Año 2014. Nadia Murad, 21 años, soñaba con montar su propia estética de belleza, como muchas chicas en el mundo. Mientras eso sucedía, ayudaba a su familia trabajando en las labores propias de una granja y, además, estudiaba.

Nadia es la menor de once hermanos, liderados por una madre que dedicaba su vida “a dar comida y esperanza a sus hijos”, todos eran originarios de Kocho, una pequeña aldea ubicada al norte de Irak. A pesar de la pobreza y los conflictos propios de la región, los pobladores llevaban una vida tranquila, sin embargo, también eran perseguidos por sus creencias religiosas.

La comunidad de Kocho practica el yazidismo, una religión minoritaria que venera a Melek Taus, un ángel encarnado en pavo. El Estado Islámico (EI) los considera infieles y se ha dedicado a tratar de convertirlos al Islam o expulsarlos de sus tierras.

Bajo este contexto, el 15 de agosto de 2014, tropas del EI irrumpieron en la aldea fusilando a los hombres y separando a las mujeres para darles un destino atroz.

El día de la intervención, seis hermanos de Nadia fueron asesinados, pero ella, sus hermanas y sobrinas pasaron a ser propiedad del EI, que las usó como esclavas sexuales, podían venderlas o regalarlas, de su mamá no volvió a saber nada hasta que le confirmaron su muerte y su cuerpo fue a parar a una fosa común.

A lo largo de 365 páginas, Nadia ofrece un testimonio crudo del horror que vivió durante los tres meses que duró su cautiverio. Gracias al descuido de su último dueño y a la compasión y ayuda de una familia de Mosul, ella pudo escapar y reunirse con algunos de sus familiares sobrevivientes en un campamento.

En su relato, Nadia cuestiona también a aquellas personas que cerraban los ojos mientras muchas jóvenes, como ella, eran violadas y torturadas. Aquellas madres que permitían que sus hijos cometieran esos abusos.

Así como Nadia se topó con la parte más brutal de la humanidad también se encontró con la mejor, con personas que la acompañaron, la sostuvieron y le dieron el apoyo para que pudiera alzar su voz y contar su historia al mundo.

Esa chica campesina que soñaba con peinar y maquillar, que no se veía fuera de su querido pueblo, ahora vive en Alemania, es activista y está decidida a que el Estado Islámico pague por los crímenes que ha cometido.

Su poderosa labor, le ha traído importantes distinciones siendo la más importante, el Premio Nobel de la Paz 2018 por su defensa de los derechos humanos.

Amal Clooney, su abogada y autora del prólogo de este libro, la describe de la mejor manera: “Nadia se negó a ser silenciada. Ha plantado cara a todas las etiquetas con las que la ha marcado la vida. Huérfana. Víctima de violación. Esclava. Refugiada. En su lugar, ella ha creado nuevas etiquetas. Superviviente. Líder yasidí. Defensora de las mujeres. Nominada al Premio Nobel de la Paz. Embajadora de la Buena Voluntad de las Naciones Unidas. Y, ahora, escritora”.

Y Amal señala algo importante, el papel de la víctima hoy día ha cambiado, pues ya no es la que se calla, llora y aguanta. Las víctimas ahora se hacen escuchar, gritan fuerte y rompen vidrios si es necesario.

Nadia justo es una voz más del dolor que viven muchas mujeres en el mundo, visibiliza la crueldad de la misoginia y como toda aquella que fue víctima, quiere ser la última.

Yanin Montes

Licenciada en Comunicación y Periodismo por la UNAM, con una pasión particular  por la radio y los libros.  

Actualmente productora de los programas A todo terreno, El Cocodrilo, Conócete y En Sintonía de MVS Radio.

Lectora con un gusto especial por las novelas, la historia, las biografías y las escritoras, me enriquece la forma femenina de ver el mundo en la literatura.