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Juana, Elizabeth y Kimi luchan contra precariedad laboral en la pandemia

Pese a pandemia del covid y precariedad en sus trabajos, Juana, Kimi y Elizabeth son mujeres jarochas que siguen laborando para mantener a sus hijos

Escrito en VERACRUZ el

El día para Juana empieza a las 6 de la mañana, junto con su hija sale de su casa ubicada en el Predio 5 de la colonia el Coyol para recoger su mercancía, una canasta de volovanes que son el sustento de su familia y con la cual recorre la zona de mercados de la ciudad de Veracruz.

Hace 16 años llegó junto con su esposo y sus dos hijos, provenientes de la localidad de Los Lirio en el municipio de Ángel R. Cabada, ubicado a dos horas y media del puerto de Veracruz.

Salió de su pueblo para dar una mejor calidad de vida para sus hijos, ya que en aquel lugar el trabajo era escaso y precario, pero al llegar se encontró con un panorama casi igual de desalentador, la falta de estudios y la necesidad la llevaron a la venta de volovanes.

La pobreza fue el principal obstáculo que la hizo desertar de la escuela, para después tener que trabajar. A los 15 años se casó y con los hijos vinieron más responsabilidades y más gastos.

“Yo corté caña muchísimos años, mantuve mis hijos así, me los traje chiquitos. Más de 15 años cortando caña”, contó.

Para ganar cerca de 2 mil pesos a la quincena se tenía que ir toda la familia a la zafra, es por lo que ella y su esposo prefirieron migrar a la ciudad.

Admite que toda su vida ha trabajado sin seguridad social y sin prestaciones de Ley, eso no le causaba mayor preocupación hasta que su hija se enfermó y no pudieron cubrir los gastos que necesitaba para su valoración médica.

Hace dos años que Concepción enfermó de Glaucoma, un padecimiento del ojo que roba la visión de manera gradual, después de llevarla al Hospital Regional los médicos no pudieron atender su padecimiento, lo único que le dijeron es que tenía que ir a la Ciudad de México, que ahí si contaban con los especialistas adecuados.

Pero los 200 pesos que gana de la venta de volovanes no eran suficiente para costear todos esos gastos, más tarde llegó la pandemia de la covid y la situación empeoró.


“No vendíamos, nomás vendía que 30 o 40 (piezas) y ahí nos íbamos”, de las 70 piezas que antes de la pandemia adquiría, tuvo que reducir el producto porque la gente no compraba.

Debido a eso tuvo que bajar el precio de los volovanes, de los 15 que anteriormente costaban ahora los da en 10 pesos, esto representa menos entrada económica para ella, pero dice que es mejor eso a tener que llevarse su mercancía.

Kimi de estilista a peluquera

La necesidad colocó a Kimi en la “Peluquería El Chunco”, de profesión estilista, la cual dejó de ejercer por varios años después de casarse y dedicarse por completo a su hogar, hace apenas uno volvió a retomar las tijeras, pero esta vez en un ambiente diferente al que solía estar acostumbrada.

A raíz de la pandemia el sueldo de su esposo se vio reducido, él trabaja como mesero y aunque no lo corrieron, si hubo reducción en sus horas laborales, antes de la covid la situación económica para la familia de Kimi ya era complicada, la emergencia sanitaria vino a agudizarla más. 

Es por lo que tuvo que buscar otro sustento, los inicios no fueron fáciles, en un oficio donde la mayoría de los trabajadores y los clientes son hombres le ocasionaron ciertos conflictos.

“A veces se ponen groseros (los clientes) me han llegado a decir: ten la propina, 10 pesos lo que vales, son personas que ni para ponerse al tú por tú”.

Al igual que sus demás compañeras no cuenta con ninguna seguridad social, ahora con la pandemia los cortes se han reducido hasta 50 por ciento.

“Cada corte es la mitad (de ganancia), si bien nos va al día nos llevamos 300 o 400 pesos”, dijo.

Kimi tiene tres hijos, lo que gana en la peluquería solo le alcanza para cubrir la canasta básica, mientras que los demás gastos son cubiertos con lo que gana su esposo.

Elizabeth mantiene a sus dos hijas trabajando como talachera

Hace nueve años Elizabeth tomó una de las decisiones más complicadas de su vida, dejar su trabajo como cajera en un centro comercial donde recibía seguridad social y un sueldo fijo con el cual ayudaba a su esposo a mantener a sus dos hijas.

Esto porque su hija mayor estaba atravesando diversos problemas emocionales y de conducta, por lo que la recomendación del psicólogo fue que necesitaba pasar más tiempo con ella, fue así como puso su vulcanizadora.

