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Instrucción Moral y López Obrador

A muchos ha resultado preocupante el planteamiento de la elaboración de una Constitución Moral, hecho por López Obrador | Emanuel Bourges

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Escrito en OPINIÓN el

La mención de la elaboración de una constitución moral por parte de Andrés Manuel López Obrador me tomó a la mitad de una investigación en torno a la instrucción moral en las escuelas inglesas de finales de la época Victoriana. Me resulta imposible no comparar ambos casos. Se trata de propuestas hechas en circunstancias en que se percibe una decadencia de valores y una descomposición social, que reflejan un fallo en el arreglo político que requiere recomponerse.

Hacia las últimas decadas del siglo XIX, surgieron preocupaciones entre las élites inglesas en torno a la errática apuesta por la urbanización como medio para lograr la integración de la ciudadanía sin distinción entre clases, para incorporar a las clases trabajadoras en las actividades políticas y para enoblecer las virtudes cívicas. Había la sensación de un abandono de la ciudadanía por parte de sus autoridades y, del otro lado, una falta de compromiso por parte de las clases trabajadoras hacia los procesos políticos, una degeneración urbano cultural y un comportamiento anticívico por parte de la ciudadanía citadina. Esto acompañó al declive del Imperio Británico y, a pesar de haber sido un siglo de profunda convicción religiosa, a cuestionamientos en torno a la veracidad y precisión de lo asentado en la Biblia, el Génesis y los Evangelios, especialmente a raíz del surgimiento de la Teoría de la Evolución de Darwin y al desarrollo de aproximaciones filosóficas críticas al utilitarismo y al materialismo.

Una de las corrientes filosóficas que atajó el tema fue el idealismo. Apoyados en teorías que giraban la mirada hacia autores clásicos, como Aristóteles y Platón, y modernos, como Hegel y Kant, los idealistas criticaron la exaltación del individualismo en Jeremy Bentham, John Stuart Mill y Herbert Spencer, y forjaron postulados de una sociedad orgánica con un Estado moral activo que lograra, ahora sí, la unidad social sin distinción de clases, girando en torno al bien común, al deseo colectivo y a los valores ciudadanos. Estos planteamientos adolecían de referencias a la disminución de disparidades de riqueza y de derechos políticos. Por ejemplo, no se hablaba de sufragio universal (a pesar de las reformas electorales que ampliaron sustancialmente la base del electorado, se seguía sin incluir a las mujeres) como tampoco a la disminución de las disparidades de riqueza entre la población y ni se diga de la lucha de clases. Para evitar entrar en esos ríspidos temas, que atentaban contra la concentración de riqueza y los privilegios de la aristocracia, se apeló a otros elementos de unidad entre los ingleses. El discurso en torno al origen de la grandeza inglesa fue modificado: en lugar de estar basada en los derechos políticos constitucionales adquiridos tras la revolución de finales del siglo XVII, se propuso encontrarla en las singularidades raciales y culturales anglosajonas, en donde la influencia racial teutona tenía un peso singular.

Para marcar las nuevas líneas de instrucción moral en la educación temprana, surgieron numerosos grupos que variaban en su grado de secularización; aunque todos ellos cristianos, algunos insistían en la necesidad de erradicar en su totalidad la instrucción religiosa en las escuelas del sistema público, otros hablaban simplemente de una educación religiosa no sectaria, mientras que otros más daban un lugar explícitamente preponderante al cristianismo. Entre esos grupos destacaron las Ethical Societies y la Moral Insuction League. Entre los preceptos de esos grupos, podemos notar la necesidad de la unificación de creencias para, en un esfuerzo común, lograr la cooperación moral, la clarificación del bien y el mal, una nueva visión del comportamiento y de las instituciones, así como la forja del carácter. Se hacía referencia a que los grandes alcances de las diferentes religiones se ubicaban en sus etapas más tempranas, previo a su dogmatización, en donde se encontraban valores comunes entre ellas. A pesar de autodenominarse seculares, estos grupos constantemente hacían referencia a pasajes bíblicos como parte de sus lecciones morales. En la mayoría de sus planteamientos se incluía a las Iglesias, junto con el Estado y la familia, como las instituciones que debían colaborar en el desarrollo moral. Existía una notoria ambigüedad en los términos empleados; nunca se definió con claridad a qué se referían con secularidad, bien común, unidad nacional o ciudadanía. Ello hizo que se pudiera entender casi cualquier cosa al referirse a ellos, que una instrucción moral secular pudiera incluir pasajes bíblicos, que el bien común no cuestionara diferencias sustanciales de acumulación de riqueza y de oportunidades, que las lecciones de rastreo de los orígenes comunes de la ciudadanía exaltaran los razgos físicos y el carácter anslosajón y despreciara los de los celtas, por poner algunos ejemplos.

