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Quiero que me digas ‘papá’ por el resto de mi vida”

El proceso de adopción en México

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Berenice y su esposo terminaron de convencerse para ser padres adoptivos cuando conocieron a unas niñas a las que probablemente podrían adoptar y se encariñaron tanto que las pequeñas les decían “papá” a Gabriel.

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“Yo quiero esto todos los días por el resto de mi vida”, dijo Gabriel con una amplia sonrisa a su esposa.

Berenice cuenta con tanta emoción y minuciosidad el proceso de adopción que incluso recuerda lo que desayunó el día que finalmente se llevaron a su hija Gabriela a casa: media sincronizada que apenas pudo masticar por los nervios de no saber si ella y su esposo eran dictaminados como idóneos para adoptar.

El proceso de Berenice y Gabriel fue sui generis por el poco tiempo que les tomó: el 28 de julio de 2016 se registraron como aspirantes de adoptantes, en agosto tomaron cursos para padres y ahí le informaron al personal del DIF que estaban en la disposición de adoptar a niños más grandes e incluso a unos hermanos; haber sido los únicos padres en un grupo de 50 parejas que estaban dispuestos a aceptar niños grandes, hizo que la institución los considerara por delante de varias decenas de expedientes

Cuando tenían 25 años descubrieron que pertenecen al 20 % de las parejas en las que ambos miembros tienen problemas para concebir, por lo que decidieron que adoptarían para cumplir su sueño de ser padres.

La decisión tenía su antecedente y hasta parecía un mandato del destino pues Berenice trabajó durante su juventud en una casa hogar y cuenta que desde entonces pensaba: “Un día me voy a llevar un niño de aquí”; además su experiencia les ayudó a tener claro que necesitaban tener mucha tranquilidad emocional, tomar terapia y buscar estabilizarse como pareja antes de iniciar el proceso de adopción.

El proceso de adopción no es fácil. El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias (DIF) exige cursos de inducción, análisis y estudios de salud física y mental, socioeconómicos, pruebas de convivencias familiares, identificaciones oficiales, cartas de recomendación, constancias laborales especificando puesto, antigüedad, sueldo y horario laboral o comprobante de ingresos, certificados de antecedentes no penales y fotos del inmueble donde el menor o la menor van a vivir.

De acuerdo con datos oficiales, actualmente hay alrededor de 30 mil menores en las distintas instituciones, tanto del DIF como Casas Hogar, sin embargo la cifra puede ser mayor pues el último censo de las casas hogar data de 2014.

De esos 30 mil menores, no todos son susceptibles de ser adoptados pues en algunos casos no quieren ser adoptados o aún tienen familiares que podrían hacerse cargo de ellos.

Según los datos proporcionados por las Procuradurías Estatales de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, de 2019 a 2020 se registraron 986 susceptibles de ser adoptados y durante 2020 se concluyeron 865 adopciones, sin embargo el dato no es exacto pues algunas procuradurías como la de Guerrero, Tabasco, Colima y Zacatecas no entregaron los datos al DIF.

Partiendo de estos datos, la situación es dramática pues se estaría hablando de que cerca de 29 mil niños, niñas y adolescentes están institucionalizados sin ser susceptibles de adopción y sin tener familiares que se hagan cargo de ellos; los niños y niñas, atrapados entre la burocracia y los procesos legales, pero sin acceder a su derecho a la familia.

Georgina Hernández Alonso, fundadora de la organización Contigo Desde el Corazón que acompaña a familias adoptantes, afirma que los procesos de adopción en México son muy similares a los del resto del mundo pues existen estándares internacionales que se tienen que garantizar.

Además, afirma Hernández, es necesario tratar de manera específica a los niños, niñas y adolescentes adoptados pues se debe considerar que desarrollan traumas relacionados con el abandono lo que, en caso de no ser atendido adecuadamente puede generar complicaciones. Así, las adopciones no sólo requieren requisitos estrictos, sino también un acompañamiento posterior.

Las y los adoptados pueden tener la intención de buscar a sus familias biológicas o a entrar en conflicto en los espacios en los que se desarrollan como la escuela y una tarea que puede parecer muy sencilla, como hacer su árbol genealógico, se vuelve una fuente de angustia para las y los pequeños.

No se habla de eso, pero en todas las escuelas hay niños adoptados. Sus compañeros les preguntan: Oye, pero ¿por qué no te pareces a tus hermanos? A mi hija le pasó y me dijo que fuera a la escuela a explicar que era adoptada, la maestra me dijo que andaba diciendo que yo no era su mamá biológica y yo se lo confirmé”, explica Georgina que adoptó hace 21 años a una bebé que se convirtió en su impulso para continuar con su trabajo como acompañante de adoptantes

La fundadora de Contigo Desde el Corazón explica que en realidad es muy difícil adoptar a un bebé debido a todo el proceso legal que requiere que un recién nacido o un niño pequeño esté en condiciones para ser adoptado; la única vía posible es que la madre biológica renuncie de manera voluntaria a la potestad sobre el bebé, pero esa información no se le provee a las mujeres embarazadas en condiciones vulnerables.

Las instituciones no están informadas. A veces cuando llegan a los hospitales y dicen que ya va a nacer el niño, pero no pueden tenerlo, el personal en los hospitales le dice a las mujeres que eso constituye un delito. Dejarlo en la calle o en una iglesia, sí es un delito, pero entregarlo en adopción no lo es”, explica Georgina

Si las mujeres que desean dar a sus hijos en adopción supieran que es un trámite legal, se podría acelerar el proceso de encontrar una nueva familia para los niños; como eso no ocurre, los pequeños tienen que permanecer en las instituciones durante meses e incluso años.

