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Los nuevos encuentros: entre el regocijo y la prudencia

¿Cómo son los reencuentros con los viejos amigos en la “nueva normalidad”?

Escrito en METRÓPOLI el

Una mujer camina por el pasillo central del supermercado, su cabello castaño claro está recogido en un chongo a la altura de su nuca, el cubrebocas le tapa el rostro desde la nariz hasta la barbilla y frente a sus ojos lleva una careta larga.

Del otro lado del pasillo, otra mujer avanza con su carrito, usa un cubrebocas de tela color azul  y su largo cabello negro está amarrado en una cola de caballo. De pronto, cuando estaba por dar vuelta hacia el pasillo de las botanas, otro carrito se acercó al suyo.

Los ojos de ambas mujeres, la única parte visible de su rostro, se cruzaron y alrededor de sus miradas se formaron unas pequeñas arrugas que permitía imaginar la sonrisa que esbozaron debajo del cubrebocas.

“¿Angélica?”, expresó una de ellas.

“Sí, ¡qué gusto verte, Carina! Por un momento no estuve segura si eras tú”, respondió la otra.

CODO A CODO

La costumbre hizo que Angélica se moviera al frente como si fuera a abrazar a Carina, quien alcanzó a dar un paso atrás y le dijo “mejor así”, mientras flexionaba su brazo para que chocaran sus codos, el nuevo saludo que se ha vuelto común. Durante algunos minutos permanecieron en esa esquina del supermercado tratando de ponerse al corriente después de no verse por el confinamiento.

Así son los reencuentros en la “nueva normalidad”, un abanico de emociones: tranquilidad  al ver que la otra persona ha logrado estar bien durante estos meses de la pandemia de covid-19, alegría por poder platicar aunque sea un momento y frustración por no poder tener el contacto físico al que estamos acostumbrados.

Los extrañé, dicen clientes a vendedores en tianguis

Estas escenas se repiten en diversos escenarios. El pasado miércoles regresó un tianguis que se pone en la alcaldía Miguel Hidalgo, aunque algunos puestos habían estado en semanas anteriores, esta vez fue particular porque los de comida volvieron a vender.

‘LOS EXTRAÑÉ’

Una mujer, con el cabello en un chongo, cubrebocas y una sudadera caminaba entre los puestos. El primero era el de esquimos, después el de los tacos de muchas variedades, longaniza, bistec, cecina o suadero con papas a la francesa encima. Ella sólo miraba con detenimiento, pero seguía avanzando.

Así pasó entre los gritos de “pásele güerita” que provenían del puesto de tlacoyos de masa azul, los tacos de carnitas y el puesto donde venden mixiotes. Cuando ya casi iba a llegar al final del tianguis encontró lo que buscaba, el puesto donde elaboran gorditas de chicharrón, quesadillas (con queso y sin queso, porque así son las quesadillas en la Ciudad de México), tlacoyos y sopes.

“¡Hola, Mary! ¿cómo estás?”, le dijo una señora que atiende el puesto.

“Bien, qué bueno que regresaron, ¡los extrañé!”, respondió ella las dos personas que atienden y prosiguió a hacer su pedido.

En el puesto de al lado, donde venden barbacoa, otra mujer joven llegó a pedir tres tacos, y curiosamente la situación fue similar, ya que al saludar al señor que atiende el puesto le dijo “tenía un buen de antojo, ya los extrañaba”.

ACERCAMIENTOS CONDICIONADOS

La gente que queremos quiere vernos, pero también toma precauciones. Quizá eso nos mosqueé, pero la nueva normalidad y las cifras de contagios y víctimas de la covid-19 se imponen.

Una mujer muy amable me dijo hace unos días que luego de que le dio covid-19, pese a que fue dada de alta, su familia que vive cerca no ha pasado por su casa ni siquiera para saludarla con sana distancia.

Pero quizá el caso que más se me ha grabado sobre cómo serán muchos encuentros con nuestros conocidos, fue el que nos contó un familiar que vive en el extranjero.

Platicábamos en una conferencia virtual y compartíamos experiencias sobre cómo han sido las reaperturas en los sitios donde vivimos. Cuando le tocó el turno a él de contarnos su caso, nos compartió que uno de sus mejores amigos lo buscó para verlo, cosa que a mi familiar le alegró mucho.

Eso sí, el amigo le advirtió que sería un encuentro con sana distancia, en un parque, algo que mi familiar aceptó con gusto.

Lo que no imaginó es que cuando se vieran, apenas su amigo y su pareja consideraban que mi familiar y su esposa se acercaban de más, les pedían retroceder, y no rebasar la sana distancia, así fuera unos centímetros.

¿Un abrazo o un apretón de manos? Impensable.

Para sorpresa de mi familiar, su amigo no fue el único que le pediría verlo pero con restricciones.

UNA PRUEBA DE AMISTAD

Otro amigo, que tiene una casa en la playa, donde ha ido a pasar divertidos fines de semana, lo invitó. No le pidió ir vestido de etiqueta, o llevar algo para comer, ni siquiera le restringió el día de llegada.

La única condición era que él y su esposa llegaran testeados. Sí, con una prueba por delante que comprobara que no eran portadores del coronavirus.

Aunque la casa con la playa era tentadora, mi familiar prefirió no ir. Es cierto que la realidad del coronavirus impone esa conducta; sin embargo, pensó que no era para tanto ir por una prueba, pues qué mejor para estar que en su casa con su esposa.

fmma