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Lucía, indígena asesinada que deja a una bebé en la orfandad

“Quédate con la niña, ma, que no llore”, fue lo último que escuchó la madre de Lucía

Escrito en VERACRUZ el

Lucía fue estrangulada en la oscuridad. Mientras todos dormían su cadáver fue abandonado en una barranca de la sierra de Zongolica. Antes de que autoridades respondieran una solicitud de búsqueda su cuerpo fue localizado gracias al hambre de aves de rapiña.

El crimen contra Lucía -una joven indígena de 19 años- es un feminicidio que cumple más de dos meses sin investigarse. El caso naufraga entre la omisión y el desinterés de las autoridades pues no existe siquiera en las cifras oficiales de la Fiscalía de Veracruz, ni del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

La entidad veracruzana acumula hasta el 30 de septiembre 140 denuncias por femicidio, ninguna de esas querellas corresponde al caso de Lucía, perpetrado la madrugada del 25 de agosto de 2019.

El 30 de septiembre la directora de Asuntos Indígenas, Xóchitl Molina, reconoció que el gobierno estatal no tiene registros de asesinatos a indígenas, desconocen la cantidad total y la ubicación donde se llevaron a cabo,  y que incluso muchos son investigados como robos o asaltos.

Veracruz, reúne el 9.2 por ciento de la población indígena del país, y al menos el 4.8 por ciento son mujeres, de acuerdo con información del INEGI. Y pese a contar con una Fiscalía Coordinadora Especializada en Asuntos Indígenas y Derechos Humanos, la familia de Lucía fue atendida con retraso, negligencia y sin atender las condiciones de usos y costumbres de la comunidad a la que pertenecen.

LUCÍA, EL PROBABLE CRIMEN MACHISTA Y LA IMPUNIDAD

Aquella mañana de agosto, dos zopilotes descendieron en picada entre los cerros e indicaron el lugar dónde yacían los restos de Lucía; una sábana de hojarasca y cientos de moscas cubrían el cadáver. Entre el zumbido de los insectos “solo se veía su piecito”, relata Félix, el tío que la encontró.

Bajo las hojas muertas, Lucía quedó desnuda de la cintura para abajo; su boca fue “reventada a golpes” y en su cuello lucía el arma letal: un pañuelo negro con el que fue estrangulada, presuntamente, por Rodrigo, el padre de su hija de 2 años, de quién horas antes se había separado por maltrato.

Lucía dormía en casa de su madre con Dafne, su hija. Rodrigo -quien por largos periodos trabajaba como albañil en la Ciudad de México- arribó al pueblo y, al no hallar a su pareja, irrumpió en la morada de su suegra.

“Quédate con la niña, ma, que no llore”, fue lo último que escuchó la madre de Lucía, quién atendió el llanto de la pequeña.

La discusión inició en la carretera que desciende de entre los cerros hasta Orizaba, en la zona denominada Las Altas Montañas. Al día siguiente, el transcurso de las horas confirmó la desaparición de Lucía. 

Primero hallaron sus chanclas a 150 metros de su casa. Ahí -según narró un testigo- fue ahorcada. Dos días más tarde, entre la maleza, encontraron el pantalón de su pijama, el cual fue arrojado en dirección contraria al paradero de su cuerpo.

Desorientados, la familia se preguntaba “Pero ¿cómo? ¿Habrá corrido descalza y sin pantalones?" Con esperanza de hallarla con vida no abandonaron la búsqueda a la que solo la comunidad se unió.

Durante 5 días “peinaron” los cerros. Al no hallar a Lucía, desesperados, los familiares intentaron traer al escuadrón canino, a cargo de la Secretaria de Seguridad Pública. Ellos giraron al titular, Hugo Gutiérrez Maldonado, un oficio sellado por el ayuntamiento y “enviado con carácter de urgente”. Ni el correo ni las llamadas fueron atendidas.

Fue hasta el 17 de septiembre que una voz al teléfono cuestionó “¿Siempre si van a querer al escuadrón canino?”. Pero Lucía ya había sido encontrada desde el 30 de agosto, más de dos semanas atrás.

Hasta el día de hoy, el presunto feminicida cumple 81 días prófugo sin que al momento se haya girado una orden de aprehensión en su contra por falta de pruebas.