Elizabeth es la primera mujer talachera en la ciudad de Veracruz, en este oficio encontró una mejor manera de estar en constante contacto con sus hijas, al igual que es su propia jefa, donde puede manejar sus tiempos a su conveniencia.

Hace ocho años se dejó de su esposo y desde entonces ha tenido que luchar no solo con la carga de ser madre soltera, sino también con los perjuicios que en un comienzo notó por parte de sus clientes.

“Sostener el negocio ha sido muy difícil, una porque ganarse la confianza del varón, ya que es muy desconfiado en cuestión de que una mujer le apriete las tuercas, ganarme la confianza”, contó.

El sueldo es otro de los problemas que sigue enfrentando, ya que asegura que no es lo mismo tener algo fijo que a atenerse a lo que gane al día, hay veces en las que se le cruza por la mente cerrar su vulcanizadora, pero sus hijas son la principal motivación para seguir.

Al contrario de muchos sectores que fueron afectados por la pandemia, ella en un inicio obtuvo más trabajo, pues personas acudían a ella para que les arreglara sus bicicletas o cualquier vehículo con tal de no trasladarse en camiones. Ahora la situación cambió por completo, ya que los servicios comenzaron a bajar.

El aumento de precios de la casta básica es otro efecto que ha dañado su economía. 

“Los precios han subido bastante, un arroz que yo compraba en ocho pesos, ahora me sale en 17, la tortilla, la gasolina, a veces ganas y así como ganas se te va, porque todo ha subido y también el material ha subido bastante, las cámaras y yo aun así estoy sosteniendo los precios, o sea que yo estoy absorbiendo ese aumento de precios”.

Debido a ese estrés estuvo a punto de sufrir dos parálisis faciales, así como también contrajo la covid al igual que sus hijas, por fortuna ninguna con consecuencias graves, pero si con gastos económicos que tuvo que solventar.

- ¿Usted cree que en este trabajo existe desigualdad laboral? -

“Yo siento que el hombre tiene más oportunidad de avanzar (…) tal vez porque ellos tienen la ayuda de la esposa en su casa y de mí depende todo, comida, ropa, estudios, ir a juntas”, puntualizó.

Cifras de la Organización de la Naciones Unidas (ONU Mujeres), señala que, en la mayoría de los países, las mujeres en promedio ganan solo entre el 60 y el 75 por ciento del salario de los hombres.

Las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas, dedican entre una y tres horas más que los hombres a las labores domésticas.

Entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas), y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado.

Desigualdad laboral antes de pandemia

Maricruz Bárcenas (La Carambada) socióloga feminista y profesora en Violetas Centro Interdisciplinario de Estudios para la Intervención Social (CIEIS), señaló que, la pandemia de la covid vino a poner en una situación más adversa a las mujeres en el ámbito laboral, pero que esta brecha ya existía desde hace muchos años.

“La situación económica ya era precaria previo a este momento de la pandemia, la cuestión económica tiene que ver con, como a las mujeres se les están abriendo espacios laborales, pero esto no significa que sean unos salarios decorosos, dignos y que aseguren prestaciones laborales”, aseveró.

Estos bajos sueldos han llevado a las mujeres a buscar otros ingresos a parte de su sueldo, pues muchas de ellas son madres solteras que no cuentan con apoyo de sus exparejas.

Covid y la desocupación laboral en mujeres

La emergencia sanitaria vino a complicar más el panorama para las mujeres en el ámbito laboral, ya que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) unas 3.2 millones de trabajadoras perdieron sus puestos laborales en los primeros seis meses de la pandemia, es decir, el 64 por ciento del total de empleadas.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (Nueva Edición) (ENOEN), señaló que de los 12 millones de personas que salieron de la PEA en abril de 2020 por el tema de pandemia, la recuperación se mantiene en alrededor de 10 millones para el segundo mes de 2021.

En febrero de 2021, la ENOEN reportó una Tasa de Participación Económica de 56.7 por ciento de la población en edad para trabajar, 3.4 puntos porcentuales inferior a la de febrero del año anterior.  Las Tasas de Participación Económica de hombres y mujeres resultaron en 74.3 por ciento y 40.9, respectivamente.

La Tasa de subocupación según sexo fue de 13.2 por ciento en los hombres, cifra superior en 4.3 puntos porcentuales respecto a febrero de 2020, mientras que la Tasa de subocupación en las mujeres fue de 15, tasa superior en 6.7 puntos porcentuales en igual periodo.

Pese a que Juana, Kimi y Elizabeth formaron parte de estas cifras desempleo, si vieron dañados sus ingresos, mientras que la pandemia vino a ponerlas en una situación de más dificultad a la que ya venían atravesando por el hecho de ser mujeres.

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