Sin duda alguna nos encontramos atravesando por un momento histórico en materia de género, feminismo, equidad, y tolerancia. En las últimas semanas las expresiones mundiales de repudio a la violencia de género se han configurado de diversas maneras. El grito de las mujeres ha cantado al unísono un rotundo “basta ya”. No solamente en la manifestación pública, sino también en el mundo virtual de las redes social el debate ha sido acalorado.

A pesar de ello y de otras tantas formas de repudio hacia la violencia machista, los crímenes contra mujeres de todas las edades parecen no parar. ¿Qué estará fallando en la ecuación? Podemos afirmar que diversos sectores de la ciudadanía han hecho ya su parte; desde la movilización estudiantil hasta la academia y la ciencia, ha habido una respuesta generalmente positiva a las demandas (que son prácticamente de supervivencia) de las mujeres.

El problema se encuentra contenido en las instancias encargadas de velar por la ahora tan llevada y traída “seguridad ciudadana”. En otras palabras, son las policías, Ministerios Públicos, e incluso algunos jueces los que nos han fallado a todos. Es importante subrayar que en el país contamos con un sólido y progresista sistema normativo para combatir la violencia de género. La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (en adelante Ley general), contiene una serie de “escudos” para proteger a las mujeres antes, durante y después de haber sufrido acciones u omisiones que puedan llegar a considerarse como violencia por motivos de género.

Un primer elemento positivo consiste en que la Ley en comento contempla diversas especies de violencia a tratar, las cuales se enumeran a continuación: violencia en el ámbito familiar, violencia laboral y docente, violencia en la comunidad, violencia institucional, y violencia feminicida. No suena descabellado sugerir que la inmensa mayoría de las mujeres habitantes de nuestro país hayan sufrido alguna vez cualquiera de las formas de agresión maximizada enunciadas anteriormente.

Frente a este fenómeno la Ley general contempla las llamadas “órdenes de protección”. Las podríamos definir como herramientas legales que operan alejando al “foco de peligro” del ámbito de organización de la víctima. En otras palabras, las órdenes de protección son medidas que establecen una distancia física entre el agresor y la víctima de los diversos tipos de violencia antes mencionados. Dichas estrategias no son exclusivas de México. Todos los sistemas jurídicos que poseen un andamiaje especial de protección frente a la violencia de género contemplan dichas órdenes.

La interrogante es ahora la siguiente: ¿Si contamos con una Ley especial de combate a la violencia de género para todo el país y una en cada entidad federativa, por qué sigue habiendo violencia?

Parte de la respuesta se encuentra en la subjetividad de los funcionarios. A pesar de ser de observancia obligatoria, en la práctica ello sigue sin ocurrir. En este sentido, la mujer denuncia la violencia, la autoridad (por ejemplo, el Ministerio Público) conoce de los hechos, pero no obsequia la orden de protección.

Cuando ello ocurre el nivel de vulnerabilidad de la víctima se incrementa de manera exponencial que puede llegar a tener consecuencias fatales. No hay todavía una verdadera interiorización del problema en la conciencia de múltiples autoridades. Es irónico que en la CDMX tengamos una fiscal (antes procuradora) y sigan ocurriendo estos hechos a unos metros de su oficina en el famoso bunker de la colonia doctores. Pero es digno de reflexionar que el problema, además de estar en la autoridad, se encuentra en diversas expresiones sociales.

Hace un par de días Eugenio Derbez dijo que el feminismo ha provocado que ya no se puedan hacer chistes. En diversos medios de comunicación se señaló que el género musical más escuchado en México no es el mariachi, sino el reguetón. Dicha expresión pseudo-artística tiene representantes que cantan verdaderos himnos de alabanza al machismo más bajo y oscuro.

¿Y todo esto qué tiene que ver con nuestro tema inicial? Pues mucho en realidad. En el centro de todas expresiones de misoginia están las mujeres como víctima. Desde los chistes de mal gusto hasta la violencia feminicida quien lleva las de perder siempre son ellas. En estos álgidos días es cuando más debemos recordar las contundentes palabras de Hegel: “(s)é persona y respeta a los demás como personas”.