Tras asesinar a Lucía, él se embarcó en el autobús de las 6:20 de la mañana con rumbo a Orizaba. Testigos de la comunidad narraron que aún lo saludaron y se despidieron de él.

Rodrigo llegó a Ciudad de México y conversó con un tío de Lucía, que al igual que muchos hombres de la comunidad trabaja en la construcción. Sabía sobre la desaparición de Lucía y cuestionó: - “¿Por qué traes los pantalones sucios?” - “Es que nos salimos a pasear por ahí, pero nos enlodamos”; - “Oye y que no aparece esta muchacha, ¿no sabes nada de ella?” - “Se fue en una moto, se fue con otro y adelante se subió a un carro”, dijo Rodrigo antes de perderse en la selva de asfalto.

Primas y amigas con rabia acusan al joven de 21 años, para ellas el asesino la trató “peor que a un animal”; molestas señalan que en redes sociales Rodrigo postea fotos suyas de paseo en un lugar boscoso -muy parecido al lugar en el que Lucía fue hallada- y escribe “Alo k me refiero esk sigo de pie Ami no me enseñaron a retroceder”.

VIOLENCIA Y MARGINACIÓN, EL PAN DE CADA DÍA DE LAS MUJERES INDÍGENAS

“Mi abuelo, yo, cuando era niña, me decía: ‘si tu marido te da una patada y te avienta hasta por allá, tú te paras y vas a servirle de comer’” narra en el poco español que habla Valentina Zepahua, una mujer de 67 años que habita en la comunidad dónde Lucía fue asesinada.

Esther Espinoza Osorio, abogada de la Asociación Kalli Luz Marina, explica que las mujeres en comunidades rurales e indígenas viven en un entorno donde se han naturalizados las agresiones, “si no son golpeadas, piensan que no viven violencia”, asegura.

Lucía vivía episodios de agresión recurrentes, de acuerdo con bitácoras de la Asociación. Principalmente por cuestiones económicas: Rodrigo trabajaba como albañil y su mamá reprocha que para el sustento de Lucía y la niña le dejaba 500 pesos a la semana.

“Se iba el lunes y tenía que llegar a encontrar 300 pesos el sábado que llegaba, porque si no la golpeaba, y ahí estábamos, ayudándola a completar el dinero porque ya sabíamos que iba a pasar”.

La prima de Lucía, cuenta que la familia creía “que esos eran sus modos” como pareja, pese a las múltiples ocasiones en las que presenciaron los malos tratos de Rodrigo con Lucía y su hija. “Estábamos frente a un animal y no lo sabíamos”, lamentó su familiar.

La hija de Lucía tiene rasgos de ambos, pero predominan los de su progenitor y agresor: la niña de dos años narra cómo su papá le pegaba en las manos con un martillo, la sacaba de su casa en medio de la noche y en la obscuridad la abandonaba. “¿Alguien te veía, mi amor?" Pregunta su abuela -Si, mi mamá, pero ella también lloraba.

Espinoza Osorio explica que es normal que, en estos contextos, se infrinja la violencia patrimonial, los hombres les impiden trabajar y de esta manera, aunque decidan dejarlos no lo hacen por el sustento de sus hijos. “Ellas no son autónomas, el que las insulten, las empujen, el que no les den dinero es algo natural”.

Lucía se postuló y al momento de su muerte era becaria de Jóvenes Construyendo el Futuro, colaboraba en Obra Pública del Ayuntamiento de su municipio, hasta el día que fue asesinada.

“Todo ese mes que ella vino a lo de obras públicas la golpeó, no podía llegar retrasada 10 o 15 minutos porque la golpeaba” relata la madre.

“A mi prima le gustaba tomarse fotos, como a todas, lo primero que hizo cuando llegó el pago de la beca fue comprarse un celular” cuenta su prima; “Se ponía sexy, se tomaba fotos en lugares que a ella le gustaban y las subía”

Lucy, como suelen decirle, no sabía que las redes sociales serían un medio que desencadenaría la violencia, explica la jurista “ellos ven como ellas son felices, como se divierten y no pueden concebirlo, son violentos, son celosos y buscan controlar todo; no conciben que las mujeres pueden divertirse; y como trabajan fuera no quieren que ellas sean felices a costa de su esfuerzo” asevera la jurista Esther Espinoza.