“Si son entregados en adopción, rapidísimo pueden ser entregados a una familia porque hay una firma de la mamá de que lo está entregando, pero si el bebé es abandonado en la calle hay que hacer toda una búsqueda de la mamá para que vaya y firme y eso tarda años, y los niños se quedan en las instituciones durante años hasta que ya pueden ser liberados y entregados pero el daño que ejerce el vivir institucionalizado es muy grave”, explica Georgina.

Otra forma en la que los niños, las niñas y los adolescentes pueden ser puestos en adopción es cuando las familias no tienen la capacidad para cuidarlos y están sometidos a maltrato, lo que además de generar trámites genera traumas por lo que las familias adoptantes requieren tener preparación especial para resolver adecuadamente sus dificultades emocionales.

Berenice y su esposo están de acuerdo en que el proceso para seleccionar a adoptantes sea tan minucioso pues reflexionan que se está poniendo a resguardo de una familia, la vida de una niña, un niño o un adolescente.

“Un pequeñito merece el 100 de ti si no estás al 100 y le vas a dar un 80, no le estás dando lo que el pequeño merece o necesita”, explica Berenice.

Probablemente, reflexiona, el hecho de que se prepararon durante varios años para sanar heridas emocionales y estabilizarse como pareja, haya sido la razón por la cual su proceso de adopción fue considerablemente acelerado.

A principios de octubre, escasos meses después de que iniciaron el proceso, a Berenice y Gabriel les llamaron del DIF y el 5 de octubre, antes de las 9:00 horas ya estaban a las puertas de la institución. La procuradora del DIF les explicó que los había observado y que le había gustado su perfil, por lo que pidió que se acelerara la adopción.

Luego de cumplir con todos los requisitos que el DIF solicita, la institución determina si las parejas son o no idóneas y se les entrega un certificado en caso de serlo para que posteriormente el Consejo Técnico decida a qué niño o niña pueden adoptar, es decir, las adopciones también tienen su componente subjetivo pues depende de la opinión de los especialistas del DIF.

Así lo explica Dulce María Mejía Cortés, directora general de Representación Jurídica y Restitución de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes en la Procuraduría Federal de Protección del DIF.

Lo que buscamos en cada uno de nuestros procesos de adopción es la mejor familia para los niños, niñas y adolescentes. La niña, niño o adolescente siempre tiene que estar puesto al centro en el proceso de adopción. Lo que hace el DIF es buscar que los solicitantes de adopción sean los mejores que van a satisfacer todo lo que el niño, niña o adolescente requiere”, afirma Mejía Cortés

Además del proceso para garantizar la idoneidad de las y los adoptantes, los propios niños y adolescentes pasan por un proceso hasta que se les considera susceptibles para adopción; esto debido a que lo que prioriza cuando el sistema del DIF recibe un niño, es que se le reincorpore a su ámbito familiar.

En caso de que no haya familiares de ningún tipo disponibles para hacerse cargo de él o la menor, se inicia un proceso en el que se libera jurídicamente al menor de cualquier relación con su familia para que, entonces sí, pueda ser adoptado; sin embargo, siempre se considera la opción del niño, niña o adolescente y se establecen convivencias entre éstos y los posibles adoptantes para también establecer la compatibilidad entre las futuras familias.

En las valoraciones que les hacemos, por ejemplo en materia de psicología o de trabajo social, en donde se determina cuáles son las habilidades de cuidado parental que tiene cada uno de los adoptantes”, explica Dulce Mejía en relación con los casos en los que una pareja o persona adoptante ha sido declarada como idónea para adoptar pero no logra entrar en sintonía con el niño, niña o adolescente

Mejía Cortés afirma que en torno a la adopción existen muchos prejuicios que es necesario combatir como que los requisitos son imposibles cuando en realidad están justificados y alineados con convenios internacionales que México ha firmado.

Sin embargo, al final del largo proceso que puede significar adoptar, las familias que se construyen luego de atravesar tantas dificultades se consolidan sobre la base del deseo de ser familia y del amor.

Berenice cuenta que el día que les entregaron a Gaby, mientras les explicaban las condiciones de salud de la pequeña, el personal de la casa hogar no paraba de llorar de emoción y felicidad.

“Ahí la gente nos dijo: “La verdad es que lloramos de emoción porque Gaby es una de las niñas más queridas en la casa hogar y nos genera muchísimo gusto saber que se va con una familia tan hermosa”. Nosotros nos preguntábamos cómo sabían que éramos una familia hermosa pero la verdad es que todo sale en las evaluaciones”, explica Berenice.

 “Cuando nos estaba entrevistando, la procuradora del DIF nos preguntó para confirmar si rentábamos y si queríamos una niña de entre 3 y 11 años, cuando le dijimos que sí, nos dijo: “Creo que ya es hora de que empiecen a buscar casa porque ya son papás” y entonces no dio la foto de mi hija pero no le hacía justicia para nada porque en persona estaba más bonita”, a Berenice le cuesta terminar la oración pues la emoción la embarga y llora un poquito mientras se disculpa: cada que cuenta la historia, se pone a llorar de alegría.




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