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Las mujeres indígenas, el sector más discriminado en la CDMX

En la escuela me decían negrita, dice María de los Ángeles

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Escrito en ESPECIALES LSR el

María de los Ángeles Domínguez Cruz nació en el pueblo de San Jerónimo Sacayatlá, Puebla. De niña se fue a vivir a la Ciudad de México junto con su familia. Sus padres migraron a la capital del país para buscar trabajo. Se instalaron en un cuarto en Iztapalapa.

Telecomunicaciones indígenas, la discriminación

Recuerda que cuando su mamá las llevaba, a ella y su hermana, a la escuela les daba pena que les hablara en mixteco en frente de sus compañeros de clase.

Nos preguntaban por qué hablábamos raro, qué de dónde veníamos y nos empezaron hacer a un lado. Luego el color de piel, nosotras éramos un poco más morenas. En la escuela me decían negrita y a mí no me gustaba”.

Ángeles, así como prefiere que le digan, pertenece al sector más discriminado en la Ciudad de México: al grupo de los indígenas, esto de acuerdo con la Encuesta de Discriminación en la CDMX, realizada el año pasado. Según el estudio, a este sector se le discrimina por vestimenta, color de piel y no hablar el español. 

Cuando entró a la secundaria, a Ángeles le dejaron de decir ese apodo y logró acoplarse. No era la única alumna que venía de provincia. Al pasar al nivel medio superior ella y su familia se mudaron cerca del Centro Histórico. Cursó la preparatoria en Balderas. 

En ese tiempo llegamos a la Merced a pedir trabajo. Empecé a vender desayunos. Trabajaba en las mañanas y por las tardes estudiaba, era pesado, pero sí podía. Después en la Universidad se complicó todo, mi mamá se enfermó y dejó de trabajar”.

María de los Ángeles se encargó de sus hermanos. Llegó un momento que se le dificultó tanto que tuvo que tomar la decisión de dejar la escuela. Estudiaba Medicina, la carrera cada vez le demandaba más tiempo y más dinero. Ya no podía comprarse sus libros.

Me tocó ir hasta Los Reyes Iztacala en la tarde. Llegaba a mi casa a las 12 de la noche. Alcanzaba la última pecera. Estuve así un año y medio. Después mi mamá no pudo más con nosotros y me dijo estudias tú o los demás. Fue cuando me puse a trabajar de tiempo completo y empecé a vender comidas en lugar de desayunos”.

Con el tiempo intentó regresar a la Universidad. Sin embargo, era más difícil. Conoció a su pareja, se casó y tuvo hijos. Ahora que ya son grandes y estudian la preparatoria la animan a regresar a estudiar. 

María de los Ángeles toda su vida ha sentido rechazo y discriminación en todos los ámbitos que se desarrolló por su origen indígena. Tanto en la escuela como en el trabajo. Creció con baja autoestima. 

Siempre me han puesto apodos relacionados con mi aspecto u origen. En la Merced me decían ‘poblanita’ o ‘oaxacaqueña’, por más que les decía que me llamaba Ángeles, no me respetaban y me decían así”.

Dejó de trabajar en el mercado y consiguió una beca para estudiar estilismo. Estuvo un año. Junto a sus compañeros se sentía menos. Ellos iban bien arreglados y con ropa de marca. Nuca se sintió aceptada. 

Tuvo una maestra “güerita” que la trataba mal y le exigía mucho. Un día se acercó a ella para preguntarle si había algún problema y le confesó que “le molestaba la gente de color”. “De ahí en adelante me sentí muy incómoda, yo ya no quería ir a la escuela, iba más a la fuerza que por gusto. Al final acabé”. 

Ángeles comenta que en la ciudad siempre se ha sentido discriminada. En cualquier momento que pueda se regresará a su pueblo y aunque se ha acostumbrado que le pregunten a todos los lugares que va por qué habla dialecto y de dónde es, nunca se sentirá aceptada como en el lugar donde nació. 

