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Iban a enseñanza de la Biblia; un árbol los aplastó y mató

Las 4 víctimas del desplome de un árbol de eucalipto en Naucalpan eran muy queridas, y recibieron el homenaje de más de 700 personas

Escrito en METRÓPOLI el

Roberto Durán había dedicado su vida a Dios -durante más de 20 años fue uno de los pastores más queridos de su congregación cristiana-, y del cielo le cayó el fin de su vida. 

Él, junto con su esposa Ale, su suegro Mario y su hijo Eban circulaban el martes por las calles de Echegaray, rumbo a su reunión semanal de enseñanza sobre la Biblia, cuando a un enorme árbol de eucalipto lo venció el peso y se desplomó sobre su automóvil. 

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No está claro si fue el peso o la negligencia de una autoridad, que al parecer desoyó las advertencias sobre el peligro de que se desprendiera el árbol de raíz.

Cuatro muertes en una familia que apenas hace dos meses había perdido a la mamá de Ale, y hace medio año a la de Roberto. Sus tres hijas, con una enorme entereza, compartieron con los más de 700 feligreses que acudieron al servicio que se realizó en su iglesia, que su papá les había pedido no estar tristes cuando él partiera, que había que estar felices porque él ya estaría con Dios.

Al parecer se le concedió a Roberto morir joven, como alguna vez lo comentó, y cuando se preguntaba qué haría si le faltara Ale, le confió a algunos de sus hermanos que ojalá se fueran juntos.

Roberto Durán estudió algunos semestres de Ciencia Política en Acatlán y después optó por la psicología; hizo una maestría en terapia familiar y quizá eso le ayudó a ser reconocido como “un padre, un hermano, un amigo” que siempre tenía una palabra de consuelo, y formas de guiar a quien buscaba su consejo.

“Y no era tanto que me predicara la Biblia. Me ayudaba a centrarme, a ubicarme y seguir adelante”, platica Vero, una de las cientos de personas que lo lloraron y que cuando escucharon a las hijas querían abrevar de su fuerza.

La forma en que más lo describen es “agradable y humilde”. Sufría por los demás que se acercaban a compartirle sus problemas. “Era mucha carga la que tenía y supongo que esto que pasó es para que muchos más compartamos la responsabilidad”, dice Maribel sin poder contener las lágrimas.

Muchos se preguntan quién hará ahora lo que Roberto hacía con los niños, con los jóvenes, con los ancianos; hubiera querido ir a todos los lugares donde se le necesitaba. Otros pastores también lo buscaban y solicitaban sus consejos. Era un líder, aunque él nunca se consideró así, comparte Vero.

Ale era arquitecta e hizo una maestría en Educación; ejerció mucho más como maestra apoyando los esfuerzos de una pequeña escuela que hace milagros con los niños. Fue una madre totalmente dedicada a sus hijos y una gran amiga, platican sus amigos. Durante los últimos años fue también responsable del cuidado de sus padres, pues don Mario fue atropellado y necesitó atención especial.

Don Mario, el papá de Ale, vio partir a su esposa hace dos meses. Haydeé, la mayor de sus nietas, compartió cómo le gustaba pasar tiempo con él pues emanaba paz; ella tenía la impresión de que sentía cerca su muerte. Los hijos de don Mario no dejaban de enfatizar todo lo que les había enseñado.

De su hermano Eban, Haydeé dijo que era el muchacho perfecto. Estaba por entrar a la universidad a estudiar Diseño Industrial. Apenas el martes mismo, por la mañana se había inscrito en la Universidad del Valle de México. Gaby, quien fue su maestra, habla de su gran inteligencia y de su habilidad para las matemáticas. Ganó el concurso de zona y de región llamado “Matemáticas Cotorra”. También era basquetbolista (de los buenos) e hizo estudios de piano en el Conservatorio Nacional de Música.

“¡Qué afortunada será la muchacha con la que te cases!”, le decía Haydeé.

Hay tres hijas más y una sobrina que se sumó a la familia hace tres años: Haydeé, Valeria y Paulina, la menor y quien tiene 18 años, así como su prima Marolen. La gente no da crédito de cómo están procesando la pérdida. La fe que les inculcaron sus padres las tiene de pie y sintiendo gozo porque sus familiares ya están en el cielo.

ams