TUXTLA GUTIÉRREZ.- Los hermanos Germán y Abraham López Montejo caminaban en el centro de Pueblo Nuevo Solistahuacán, Chiapas, su tierra de origen, cuando fueron interceptados por agentes estatales quienes, sin un argumento claro, se los llevaron. Fue el 17 de enero de 2011.
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Durante al menos tres días, los elementos policiacos los mantuvieron separados; incluso, para que confesaran un homicidio que no cometieron, les dieron choques eléctricos, los golpearon, les envolvieron las cabezas con bolsas y luego les aplicaron agua mineral con chile en la nariz. A Germán, de hecho, le enterraron una aguja en uno de sus ojos, mismo que, hasta la fecha, le lagrimea.
Como estaban agotados y afectados no solo física sino sicológicamente, los uniformados les tomaron sus manos e hicieron que firmaran unas cartas donde se responsabilizaban del delito imputado.
Asimismo, ambos no recibieron el apoyo legal necesario, ni un traductor, pues cuando los arrestaron no hablaban español, idioma que aprendieron en la cárcel, para defenderse y luchar por su cuenta.
SE HIZO JUSTICIA
A 11 años y tres meses de estar encerrados en prisión y luego de una lucha que tomó mayor fuerza en el año 2017 con una huelga de hambre junto a otros compañeros, los indígenas tsotsiles obtuvieron su libertad absolutoria.
Apenas el año pasado, el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió la opinión número 43/2021, mediante la cual le solicitaba al Estado mexicano liberarlos debido a que el caso de Germán y Abraham estuvo plagado de irregularidades, desde su detención y durante todo el proceso.
De hecho, ambos fueron sentenciados a 75 años de prisión por un homicidio que no cometieron: les abrieron dos carpetas de investigación, una por 50 y otra por 25 años de encierro.
En entrevista, Susana de la Cruz, cuyo hermano Juan de la Cruz fue liberado en el 2017 como parte de la huelga de hambre que realizó en el penal 5 de San Cristóbal de Las Casas y quien también fue torturado para que confesara un asesinato que no cometió, recuerda que un juez decidió aumentar al doble el tiempo en una de las carpetas de investigación, por eso los hermanos estarían casi tres cuartos de siglo encerrados.
Es un reto que nos pusimos todos, desde las familias, el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU; el Frayba (Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas); creemos que el acompañamiento que les hicimos, el no dejarlos solos, fue importante”, confiesa la mujer a La Silla Rota
Incluso, se congratula por que ahora ya están libres los cinco compañeros que empezaron la lucha hace casi un lustro: los hermanos López Montejo, Adrián Gómez, Marcelino Ruiz y su hermano Juan.
Rememora que esta lucha fue ardua, debido a que en reiteradas ocasiones les cerraron las puertas, con el argumento de que los sindicados eran culpables de los delitos que les imputaron.
RESPIRAN AIRE PURO
También entrevistados, Abraham y Germán saben que se viene otra lucha, la de reparación del daño, debido a que, al final de cuentas, la libertad absolutoria los exime de las acusaciones, pues no se les comprobó nada.
Ambos prácticamente perdieron la relación con sus esposas, quienes decidieron ya no acompañarlos hasta el final; inclusive, el primero tiene tres hijos, mientras Germán es padre de cuatro.
Por el momento, confiesa Germán, se enfocarán en buscar un empleo para subsistir, “pues prácticamente salimos sin nada, estamos solos”.
En su oportunidad, Abraham refiere que padecen algunos males, los cuales no fueron atendidos como debería de ser mientras permanecieron en el Centro Estatal de Reinserción Social para Sentenciados (CERRS) número 5, como el caso de su hermano, cuyo ojo aún está afectado por la tortura a la que fue sometido.
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