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Moco de pavo: luz de campesinos veracruzanos en Día de Muertos

Chava Carvajal y sus nietos son productores de moco de pavo en la zona rural Medellín de Bravo; la flor adorna los altares de muertos en noviembre

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Escrito en VERACRUZ el

Un río de color púrpura baña las parcelas en Rancho del Padre, donde Chava y sus nietos trabajan cortando la flor de moco de pavo que, como cada Día de Muertos, adornará los altares de los difuntos que regresan del más allá.

Es el décimo segundo año en el que Salvador Carvajal Cortés siembra moco de pavo. Su tinte violeta es, desde julio, la señal de que se ha llegado a la comunidad, ubicada en Medellín de Bravo.

La carretera que va de la localidad de El Tejar al municipio de Jamapa divide a las parcelas de moco de pavo en Rancho del Padre, en donde la mayoría de las familias viven de la siembra del maíz y frijol.

La luz con la que se cree que la flor de moco de pavo alumbra el camino de los difuntos a sus altares durante las celebraciones del Día de Muertos, es la misma que esperanza a don Chava y a su familia.

Paradójicamente siembran, cortan y venden la flor de moco de pavo que termina en los altares a los difuntos, pese a que practican el cristianismo, doctrina religiosa en la que los creyentes se oponen a los festejos del Día de Muertos. 

“Es para que los muertitos no se queden sin sus flores”, comenta Joel, nieto de don Chava. Sin embargo, en su casa no celebran el Día de Muertos.

Aunque la flor, que según la fe católica representa la sangre de Jesucristo y su victoria sobre la muerte, puede producirse todo el año, los campesinos de Rancho del Padre solo la siembran para que esté lista para el Día de Muertos. Nadie la compra en otra fecha.

“Ahorita es cuando jala”, afirma don Chava.

De la producción de moco de pavo se gana poco, pero al menos es una “lanita extra”, dice don Chava a la vez que prepara los rollos de flores que vende ahí mismo a personas que llegan de Veracruz, Boca del Río y hasta de Puebla.

“Cae una lanita, porque aquí no ganamos nada, todo el trabajo que hago es para consumo mío y de mi familia”, comenta.

Con ayuda de sus nietos y algunos trabajadores, a quienes paga 250 pesos por jornada, comenzó el corte de las matas de moco de pavo y la preparación de los rollos de la flor el pasado miércoles 27 de octubre.

El primer día los campesinos lograron armar 200 rollos de la flor de terciopelo, también llamada así por su apariencia y textura casi idéntica a la tela de apariencia velluda que se vende en mercerías y tiendas de moda.

Para cuando terminen de cortar todas las matas, habrá poco más de 400 rollos de moco de pavo; cada uno se vende a los compradores en 70 pesos, por lo que después del Día de Muertos don Chava espera ingresos de aproximadamente 28 mil pesos. 

Campos púrpuras, siembra que comienza 4 meses antes

Al menos cuatro meses antes de la celebración del Día de Muertos, don Chava se prepara para pintar de violeta las parcelas que se avistan desde el puente que conecta a las localidades de El Tejar y Rancho del Padre.

Este año inició la siembra de la flor de moco de pavo con un plantel el 23 de julio. El proceso consiste en el riego de la semilla, que se encuentra en la parte superior del tallo de la planta, en un terreno de tierra de proporciones pequeñas.

 

Don Chava espera. Trabaja unos días en las parcelas donde el resto del año siembra maíz y frijol para venta y autoconsumo y otros los aprovecha para preparar con tractor y yunta el terreno donde el moco de pavo terminará de crecer.

En agosto, cuando las matas alcanzaron una altura promedio de 20 centímetros, el campesino y sus nietos las traspasan a una parcela donde las flores visten de violeta la entrada de Rancho del Padre.

La cosecha

Son los últimos días de octubre. Un puñado de nueve hombres cargados con comida y refresco acompañan a don Chava a su parcela. Visten de manga larga y pantalón de mezclilla, calzan botines o tenis y se cubren del sol con una gorra.

A un lado del alambrado que separa a la parcela de los caminos de terracería de Rancho del Padre están tiradas las botellas de Coca-Cola que toman mientras cortan las matas de moco de pavo. Bromean, se molestan, se alburean, suena música de cumbia. 

Joel es uno de ellos, tiene 16 años y hace ocho que ayuda a su abuelo, don Chava. Habla poco mientras con su machete corta casi desde la raíz las matas de moco de pavo, que para estas fechas ya superaron el metro y medio de altura.

A su lado trabaja Nelson, también nieto de don Chava. Este año fue el primero en que acudió a la parcela a ayudar en la producción del moco de pavo, del cual se encarga de hacer los rollos. Aprendió rápido, asegura.

Nelson acomoda las matas de flor de manera uniforme mientras va formando un círculo con ellas, las acuesta entre dos estacas clavas en la tierra y continúa con más, hasta que al final las amarra con rafia. Cada rollo, ya listo para venderse, se lleva entre 15 y 20 matas.

Cuando los más de 400 rollos estén listos, el trabajo de los campesinos habrá acabado. Rancho del Padre tendrá que esperar hasta el próximo julio para que el moco de pavo adorne de nuevo sus campos.

A don Chava, que en todo momento observa las flores con una sonrisa, ya lo esperan la siembra de frijol y maíz en aquella comunidad, donde se gasta poco y lo mismo se comen unos frijoles de olla que una “gallina de rancho”.