Las cifras 

En 2015, en la Ciudad de México había 785 mil personas que se autoadscribían como indígenas, es decir el 8.8 por ciento del total de capitalinos. De ellas 29 mil hablan alguna lengua autóctona, lo que representa el 1.5% de la población, de acuerdo con la encuesta intercensal del Instituto Nacional de Geografía (Inegi). 

La mayoría de las comunidades indígenas se encuentran en Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Miguel Hidalgo, Iztacalco y Venustiano Carranza. Estas poblaciones viven en la ciudad, pero son originarios de Puebla, Hidalgo, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Chiapas y Estado de México. 

La Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México 2017, realizada por el Consejo para Prevenir la Discriminación (Copred), arroja que el grupo que más sufre esta práctica es el indígena con el 17. 9%. En 2013 fue de 24%. Hubo una una reducción del 6.1%.

En segundo lugar están los gays, tercero las personas de piel morena, seguida de pobres y con distinta lengua, idioma o forma de hablar. En lugar séptimo lo ocupan las mujeres. 

En 14 de 16 delegaciones destacan las personas indígenas como el grupo de población con la percepción más alta de discriminación, en el resto observamos a las personas gays y a las personas de piel morena con mayor prevalencia

“Los testimonios revelan que la discriminación tiene existencia principalmente en espacios públicos, toda vez que se reconoce a la calle y al trabajo como los principales sitios donde se les discrimina, seguido de la escuela, el transporte y las instituciones públicas”, dice la Encuesta. 

Según el sondeo, Tlalpan es la delegación donde más se les discrimina a los indígenas con el 22.4%, después está Venustiano Carranza con el 21.2% y Gustavo A. Madero con el 20.9%.

“En todos lados nos discriminan”

Amelia Margarito Talavera tiene 34 años y vive en la Ciudad de México desde hace ocho. Nació en Acapacuaro, un pueblo de Michoacán. Vino con su esposo, hijos y otros parientes a probar suerte. Son tres familias que migraron a Xochimilco. Se dedican a la carpintería y tienen un negocio de muebles rústicos. 

Además de ama de casa le ayuda a su esposo a diseñar, pintar y vender las piezas que fabrican: roperos, cajoneras, alacenas, bases de cama. Ese oficio lo aprendieron en su pueblo y aunque allá se trabaja todo tipo de mueble, no hay el mismo trabajo que en la ciudad. 

Amelia siempre viste con traje tradicional. Le gusta. Es colorido y así siente que parte de su pueblo la acompaña. Le recuerda a sus raíces. Lo porta con orgullo a pesar de que ha sido discriminada por ello. También por hablar su dialecto. 

Señala que en ocasiones cuando camina en la calle o aborda el Metro, hay gente que se burla de su vestimenta o de cómo habla. También siente miradas hostiles, todo eso lo ignora. 

“Nosotros no nos dejamos que nos discriminen. Nos ha pasado en todos lados: en el transporte, en la calle, en los mercados. La gente se nos queda viendo raro o nos dicen que somos gente ignorante, aunque yo sé que ellos son los ignorantes y se los digo. Si se trata de defenderme, lo hago”.

Donde más ha sentido discriminación y rechazo fue en la escuela de sus niños. En una ocasión, Amelia se tuvo que ir al pueblo para resolver unos problemas. Dejó a sus hijos encargados y cuando llegó, el director de la primaria le dijo que ya no los podía inscribir.

“Ahí yo sentí que fue una discriminación, porque si fuera una persona de la ciudad no hubiera dado de baja a mis hijos. Me fui a quejar y ya después los aceptaron”. 

A pesar de la indiferencia y rechazo que se ha enfrentado, Amelia le gusta vivir en la capital del país. Ha encontrado gente amable que la ayudado a ella y su familia. “No todos son malos, hay de todo. Hay gente que nos trata bien. He conocido personas que me dicen que les gustan nuestros vestidos, que son muy bonitos, pero ha habido señoras que nos dicen que no nos quieren ver vestidas como ‘indias’. 

jamp