para resolver los problemas, afianzará su liderazgo y mantendrá la gobernabilidad.

Las teorías de la argumentación y el discurso político alertan sobre los riesgos de recurrir a las falacias, justificaciones, ocultamientos, incongruencias o manipulaciones. También advierten del riesgo de aferrarse a posturas o mensajes que no corresponden con lo que la gente vive, espera o percibe. 

En el espacio público, la multiplicidad y heterogeneidad de los argumentos de una sociedad plural obliga a los líderes a la contundencia. Sin embargo, la elocuencia es más efectiva cuando se ve corroborada por el cumplimiento de objetivos y compromisos.

La calidad de la argumentación en una democracia está directamente relacionada con lo que es procedente, válido, legítimo y convincente. Una buena argumentación no solo debe considerar estos elementos, sino procurar un “diálogo” entre el líder y la sociedad “orientado hacia la consecución de un fin compartido”, tal y como lo propone el especialista Huber Marraud. 

Te puede interesar: Hubert Marraud. "La calidad de la argumentación en las democracias contemporáneas". Madrid, España, Research Gate, 2018.

En el intercambio de mensajes que se da durante los procesos cotidianos de comunicación política es inevitable la competencia, la polémica, la descalificación, el ataque y, por lo tanto, el choque de opiniones. Si bien la deliberación pública es un mecanismo de control democrático, también lo es que las características del nuevo ecosistema de comunicación dificultan el debate civilizado y el diálogo público entre gobernantes y gobernados.

Es cierto que los líderes pueden expresarse libremente sin más restricciones que las establecidas en el Artículo 6° de la Constitución. Sin embargo, también lo es que tenemos una cultura muy arraigada en la que se manejan con facilidad argumentos débiles o falsos, y con los que se trata de justificar en vez de explicar; de ocultar en lugar de abrir la información de interés público; o de mantenerse en lo dicho, a pesar de que la realidad contradiga los dichos e intenciones que se tratan de defender.

La preocupación de exhibirse como un personaje débil, incongruente o mentiroso ha llevado a muchos líderes de la historia mundial a optar por una retórica basada más en principios ideológicos que en argumentos sólidos y datos duros. Claro que se trata de una ruta de solución más sencilla y muchas veces efectista, pero casi siempre resulta ineficaz desde una perspectiva democrática de largo plazo.

Reconocer un error y corregir a tiempo no siempre afecta la reputación del líder. Por el contrario. En la democracia moderna, la corrección de algo que se ha hecho o dicho mal puede convertirse en una virtud. Aún más. El valor de una disculpa sincera puede ser tan grande como para recuperar la confianza ciudadana y/o mantener la legitimidad y reputación de un gobernante. 

Te recomendamos: José Pedro Marfil Medina y Julio César Pérez Herrero. "El discurso del perdón en comunicación política. La disculpa de Juan Carlos I". Revista Opción, Año 32, Núm. Especial 7, 2016.

Es obvio que los líderes no pueden ni deben andar por la vida ofreciendo disculpas ni corrigiendo a diario por errores insignificantes. Pero cuando se trata de cuestiones relevantes o trascendentes para la sociedad, tomar decisiones correctivas y explicar las razones que llevaron a la rectificación refuerza los atributos de honestidad, congruencia y valentía.

La imagen pública está relacionada en forma directa con el discurso del poder y el poder del discurso. Teun A. van Dijk, uno de los teóricos del discurso más reconocidos en el mundo, nos advierte sobre los peligros del discurso político al margen de la sociedad y de su integración en el diseño de las políticas públicas. 

El lingüista neerlandés asegura que los análisis críticos del discurso son más eficientes cuando influyen en las élites de los políticos, los periodistas y los escritores. Y que “nuestras democracias no solo son y serán incompletas, sino peores, sin un cambio fundamental en nuestras ideologías, discursos y otras prácticas” vinculadas con la argumentación. 

El cambio que se requiere atraviesa, entonces, por mejorar la calidad de la argumentación. Más aún cuando se tienen que enfrentar situaciones de crisis, como las que estamos viviendo en todo el mundo. Si queremos que la comunicación política fluya de mejor manera y se convierta en instrumento eficaz del y para el poder legítimo, lo que se requiere es un cambio de paradigma: es preferible corregir a tiempo (en las acciones y el discurso) que enfrentar las consecuencias del abuso de poder discursivo, sustentado en premisas débiles, manipuladoras o simplemente impositivas.

Recomendación editorial: Pedro Reygadas. El arte de argumentar. Sentido, forma, diálogo y persuasión. CDMX, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2015 (segunda edición, aumentada).