Alicia Aguilar, cofundadora de Kalli Luz Marina, recuerda la última vez que Lucía acudió a las instalaciones de la asociación, “Fue en mayo, el 17 de mayo, vino con su mamá, aquí estuvieron las dos” detalló.

Ahora la mujer de 40 años que perdió a su hija, carga a cuestas a Dafne su nieta, la lleva a todas partes por temor a que un día llegue su padre y se la quite.

NEGLIGENCIA EN FISCALÍAS, EL OTRO VERDUGO DE LUCÍA

El pasado mes de septiembre, en el “Índice estatal de desempeño de las procuradurías y fiscalías 2019” elaborado por la agrupación Impunidad Cero, las fiscalías de Veracruz obtuvieron calificaciones reprobatorias en rubros de efectividad, presupuesto y confianza.

Tras la muerte de Lucía acudieron a la Fiscalía Regional de Zongolica, ubicada a dos horas de la comunidad; los familiares entre el dolor y la rabia narran como fueron atendidos con negligencia y retraso.

“Yo estaba dando todos los datos y ya estaba todo el papel que estaba escribiendo la secretaria y me dice ‘ya terminé’ y de momento no sé qué botón le apachurró y que se borró todo el archivo, ahí nos ve dando todos los datos otra vez y todavía le causó risa y se fue por allá a hablar por teléfono, yo no conozco de esas cosas, pero creo que es una injusticia”. Relata con desesperación la madre de Lucía.

Además, se percataron que les entregaron papeles en los que el nombre no era el de Lucía “en lugar de poner su nombre le ponían nombre de Juana imagínese usted, y le daban vueltas y vueltas ¿Cuánto tiempo no se llegó a perder ahí?”.

Durante el tiempo que pasó desaparecida no se presentó la Policía Estatal para ayudar en la búsqueda, su tío Félix -quién localizó el cuerpo de Lucía- aún con enojo narró que la Policía Ministerial únicamente acudió al sitio cuando reportaron el hallazgo de su pijama.

No les hicieron ninguna pregunta, solo tomaron fotos del lugar y se retiraron; únicamente peritos levantaron el cuerpo y sin cuestionar a nadie, abandonaron el poblado.

La familia sólo puede intuir las causas de muerte de Lucía, de la necropsia no tienen noticias, y a la carpeta de investigación no tienen acceso; solo las huellas del agresor en el cuerpo de Lucía podrían acelerar la expedición de la orden de aprehensión.

"NI UNA MÁS" EN NAHUATL

Existe un testigo, pieza clave en la investigación quién escuchó como era sometida y estrangulada, se trata de un joven que padece discapacidad, “tiene un pequeño retraso, pero si explica bien, a mí y a la presidenta municipal nos dijo que escuchó como la estaba ahorcando” narra el tío de Lucía.

Pero en el momento de dar la declaración titubeó, para los familiares de Lucía no recibió un trato acorde a su condición “se asustó (declarando) por lo mismo de que no está acostumbrado, no sale mucho de aquí, yo pienso que no pudo declarar bien, necesitamos saber que dijo en su declaración, pero no nos dejan verla” detalla con desesperación el tío.

Al hallarla tenía un fuerte golpe en la cabeza, desconocen si lo sufrió en vida o muerte “yo creo que fue violada, si no, ¿Por qué estaría sin ropa? ¿lo habrá hecho antes o después de muerta?" Las dudas atormentan a la familia, quién no sabe el rumbo del caso que con errores y omisiones integró la fiscalía a cargo de Verónica Hernández Giadáns, misma que a inicios de octubre se pronunció “como mujer y fiscal” y mostró intenciones de crear la Fiscalía Especializada en Femicidios.

Sin embargo, La Fiscalía General del Estado no había concluido el proceso para sustituir a 22 fiscales especializadas en Investigación de Delitos Contra la Familia, Mujeres, Niñas y Niños y Trata de Personas que fueron despedidas el pasado mes de diciembre de 2017, señaló María López de la Rica, cofundadora de la Asociación Kalli Luz Marina.

“Que aumente el número de fiscalas especializadas, ya que las actuales son insuficientes y en el mes de diciembre de 2017 se dieron de baja a 22 fiscalas especializadas y no se ha repuesto a ninguna, además de que ya anteriormente eran insuficientes”, reveló.

En tanto, la familia de Lucía y la de otras 145 víctimas lloran el flagelo de la violencia feminicida en Veracruz.

ygr