¿Una constitución moral?


En el caso del México de principios del siglo XXI, a diferencia de la Inglaterra de fines del XIX, no hay imperio en declive que defender. El problema en nuestro caso doy por entenido que gira en torno a una violencia desmedida, en la que hemos estado envuelto especialmente la última década y a unos niveles de corrupción que alarman sobre todo al ver los informes comparativos. López Obrador identifica dentro de la crisis nacional, una pérdida de valores y una descompsición social que requiere del auspicio de una corriente de pensamiento para promover un nuevo paradigma moral: el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a nuestra patria, que fortalezca los sentimientos humanos, ya que el desarrollo y el bienestar, es decir, la satisfacción material, no basta para atajar el problema. López Obrador apela a la gran reserva moral y a la bondad que existe aún en las familias y en las comunidades mexicanas para exaltar y promover valores individuales y colectivos, que contrarresten el predominio del individualismo por encima de los principios del bien común, así como la codicia y el odio. Cabe hacer notar que considera como uno de los fines últimos de la política, el amor, y que apela continuamente al amor al prójimo, un concepto que tiene como origen el Cristianismo primitivo, no se puede rastrear antes (nótese su ausencia en el Antiguo Testamento). López Obrador hizo referencia, además de a Jesús, a Aristóteles (en donde hizo notar la forja del carácter) y a la Cartilla Moral de Alfonso Reyes (servir a la comunidad, contribuir a la formación de mujeres y hombres buenos y felices, los círculos concéntricos). A lo largo de su discurso hizo notar que el exaltar valores espirituales no implica necesariamente inmiscuirse en el terreno religioso.

Son notorias las similitudes de los planteamientos previamente expuestos. En ambos casos vemos ambigüedad en el uso de los términos, apelaciones a la posibilidad de una sociedad orgánica, así como referencias a pasajes bíblicos, frente al esfuerzo de aparentar la secularidad de la iniciativa. Resuena la apelación de la moralidad como el instrumento a partir del cual enderezar las desviaciones viciosas de la sociedad, en lugar de hacerlo en correspondencia a una reconfiguración institucional que gire en torno a los valores del liberalismo político, como el respeto a los preceptos de los arreglos institucionales y el fortalecimiento de los frenos y contrapesos, con un reconocimiento explícito del permanente conflicto al que cualquier sociedad capitalista está expuesta.

A muchos ha resultado preocupante el planteamiento de la elaboración de una Constitución Moral, con tintes claramente inclinados hacia el cristianismo, en un Estado secular y laico como es México. Debido a la ambigüedad del planteamiento, no sabemos, en primera, si va enserio o no, y luego en qué se traduciría. ¿Qué implica lo que dijo? A saber.

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Referencias:

Brad Beaven and John Grif?ths (2008), “Creating the Exemplary Citizen: The Changing Notion of Citizenship in Britain 1870–1939”, en Contemporary British History.

Stephen Heathorn (1995), “Let us remember that we, too, are English: Constructions of citizenship and National identity in English Elementary Schools Reading Books, 1880-1914”, en Victorian Studies.

Raymond Plant (2006), “T. H. Green: citizenship, education and the law”, en Oxford Review of Education.

Sandra den Otter (1997), “Thinking in communities: Late nineteenth century Liberals, Idealists and the Retrieval of Community”, en Parliamentary History.

Felix Adler (1906), The Moral Instruction of Children, London: Sidney Appleton

Felix Adler (1890), “The freedom of ethical fellowship”, en International Journal of Ethics