Las mujeres siempre hemos sido protagonistas de la historia, solo que apenas estamos visibilizando a aquellas que participaron en diferentes movimientos de manera activa, como sucedió con las insurgentes que participaron en la guerra de Independencia de México.

A propósito de esta reciente conmemoración, es oportuno recordar a mujeres que por convicción fueron parte de la lucha independentista como Josefa Ortiz de Domínguez, acusada del delito de sedición y la mandó a prisión su propio esposo don Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro; Carmen Camacho, acusada de seducción de tropa realista y fusilada; Prisca Marquina de Ocampo, aprehendida por haber acompañado a su esposo, el jefe insurgente don Antonio Pineda, en sus combates y evitado que se acogiera al indulto; María Josefa Martínez, condenada a prisión perpetua en “la casa de reclusión de Santa María Egipciaca” de Puebla, por haber comandado a un grupo de rebeldes; María Fermina Rivera, esposa del coronel insurgente don José María Rivera, a quien acompañaba a los campos de batalla; Manuela Herrera, quien incendió una de sus haciendas con el propósito de que los realistas no encontraran auxilio alguno; Ana María Trinidad Ortega, prisionera porque se le sorprendió participando en los campos de batallas “con las armas en la mano”, se le otorgó el indulto.

Leona Vicario, clave de la Independencia

Una de las mujeres clave en la Independencia fue Leona Vicario, madre de la Patria y fundadora de México; además de ser considerada la primera periodista de nuestro país.

Leona Vicario nació en la capital de la Nueva España un 10 de abril de 1789. Fue bautizada a los pocos días de nacer en la parroquia del arcángel San Miguel con el nombre de María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador.

Leona Vicario fue hija única, su padre fue Gaspar Martín Vicario, comerciante español proveniente de Castilla la Vieja, España y su madre fue Camila Fernández de San Salvador, originaria de Toluca.

En la época novohispana, Leona tuvo el privilegio de que sus padres se ocuparan de su educación, ya que lo común era que las mujeres aprendieran el catecismo, medio leer y escribir, además de cantar y bailar. La sociedad consideraba que no era necesario que aprendieran más y había quienes pensaban que era un peligro una mujer instruida. El analfabetismo femenino era muy alto y afectaba más a las que se encontraban en la pobreza.

En este contexto, Leona estudió ciencias, varias ramas de las bellas artes, como la pintura y el canto, además de literatura.

A los 17 años era una chica elegante y distinguida, quien, a diferencia de sus contemporáneas, desarrolló un enorme sentido crítico frente al mundo a partir de su formación, lo que para muchos significaba señal de rebeldía

Al morir sus padres en 1807, permaneció bajo la custodia de su tío, el doctor en leyes y abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, que además fungía como albacea. Su tío le permitió vivir sola para que estuviera cómoda, compró una propiedad contigua para estar al pendiente de ella, algo también escandaloso para las costumbres de la época. Sin embargo, no se salvó de las costumbres pues su tío la comprometió a matrimonio con el coronel y abogado Octaviano Obregón, pero afortunadamente éste viajó a España como diputado a las Cortes de Cádiz y el destino se torció.

En 1811, Leona conoció a Andrés Quintana Roo, un estudiante de leyes procedente de Yucatán. Se flecharon desde el primer momento, y Andrés solicitó su mano, que, por supuesto le fue negada por el tío, quien argumentó que el joven era pobre y con ideas revolucionarias.

Solo que Don Pomposo no contaba con que Leona tenía las mismas ideas de libertad que su enamorado y ante la forzosa separación, buscó la manera de apoyarlo, pues éste se unió a los insurgentes que estaban luchando por la Independencia de la Nueva España.

Leona no dudó unirse también a la causa, y apoyaba intercambiando información,  gastó su patrimonio para ayudar a los insurrectos, a quienes enviaba noticias por medio de heraldos secretos. Una de sus mayores aportaciones fue convencer a los mejores armadores a fabricar municiones para los insurgentes.

En 1813 fue descubierta y denunciada como conspiradora y su tío la internó en el convento de Belén de Las Mochas, de donde la sacaron algunos correligionarios, disfrazada de mulata y sobre un burro. Se casó con Andrés Quintana Roo y acompañaron a las tropas de José María Morelos padeciendo peligros y penurias.

En dos ocasiones a Vicario y su esposo Quintana Roo se les ofreció el indulto a cambio de abandonar la lucha, pero ninguno aceptó.

En 1817 Leona dio a luz a su primera hija, Genoveva, ahí su perspectiva cambió, pues al poco tiempo fue apresada junto con la recién nacida.

De nueva cuenta se les ofreció el indulto con la condición de embarcarse rumbo a España. En espera de los documentos necesarios para partir, fueron confinados temporalmente en Toluca.

Consumada la independencia y en compensación por la confiscación de sus bienes, el Congreso de la República concedió a Leona Vicario una liquidación monetaria, una hacienda en los Llanos de Apan y tres casas en la Ciudad de México.

Tuvo una segunda hija a la que llamaron Dolores, en honor a la villa en la que Miguel Hidalgo inició la lucha por la independencia en 1810.

Después de lucha independentista, Leona Vicario continuó con actividades políticas, periodísticas y poéticas junto a su esposo, a quien defendió cuando el presidente Anastasio Bustamante lo persiguió y condenó, como represalia por las campañas de prensa que se difundían desde El Federalista, editado gracias a los recursos de Leona y en el cual ella siguió escribiendo hasta su muerte, el 21 de agosto de 1842 en su casa en la Ciudad de México, a los 53 años.

Cuando escribía para El Federalista, Leona se enfrentó a Lucas Alamán, quien decía que las mujeres habían ido a la guerra de Independencia por amor a sus hombres. En su columna reviró:

“Confiese Sr. Alamán que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien vale obrar en ellos con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el cual fuere el objeto o causa por quien las hacen, son desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptadas.

Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia y sin atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres”.

Por esto, sin duda, Leona Vicario es una madre de la patria, hasta la fecha, la única mujer en México a la que se le han ofrecido funerales de Estado, cuyos restos reposan en la Columna de Independencia, rayoneada hace unas semanas por mujeres que luchan, como ella, por ideales legítimos y en busca de una sociedad mejor.

bl